Amistades peligrosas

La roja 19/06/2018 05:18 Tanya Guerrero Actualizada 05:20
 

Sus últimas palabras se sintieron como balde de agua fría para su familia: “Mamá, papá, los amo. Esto que pasó no fue mi culpa. Yo sé que no hay dinero, así que yo me aviento por ustedes”.  Segundos después uno de los captores le arrebató el teléfono para anunciar que esa sería la última llamada que recibirían de la chica y colgó.

Veinticuatro horas antes, Jessica Serrano, de 18 años, se preparaba para salir de casa. Vestía pantalón y top negros, iba maquillada, con el cabello recogido y forrada en los nueve tatuajes que le cubrían el cuerpo.

Como era su costumbre, antes de cada salida “Bombón” se tomaba una selfie, que subía a Facebook, esta vez con la leyenda: “Vámonos de rumba”. Había quedado de regresar a las 11 o 12 de la noche y no era común que se tardara; así que cuando dio la una de la mañana su familia se  preocupó. 

Salieron a buscarla a la cafetería en donde dijo que estaría, ubicada a cuatro calles de la casa donde vivían, en Tlalnepantla. En un abrir y cerrar de ojos a la corista de “La Sonora Dinamita de Alejandro Argüeta” se la tragó la tierra.

El 6 de noviembre de 2017, un día después de verla por última vez, la madre de Jessica recibió una llamada, en la que le solicitaban 3 millones de pesos de rescate. 

Para amedrentarla, los captores enviaron un par de fotos en donde se veía a Jessica maniatada y con   la boca tapada. Traía un torniquete en la rodilla y lo que parecía ser un disparo en la pierna. Los secuestradores presionaban para recibir  el dinero a las cuatro de la tarde. 

Para ese momento, la familia ya había iniciado una denuncia en el MP de La Presa, en Tlalnepantla, donde  fueron canalizados a la Coordinación de Combate al Secuestro de la FGJEM, donde el comandante a cargo les dijo: “Su hija ha de estar en la peda y ha de querer dinero para seguirla”. 

Dos horas después, la tía de Jessica recibió una videollamada en donde se veía a Jessica junto a uno de los captores, quien en un descuido volteó la cámara dejando ver a tres hombres encapuchados. Después el hombre intentó voltear la cámara y dejó ver  los tenis que calzaba,  eran característicos de uno de los amigos de Jessica. 

“¿La autoridad qué no hizo? Creer. Teníamos pruebas para salvarla. Reportamos la desaparición a las 10 de la mañana y los de antisecuestros ya estaban a las 11:00 con el caso,  pero empezaron a trabajar a las cuatro de la tarde porque no creían y decían que no había prueba suficiente”, comenta Gerardo, hermano de la joven. 

Un día antes de su secuestro, Jessica le dijo a su familia que los quería.  Cuatro días después de esa última llamada, en donde Jessica se resignó a no ser rescatada, recibieron la noticia que todos temían: Vecinos de  San Salvador Atenco encontraron en un baldío a una joven con las características que describía  a Jessica. El certificado indicaba que presentaba quemaduras de primero y segundo grado, y que el motivo de muerte fue un balazo en la cabeza. 

Hace seis meses que todas las pruebas fueron entregadas a la Fiscalía de La Presa y hasta el momento no hay culpables.

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