Con violencia, papá se llevó a Isabella

La roja 14/11/2017 05:00 Lydiette Carrión Actualizada 05:01
 

Ésta es una historia en la que no queda claro quién sufre la mayor violencia de género: si la madre o la hija.

Ocurrió hace casi dos años y medio. Isabella Saraí  tenía apenas tres años, y su mamá, Isabel Olvera, era estudiante de Odontología. Pero su pareja y papá de Isabella, Eusler Gilberto Hernández Díaz, no quería que estudiara. Así que se estaban separando.

El 29 de julio de 2015, mientras Isabel iba a la universidad, la abuela materna, Teresa Garfias, salió con Isabella y su hermana mayor (de un matrimonio anterior), rumbo a la iglesia, en la colonia San Isidro, Valle de Chalco. Estaban por cruzar la calle, cuando Eusler se le cerró en un vocho y le exigió que le entregara a Isabella. La abuela se negó, y él la golpeó. Isabella, con sus tres añitos,  se echó a correr, huyendo del papá.

“Él la persiguió, la alcanzó,  la aventó al interior del carro y la nena perdió el conocimiento. Mi mamá se colgó al auto y (Eusler) la arrastró como una cuadra, hasta que mi mamá se soltó por miedo”, narra Isabel, quien desde entonces no ha vuelto a ver a su hija.

“Hemos tenido muchos abogados, hemos perdido mucho dinero, y nadie nos hace caso”. Desde el principio, madre y abuela se dirigieron al Ministerio Público de Valle de Chalco. Ahí alegaron que no lo podían detener. “Es que es el papá”, dijeron. Fueron a la Agencia del Ministerio Público Especializada en la Atención a la Violencia Intrafamiliar y Sexual (AMPEVIS) de Chalco, a denunciar la sustracción con violencia de la menor. Les dijeron que no se podía hacer nada porque, legalmente, Isabel no tenía la guardia y custodia.

Pasó  más de un año, hasta que el 6 de octubre de 2016, el Juzgado Cuarto Civil de lo Familiar en Valle de Chalco otorgó la guardia y custodia provisional a Isabel. Regresó a la AMPEVIS y le dijeron que ya no se podía hacer nada porque “ya había pasado mucho tiempo”. “¡Pero ellos se negaron en un principio!”, exclama Isabel. Luego, del mismo juzgado les dijeron que debían presentar a la niña para que se le otorgara la guardia y custodia definitiva.

Un mes después, en el cumpleaños de Isabel, Eusler le marcó desde un celular. Éste le dijo que quería un documento que le demostrara que no estaba demandado, y sólo entonces le regresaría a su hija.

—Para que yo te entregue algo así tienes que venir, respondió  Isabel. Sólo quiero saber que la niña está viva y está bien”.

Tras mucho hacerse de rogar, le pasó a la hija.

—¿Cómo estás, mi amor?

—Bien. Quiero mis juguetes y mi ropa.

—¿Qué no me extrañas?, preguntó Isabel.  

—Sí, pero tú no me quieres ver.

—Dime cómo le hago para llegar, yo te quiero mucho, pero no sé dónde estás.

—La verdad yo tengo hambre.

—Te llevó tu papá, es para que te tenga bien. ¿Vas a la escuela?

—No.

En eso, Eusler  le quitó el teléfono. “Ya la escuchaste”.

Ninguna autoridad  investigó el teléfono desde donde llamó  Eusler.

La madre de Eusler, de nombre Adalberta, vive en la colonia San Juan Cerro, en Iztapalapa. Ella asegura que ve a su nieta, pero pide la cantidad de 8  mil pesos  para regresarla.

Apenas este año, mediante la Fiscalía de Desaparecidos de la procuraduría mexiquense, se activó la alerta Amber. En todos lados me dicen que “no, pues si se la llevó su papá…”.

La familia ha constatado mediante la SEP que la pequeña no está inscrita en escuela alguna. Nadie la ha visto en casi dos años y medio. Su mamá no sabe dónde se encuentra, ni en qué condiciones. Si está viva, es feliz o está siendo maltratada. Pero todas las autoridades responden: “Si está con su papá, no hay nada que hacer”. Ninguna autoridad está protegiendo el interés superior de la niña.

 

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