Debacle de escolta

La roja 31/03/2016 05:00 Arturo Ortiz Mayén Actualizada 05:02
 

Desde que sus papás murieron hace casi dos años, Sergio González Ibarra se tornó más agresivo. A la menor provocación, aseguran, reaccionaba de manera violenta y era fácil que perdiera el control.

Sus horarios como escolta con días completos de servicio no estaban a su favor y sus familiares notaron esos cambios en su comportamiento. 

Aunque no bebía cuando trabajaba, en sus días libres tomaba cerveza y cada vez lo hacía en mayores cantidades.

Una muestra de ese comportamiento violento lo dio a mediados de 2015, cuando presuntamente golpeó a una de sus tías tras una discusión.

Aunque ella no lo denunció, sí lo corrió de la casa donde le permitían llegar a dormir y bañarse. Desde entonces, le perdieron la pista.

Supieron de él cuando vieron el video grabado el pasado 11 de marzo, en el que  aparece golpeando a un automovilista en Viaducto Tlalpan, por la supuesta orden de su jefe, Alberto Sentíes Palacios, quien viajaba en un Ferrari rojo. En ese momento, se convirtió en uno de los hombres más buscados de la ciudad. 

Policías de Investigación de la Ciudad de México que le seguían la pista supieron que González Ibarra tenía poco más de cinco años trabajando como escolta. Su empleo anterior fue en la empresa Bimbo, donde realizaba funciones que nada tenían que ver con la seguridad.

Su corpulencia y estatura le abrieron paso como guardia de seguridad privada y de ahí como escolta.

Con el propietario del Ferrari llevaba menos de tres meses trabajando. Llegó con él cuando Sentíes Palacios se acercó a la empresa de seguridad Ayax Protección para buscar seguridad para él y su esposa. González Ibarra fue uno de los siete elementos que le asignaron. 

Tras el incidente del 11 de marzo, aparentemente regresó al sitio donde vivía a cambiarse de ropa. Las autoridades creen que se ocultó en hoteles de la Ciudad de México y el Estado de México. Así, el 16 de marzo por la mañana, a las 6:55 horas, llegó al Hotel Atizapán, ubicado en la avenida Juárez de ese municipio. 

Una cámara de seguridad del establecimiento captó cuando el guarura pidió una habitación sencilla por la que pagó 300 pesos. Asentado en el libro de registros quedó el nombre falso de Alfredo Gutiérrez. Treinta y dos horas después el hombre de 38 años de edad fue encontrado muerto.

Al ser descubierto su cuerpo, peritos de la Procuraduría mexiquense encontraron dos hojas escritas a mano en las que acusaba a su patrón de haber ordenado la agresión y dejarlo solo, "me empinó", dijo.

Al hacer el comparativo con la papeleta de registro, los peritos indicaron que era la misma letra. También determinaron que su muerte fue de causas naturales: un infarto provocado por un aparente estado de angustia.

En su estado de Whatsapp de su teléfono celular se encontró escrita parte de la letra de una canción de banda titulada "Mi último deseo":

"Me gustan los bares y las desveladas, lunes a domingo y toda la semana me paso alegre, disfruto la vida y así seguiré hasta mi último día", decía. 

Con su muerte, el delito quedó sin castigo legal para él, aunque su jefe aún tiene que responder ante la justicia.  

 

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