Traición de hermanos

27/09/2014 03:30 Arturo Ortiz Mayén Actualizada 01:41
 
La mañana del 6 de septiembre de 2013 Alejandra supo lo que era el pánico.
 
La joven de 14 años acababa de acomodarse en el asiento del copiloto de la camioneta de su padre cuando vio el cañón de una pistola. Durante algunos segundos se paralizó. Alcanzó a ver la cara del sujeto que le apuntaba con el arma a su padre, quien estaba en el lugar del conductor. Le llamaron la atención sus dientes amarillos y chuecos.
 
Alejandra reaccionó. Sus padres le habían dicho varias veces que en caso de un asalto no opusiera resistencia, bajara de la camioneta y no viera a los ojos a los asaltantes. Antes de descender del vehículo Alejandra agachó la cabeza. Su hermana Ariadna, quien estaba en los asientos traseros, lloraba.
 
La adolescente abrió la puerta trasera, jaló a su hermana y la abrazó. Caminaron juntas hacia unos botes de basura en el fondo del garaje de su casa, ubicada al sur de la ciudad de México. Otros hombres se sumaron para someter al padre de Alejandra y llevárselo.  Mientras estaban abrazadas entró una mujer que vestía toda de negro y se acercó a ellas.
 
 
“Tranquila, no llores, tu papá va a estar bien”, dijo la intrusa a Alejandra mientras le extendía un sobre, que contenía una carta.
 
Después escapó. Alejandra le gritó a su mamá, quien ignoraba lo que había ocurrido.
 
Entre llanto le dijo lo que había pasado y le dio el sobre. La mujer subió a la camioneta de su marido y arrancó para buscar el carro en el que se habían llevado a Alberto.
 
“Métanse a la casa”, dijo la mujer. Minutos después regresó sin encontrar a los sujetos que se llevaron a su marido.
Al entrar a la casa les dijo que Alberto había sido secuestrado y sus captores exigían 5 millones de pesos para liberarlo. La desolación se apoderó de la familia.
 
Horas más tarde recibieron la primera llamada para exigirles el pago. Las negociaciones se extendieron cuatro días. Finalmente entregaron 700 mil pesos y Alberto fue liberado. Cuando finalmente estuvo a salvo presentó la denuncia ante la PGJDF.
 
En la Fiscalía Antisecuestros hicieron el rastreo de los teléfonos usados para negociar el rescate. A principios de este mes hubo un resultado positivo y los agentes detuvieron a una mujer en la delegación Álvaro Obregón.
 
Se trataba de Alma Belem Romero Estrada, de 34 años. Al ser interrogada confesó todo.Dijo que la persona que “puso” a Alberto fue su propia hermana. Ella, indicó, mantenía una relación sentimental con un sujeto llamado Christopher Garcés, quien participó de manera activa en el plagio.
 
Alma Belem aportó los nombres de los demás integrantes de la banda, admitiendo que habían participado en varios raptos. La PGJDF logró vincularlos con 4 averiguaciones previas; sin embargo, no ha logrado detenerlos a todos.
 
Cuando los agentes de la PGJDF le informaron a Alberto que en su rapto pudo haber participado su hermana, les comentó que ya lo sospechaba.
 
Ambos —dijo— no llevaban buena relación y durante los días en que él estuvo cautivo su esposa le dijo que su hermana se comportó de manera extraña. También le llamó la atención que mejorara su situación económica.
 
Alberto no logró identificar a Alma Belem porque en todo momento lo tuvieron con los ojos vendados. Sin embargo, Alejandra sí. A través de la cámara Gesell la adolescente dijo que era la misma mujer que le entregó la carta el día del rapto de su padre.
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