Secuestrada tuvo sexo con su captor en CDMX

La roja 24/11/2016 05:00 Arturo Ortiz Mayén Actualizada 14:03
 

El diccionario define al síndrome de Estocolmo como un trastorno psicológico temporal que hace que la víctima se muestre comprensiva y benevolente con su agresor, durante su secuestro o tras ser liberada.

El caso de Itamar  es uno de ellos. El 30 de junio de 2011, aproximadamente a las siete de la noche, ella salió de su negocio en el sur de la Ciudad de México para dirigirse a su casa. Apenas había avanzado unas calles cuando una camioneta le cerró el paso. Tres hombres armados la obligaron a bajar de su vehículo y la subieron a la camioneta, donde la obligaron a mantenerse agachada.

La pesadilla que inició en ese momento cuando apretaba los ojos para evitar ver los rostros de sus atacantes y así proteger su vida, se prolongó durante los siguientes seis días en los que estuvo en una casa de seguridad, donde la ataron de pies y manos y le vendaron los ojos.

Los insultos, golpes y amenazas constantes de muerte la derrumbaron emocionalmente. De sus captores, sólo uno parecía entender su situación: Jorge Armando S., El Alberto, quien se mostraba amable con ella, como si no formara parte de la banda que la había privado de su libertad.

Durante las horas que pasaba vigilándola, platicaba con ella, le quitó los amarres, le hizo creer que estaba de su lado hasta convencerla de tener relaciones sexuales con él.

Al mismo tiempo, otros integrantes de la banda negociaban el pago del rescate, que de una suma millonaria se redujo a 203 mil pesos, según consta en el expediente FAS/T2/847/11-10.

El Alberto fue el encargado de avisarle a la víctima que iba a ser liberada, cuando el pago se entregó.  Le hizo ver que él había sido parte importante en ese proceso y ella se lo agradeció. 

En los días siguientes, el plagiario mantuvo comunicación con Itamar; ella aceptó verlo incluso en un par de ocasiones sin saber que él planeaba ahora una extorsión con toda la información que había obtenido de ella.

El 17 de agosto de ese año se comunicó con el esposo de Itamar y le exigió 50 mil pesos a cambio de no volver a molestarlo. En caso de que no lo hiciera, su familia pagaría las consecuencias.

El hombre aceptó el trato, pero presentó una denuncia ante la Policía Federal, cuyos agentes montaron un operativo en las inmediaciones de un centro comercial de la delegación Tlalpan, donde se haría la entrega del dinero.

Ahí lo detuvieron en posesión de un arma calibre 38. La detención del plagiario significó un nuevo golpe al estado de ánimo de Itamar.

El 25 de febrero de 2013, un juez penal lo sentenció a 27 años y seis meses de prisión. El 4 de julio del mismo año, la Quinta Sala Penal confirmó la sentencia condenatoria,  pero el 1 de diciembre de 2014, la defensa del acusado se amparó alegando que fue torturado.

El 13 de mayo de 2015 se ordenó la reposición del procedimiento e inició un nuevo juicio que concluyó el 14 de octubre de este año cuando el juez 55 Penal con sede en el Reclusorio Oriente, lo sentenció de nueva cuenta a 27 años de prisión.

Durante estos años, la víctima del secuestro recibió atención psicológica para enfrentar el daño que su rapto le causó. 

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