Farsa sin sentido

19/07/2014 03:00 Arturo Ortiz Mayén Actualizada 04:16
 
Después de asesinar a su esposa de un balazo en la cabeza, Nelson Cuéllar Maya le marcó a su padre para decirle que había hecho “una pendejada”. Sin decir más colgó y tiró el teléfono.
 
Ese 3 de noviembre de 2011 Nelson acababa de privar de la vida, en un paraje del Ajusco, en la delegación Tlalpan, a Claudia Margarita Méndez Ríos, de 29 años, quien fue su novia desde joven y con la que procreó dos hijos. 
 
Nelson la citó para darle dinero para la fiesta de cumpleaños de uno de sus hijos y le rogó para que regresara con él. Claudia se negó, pues 15 días antes él la había golpeado. Le explicó que se seguirían viendo por sus hijos, pero que nunca más viviría con él para evitar más peleas.  En ese momento él sacó una pistola y le disparó. Minutos después le marcó a su padre.
 
Por tres estados
 
Sin saber qué hacer con el cadáver, lo envolvió en varias cobijas y se dirigió a bordo de su camioneta hacia Hidalgo y de ahí a Veracruz. 
 
Antes de llegar a Huayacocotla, su pueblo natal,  se estacionó y enterró parcialmente el cadáver de su esposa. Después subió a su camioneta y en un mirador tiró las cobijas. Posteriormente se dirigió hacia Tulancingo, Hidalgo, y en el trayecto se deshizo de la pistola, el vehículo y la llave del carro.
 
Durante los siguientes días no se supo nada de él hasta que apareció caminando descalzo en una carretera de Tlaxcala, el 11 de noviembre de ese mismo año.  A los policías que lo encontraron les dijo que había sido secuestrado con su esposa en el Distrito Federal. Aseguró que después de escapar había caminado por el bosque y la carretera, pero sus pies no tenían ninguna lesión. Les dijo que sus plagiarios lo llevaron primero a Tulancingo y después le preguntaron de dónde era originario, a lo que respondió que de Huayacocotla, Veracruz.
 
En lo inconexo de su relato, los secuestradores le habrían dicho que  “como les había caído bien” lo abandonarían ahí.  Supuestamente al llegar a ese sitio ya no escuchó a su esposa, pero sí el ruido de palas y picos. Días después logró escapar. Las autoridades de Tlaxcala se comunicaron con las de la Procuraduría capitalina y lo entregaron.
 
Se hizo el loco
 
Al llegar al Distrito Federal la actitud de Nelson cambió. Comenzó a divagar, se mostraba ausente y hasta babeaba.
En el Ministerio Público no creyeron su versión y lo arraigaron. Durante los 30 días de la medida cautelar fue llevado con especialistas psiquiátricos, quienes descartaron alguna enfermedad.
 
Finalmente confesó la verdad. Nelson llevó al personal de la Procuraduría capitalina al mirador en Veracruz donde tiró las cobijas, con las cuáles envolvió a su esposa y les dijo que ahí la había enterrado.
 
 
Por horas buscaron los restos sin éxito. De regreso en el Distrito Federal sus familiares hablaron con él y lo convencieron de que dijera la verdad.
 
Después de esa charla condujo de nueva cuenta a los peritos al paraje donde enterró a su mujer. En mayo de 2013 Nelson Cuéllar Maya fue sentenciado a 45 años de prisión.
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