Daba de comer a indigentes a cambio de sexo

18/12/2015 13:27 Actualizada 13:27
 

El perro policía buscaba con desesperación el origen del olor, con el hocico pegado al piso recorría el camino una y otra vez, emitía chillidos y gruñidos como si con ellos quisiera demostrar lo confundido que estaba, constantemente alzaba la cabeza, trataba de dirigir el olfato y la mirada en alguna dirección, decidió seguir su instinto hasta el origen de la fetidez, la jadeante respiración y la saliva goteante dejaban un rastro para seguir. 

El improvisado mapa señalaba un gran montón de basura como destino final, las poderosas patas y garras escarbaron bajo les deshechos amontonados, el hocico se aferró a un pedazo podrido de carne, la arrastró hasta sacarlo del montón de basura, los fuertes ladridos anunciaban que había descubierto el brazo cerceando de una mujer, la sangre chorreante se confundía con los fétidos jugos del resto de los desperdicios. El basurero fue el triste final de las víctimas del asesino de Monserrete, el más reciente de los casos de asesinos seriales en Latinoamérica. 

Colombia se ha caracterizado por mostrar diferentes rostros de la violencia, desde el líder mundial del comercio de narcóticos, hasta los más extravagantes asesinos en serie. Casi para cerrar el 2015 un nuevo escándalo criminal ha horrorizado al país de los 100 años de soledad. Armando Valencia ha confesado ser el autor de más de 15 homicidios en contra de uno de los sectores más vulnerables en toda ciudad latinoamericana: las mujeres indigentes o en situación de calle. 

El modus operandi consistía en aparentar ser un indigente más, ofrecer droga y comida a las féminas para después asesinarlas, descuartizarlas y sepultarlas bajo montañas de basura. 

Los cuatro semestres de ingeniería cursados por Armando Valencia le daban la capacidad verbal suficiente para convencer a sus víctimas de acudir a su pequeña casa hecha de basura y desperdicios, sus vecinos jamás sospecharon nada, miraban cómo varias mujeres acompañaban a Armando pero no imaginaban que a menos de 100 metros de sus casas pudiera vivir un verdadero monstruo.

Según las propias declaraciones del homicida, él trataba de ayudar a sus víctimas, les ofrecía un poco de comida, las bañaba, les daba ropa limpia para que pudieran regresar a la calle y buscar un mejor futuro, evidentemente la ayuda no era gratis, a cambio sólo les pedía un máximo de 5 minutos de placer, quienes accedían al favor podían seguir su camino sin mayor problema, pero aquellas que decidían hacer el feo a Valencia, cambiarían los 5 minutos de amor por largas horas de terror y sufrimiento. Aún después de muertas, el asesino ultrajaría sus cuerpos para cobrarse sexualmente las atenciones.

Valencia comenzó su actividad homicida a los 28 años de edad, han pasado 5 años y 15 mujeres muertas desde el primer asesinato, los cadáveres fueron halladas en el mismo cuarto donde el asesino pernoctaba, las introdujo en bolsas negras para enterrarlas bajo de montones de basura, lo espeso de la vegetación del lugar no permitía llegar hasta donde los cuerpos descuartizados reposaban. 

Este mismo mes Armando valencia colaborará con las autoridades en la búsqueda y recuperación de la totalidad de los cuerpos de las víctimas, por ahora pasa los días en la cárcel “La Modelo” en Bogotá, Colombia.

 

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