Mujeres de ojos como luciérnagas

Al día 25/08/2016 05:00 Roberto G. Castañeda Actualizada 05:06
 

Siempre he pensado que no todos están hechos para las mujeres de ojos destellantes y de ideas alocadas. No, no todos están listos para bailotear por cualquier cosa, para empaparse bajo la lluvia o para gritar tonterías en público. Porque hay mujeres que invitan al ridículo, al goce de no ser tú todo el tiempo. Pero si tienes miedo al ridículo, no levantes la mano en el salón de clases, ni marches por la izquierda, mucho menos bailes de contento y tampoco te quemes de ganas cuando beses a la mujer de tus sueños. Si te asusta hacer el ridículo, no escribas tus temores y tus esperanzas en un diario que esconderás en la recámara. Tampoco enloquezcas por otra persona que acabará robándote el sueño y la calma. Si tienes miedo al ridículo no te entretengas en libros de poemas, ni pierdas el tiempo en cincelar el alma, no seas artesano ni orfebre de tus virtudes y defectos. Y tampoco te peines murmurando frente al espejo. No enloquezcas nunca y apégate al guión que siguen las multitudes. Si temes al ridículo no te arremangues la camisa, no sudes de más, no te despeines, no corras eufórico para jugar con tu perro o para abrazar a tus hijos como una mascota huérfana de cariño. Desde luego, no rías a solas cuando viajas en Metro.

>>>
 
Si tienes miedo al ridículo, ni se te ocurra bostezar frente al jefe y mucho menos estirar los pies o comentar que sus corbatas le acentúan la papada. Sería preferible que le hicieras la “barba”, te carcajearas de sus chistes estúpidos o que aplaudas sus decisiones arbitrarias. Si tienes miedo al ridículo no levantes la voz, no protestes por nada, no te quejes cuando te estafen los gobernantes o aquellos que viven de tus impuestos. Sería preferible que caminaras con la cabeza gacha y la grisura en tus espaldas.
Si tienes miedo al ridículo, no te acuestes bocarriba en el césped para buscar figuras en las nubes, no te mimetices bajo la sombra de un árbol y mucho menos tritures las hojas secas que encuentres en tu camino. Y tampoco bailes descalzo, cualquier tarde bajo la lluvia. Si tienes miedo al ridículo, no musites “me encantas” al oído de una mujer imperfecta. Si tienes miedo al ridículo, no escribas poesía, no dediques posdatas, no inventes metáforas para una mujer de ojos como luciérnagas y cabellera alborotada. Si tienes miedo al ridículo no arrojes botellas al mar, no escribas en tu diario que le “extrañas de más” como si fuera el placebo para tu enfermedad de silencios al despuntar el alba. Y no redactes recetas de Dante Guerra para combatir los suspiros: “Tengo nubes y días soleados,/ también tengo sombras portátiles/ que me siguen sin reparo./ Y tengo noches ojiabiertas,/ de alaciadas pestañas./ Lo que no tengo y extraño,/ mujer de ojos como luciérnagas/ es el destino de tu mirada./ Pero si miro en esta luna/ tengo el consuelo que embriaga/ de tantos sueños y alboradas”.
Si tienes miedo al ridículo no bebas a deshoras, ni cantes canciones con los audífonos puestos, mucho menos bailotees de contento mientras caminas por la avenida más transitada. Si le temes al ridículo, seguramente mueres de aburrimiento, como si fueras el burócrata que bosteza mientras archiva tus impulsos o los memorándums triplicados.
 
>>>
 
Pero si no temes al ridículo, súmate a este ejército de soñadores y canallas que besan como si abrevaran de la fuente de la sabiduría, que hacen el amor como si el mañana sólo fuera una promesa incierta. Y emborráchate con canciones de Sabina o Caifanes, Andrés Calamaro, Mon Laferte y hasta Los Fitipaldis.
Si no temes al ridículo, escribe en tu diario que “hoy soy imperfecto y mañana seré peor porque me faltan tus suspiros y esa manera en que musitas mi nombre cuando estoy dentro tuyo”.
Si no temes al ridículo, tendrías que salir a la calle a gritar consignas contra los corruptos y a mentarle la madre al presidente que se jubilará mañana. Aunque no remedia gran cosa, al menos dormirás satisfecho.
Si no temes al ridículo, convoca a una reunión de emergencia a todos tus yo’s internos y lleguen a un punto de acuerdo, para salvar la patria que es tu corazón y decretar que “si naciste incendiario no te vuelvas bombero”.
Si no temes al ridículo, prende las luces de emergencia y ahuyenta las sombras, para quemar las naves y contagiar la rabia de los que muerden sin mirar, de los que aman como si se volatilizaran, de los que besan igual que si se fueran a marchar al frente de batalla.
Si el ridículo te vale un carajo, entonces sigue la ruta de Dante Guerra, que es capaz de acariciar como terciopelo a una mujer que siempre está lejos: “Últimamente he tenido sueños complicados./ He tenido sueños recurrentes y algo extraños./ Vislumbro gatos, a veces retozan pardos, vomitan espinardos./ Sueño cuervos, merodean mis cementerios y me expropian los ojos./ Y también te he soñado, atraído por el musitar entreabierto de tus labios./ Me he visto caminando, ruta abajo y sin mapa preciso,/ pero guiado por la brújula de tus faros./ Me he visto descendiendo de un volcán,/ con la vista fija en tu destino,/ siguiendo la ruta incandescente de mis delirios./ Cautelosos pasos se me escuchan lerdos./ Soy una tortuga en fuga, caracol parsimonioso, oruga que no retoña./ Soy una bestia en cielo, nube que brama,/ trueno omnipotente, relámpago zurdo./ Y al parecer también soy una tempestad lejana,/ pero con el ímpetu que busca estremecer tus sueños”.

[email protected]

Google News - Elgrafico

Comentarios