Tuve sexo con disfraz

Sexo 07/08/2018 05:18 Lulú Petite Actualizada 10:10
 

Querido diario: El viernes pasado me habló alguien que, para efectos de esta anécdota (pues sé que la estará leyendo) se llamará Z. Es un hombre delgado, morenito, menor de treinta años, mayor de veinticinco. Es guapo, pero lo que me sorprendió cuando llegué a la habitación, es que su fantasía era verme disfrazada.

A él, le encantan las chicas cosplay. El problema es que las que son muy guapas, se cotizan mucho y las que no lo son, pues rompen la fantasía. Solución: Contrata una con el cuerpo que buscas y vístela. Así que eso hizo Z. 

Me disfrazó con mucho cuidado de personaje japonés. Falda roja, medias blancas, apenas arriba de la rodilla, blusa cerrada al frente (también blanca). Luego me puso una peluca increíble y la peinó, con dos moños rojos y el cabello arreglado para caer cada coleta sobre mis hombros. Yo estaba encantada, entre la risa y el asombro. ¿Te imaginas, a punto de coger, y verte como escapada de un capítulo de los Caballeros del Zodiaco? 

—Por favor, párate en la cama.

Di una vuelta lentamente para que me viera toda y contemplara a su Sailor Moon chilanga.

Z mantenía su mirada risueña y como perdida, fascinado.

—Preciosa —dijo, más como si hablara solo que dirigiéndose a mí.

Entonces me senté en el borde de la cama con las piernas cruzadas, decidida a meterme en el personaje. Z quería hablar. Su conversación era interesante. Me contaba del cosplay, me explicaba cosas, de pronto me dijo “ven” y me estiró su mano para que fuera a sentarme en su regazo.

En sus piernas me sentía apretadita y cómoda. Z era juguetón, me desvistió despacio, como si fuera parte del ritual, sólo me dejó la peluca. No tardó en ponerse duro. Me acarició las tetas. 

Sus caricias iban plasmando pequeñas dosis de placer en mi piel chinita. Tomé uno de los condones que había puesto sobre su buró y lo forré. Z se colocó encajó su cadera entre mis piernas y empujó su maquinaria sin mirar atrás. 

Decidí en ese momento meterme más en el personaje y comencé a gemir como japonesa de cómic para adultos, entre el llanto y el goce extremo, chillaba: “Ahiiiii, ahiiiii, ahiiii” ¡Gritaba! Sin vergüenza.

Mi cuerpo temblaba con cada arremetida de mi Saiyajin favorito, cuya ingle rozaba justamente la punta de mi clítoris, me dejé llevar hasta que escuché sus gemidos y lo sentí venirse.

Ya sé que estás leyendo querido Z, así que te lo digo de nuevo: Me divertí mucho siendo tu cosplay, ojalá se repita. ¿Cómo? ¿Por qué Z? Ay, Memo, pues porque eres mi Mazinger chilango.

Un besito, Lulú Petite

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