Sexo francés

Sexo 17/07/2018 05:18 Lulú Petite Actualizada 05:20
 

Querido diario:  Sus labios eran perfectos. Es francés y estaba celebrando el triunfo de su selección contra Bélgica. “Le vamos a ganar a Inglaterra” decía en un español atropellado por un acento francés obcecado con suprimir las erres y subrayar las ges. Todavía Inglaterra no jugaba contra Croacia, pero lo daba por hecho “¿Qué otga cosa podgía pasag?” Decía emocionado de enfrentar a esa isla con quien, según dicen, tienen los franceses una viejísima relación de amor-odio.

Me besó. Se veía muy guapo, con sus jeans ajustados y su jersey de la selección francesa. Tenía una botella de vino vacía y otra a medio terminar. Llamó cuando el juego terminó. Tenía todo planeado: Se metió a ver el juego a un motel, pidió comida, chupe, encendió la televisión y a disfrutar del juego, sabiendo que al terminar, no importaba el resultado, me llamaría para echar pasión.

Sus besos sabían a vino. No estaba borracho, pero tampoco sobrio, sino en ese punto a medias donde estás lo suficientemente bien para poder coger, pero lo bastante ebrio como para ponerle más picardía.

Mientras me besaba, metió su mano debajo de mi falda y apuntó sus dedos a mi abertura. Empujó un poquito sobre la lencería y alcanzó a meterme el calzón entre los labios. Algo hubo de magia en ese tacto, libidinoso y atrevido, pero fue como si hubiera encendido el interruptor de mis ganas, sentí un subidón riquísimo. Empecé a lubricar copiosamente y sentí unas ganas de comerle la boca.

Nos desnudamos con urgencia. Como si fuera un concurso para ver quién se quitaba más pronto la ropa. Como le gané. Lo empujé del pecho suavemente y se dejó caer boca arriba en la cama, estirando una mano para invitarme a acompañarlo. Me subí con él y le besé la boca. Sabe besar. Por algo a ese beso le llaman francés.

Sus manos exploraban mi cuerpo. Apretaba mis nalgas, sentía mis senos, dibujaba líneas en mi espalda. No quise esperar más y tomé un condón de mi bolso. Lo puse en mi boca y le forré el miembro sin dificultades.

Estaba a un lado suyo y, encorvándome sobre su sexo, le hice un oral ensalivado. Mirándolo a los ojos de vez en cuando para medir sus reacciones, acariciando sus muslos con las puntas de mis uñas para hacer más sensible la zona y provocarle mayor placer. Él se retorcía y decía frases en francés que se entendían sólo porque, en el sexo, el lenguaje se vuelve universal.

De pronto, puso su cara entre mis muslos, así, mientras yo tenía su sexo en mi boca, él comenzó a meter su lengua. Era un sesenta y nueve perfecto, pero yo tenía una necesidad apremiante de sentirlo. 

Entonces me zafé y me puse en cuclillas sobre su sexo, apuntando a mi entrepierna y me clavé de golpe. Me moví vertiginosamente, con las manos en su pecho, las usaba para tomar impulso y me clavaba una y otra vez, hasta que el orgasmo me hizo perderme.

 Casi simultáneamente, él comenzó a gemir en su idioma y llenar el condón ente espasmos y gritos.

Para cuando estas líneas, querido lector, lleguen a tus ojos, mi galán francés tal vez ya me llamó para celebrar el campeonato en la final contra Croacia.

Un beso, Lulú Petite

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