Mi galán otoñal

Sexo 16/08/2018 05:18 Lulú Petite Actualizada 10:27
 

Querido diario:  Mientras paseaba mi vista sobre los productos en un supermercado, me habló Fabián.

—Hola, Lulú, ¿qué haces?

Fabián es chistoso. A veces lo es sin proponérselo. Es un excelente amante, no sólo en la cama, sino como compañero de ratos.

—Estoy en frutas y verduras —le contesté.

—¿Eso es una posición sexual?

Medio dejé soltar una risa y la señora que estaba a mi lado viendo otros productos volteó a verme disimuladamente. A veces me toma por sorpresa y no sé si habla en serio o se hace el tonto. Fabián es raro y dice cosas tan extrañas que, a veces no sé si es un chiste o no.

Nos veríamos esa tarde en su hotel. Así quedamos y yo terminé de hacer mis compras. Su cabeza medio calva se asomó tras la puerta cuando llegué a su habitación.

—Dichosos los ojos que te ven.

Galán otoñal eterno, me invitó a pasar y me ofreció algo de beber. Le dije que de momento sólo quería estar con él. Se sonrojó y se sentó a mi lado, mientras me ponía más cómoda.

—Qué lindo cuerpecito tienes, Lulú —comentó de pronto y comenzó a acariciarme y a darme besitos tiernos en los hombros, en la espalda, en la nuca.

Me di media vuelta y le vi el rostro. Se le habían puesto las orejas rojas y tenía las gafas empañadas. Lo dicho: me resulta gracioso y creo que ni siquiera se esfuerza, le sale natural.

Hundió su rostro entre mis tetas y yo no hice más que divertirme con sus ocurrencias. Estaba a punto de empezar a reírme otra vez, pero en eso sus manos no tardaron en hallar caminos inexplorados. Siguió con sus dedos la curvatura de mi cintura y los deslizó despacito por mis nalgas. Me ubiqué encima de él y empecé a incitarlo cabalgándolo y restregándome contra su entrepierna.

—¿Te gusta?

—Me encanta —dijo como embelesado, lamiéndome.

Su lengua describía circulitos concéntricos. Me hacía cosquillas, pero me gustaba la sensación, ese hormigueo intermitente y húmedo. Hundí mis dedos en sus pocas canas, sin parar de menearme.

Sus manos fueron desplazándose hacia mi cadera.

Sus dedos encontraron la forma de escabullirse por mi entrepierna y ahí empezó a estimularme riquísimo. El roce renovaba mis ansias. Me encendía su forma de gozar con mi cuerpecito desnudo. Lo ayudé a forrarse el miembro con el preservativo. Lo tenía a tope. Se adentró con ahínco, hundiéndolo enterito hasta la base. Su postura le ayudaba a balancearse mejor. . Concentrada en la manera en que Fabián me estremecía, fui acercándome al orgasmo.

—¡Me vengo! —alcanzó a decir antes de morderse los labios, yo apreté los muslos para exprimirle el placer supremo.

Se vino, casi alzándome en vilo con su cadera.

—Entonces… ¿frutas y verduras? —Dijo sin venir al caso, con su miembro todavía dentro de mí, erecto, y su sonrisa pícara. Te digo, es un tipo raro, nunca sé si reír de sus cosas o buscarle un loquero.

Hasta el martes, Lulú Petite

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