Lo hace delicioso

Sexo 18/09/2018 05:18 Lulú Petite Actualizada 10:59
 

Querido diario: Sus besos se esparcieron desde la comisura de mis labios hasta la línea de mi escote, pasando por mi cuello, ese punto sensible que él tuvo la delicadeza de chupar como el maldito experto que es.

No pude retener un grito ahogado. Mis caderas se menearon 

involuntariamente debajo de él. Cuando se la quité, lo miré con sus labios, comisuras y bordes rojos como payaso. Sonreí, entretenida con el hecho de que mi labial le había coloreado los labios. Lo rojo y lo desparramado resaltaba adorable y sensualmente contra su barba de dos días, y me imaginé que yo tendría el mismo desastre en el rostro. También me imaginé cómo se vería la punta de su pene agraciada con un toque de color, y el deseo me bajó como un chorro pesado y caliente hasta la vagina.

Hay gustos de lo más extraños. Yo uso siempre un labial indeleble. Se queda en mis labios, pero por ningún motivo mancha los de mi cliente, mucho menos su ropa; pero él quería lo contrario. Le gustan los lipstick que manchen, así que llevó uno de un colorado intenso y me pidió que lo usara, antes de hacernos el amor.

Sus manos eran habilidosas, me di cuenta cuando me quitó el sujetador en un santiamén mientras yo le hacía una chaqueta de las lentas, con mucha acción entre mi pulgar y su glande que ya goteaba. El espacio entre los dos quedó repleto del ruido ronco de nuestras respiraciones agitadas, y del ruido cachondo de nuestras pieles al rozarse. Me supe ruborizada cuando él llamó mi atención, sosteniendo el paquetito del preservativo. 

"Esto también se va", me anunció al tiempo que me alzaba las piernas muy juntas, para facilitarle la salida de mi falda corta y mi lencería. Una sonrisa, fue toda mi respuesta, que vino acompañada con un suspiro cuando me separó los muslos desnudos y comenzó a masturbarme con el índice. La descarga de calor en mi cuerpo fue instantánea: se me arqueó la espalda y mis caderas se fueron para arriba, en búsqueda siempre del dedo que me frotaba el clítoris de lado a lado. Gemí y me acaricié las costillas con las manos, las subí hasta mis tetas y me quedé ahí amasándolas, apretándolas cuando por fin él tuvo la piedad (o la necesidad) de ubicarse en mi entrada y empujar hacia adentro.

Me la embutió todita. Me mantenía abierta de piernas con las dos manos apoyadas en la cara interna de mis muslos, y utilizó ese agarre para impulsarse contra mi carne a punta de embestidas duras, bastante profundas considerando lo mojada que me tenía.

Estaba ida por completo en el vaivén de nuestros cuerpos chocando cuando el torrente de placer inundó mi espina dorsal y estalló con fuegos artificiales por todo mi cuerpo. Abrí los ojos y allí estaba él. Con la cara completamente pintada por mi labial. Había manchas en la sábana y en las almohadas. 

Hasta el jueves, Lulú Petite

Google News - Elgrafico

Comentarios