Lo dejé relajado

Sexo 12/07/2018 07:15 Lulú Petite Actualizada 12:16
 

Querido diario: El viernes me habló Sergio. Quería que nos viéramos. No es de la ciudad y andaba por acá. Acordamos vernos en la tarde.

A la hora pactada me llegó un mensaje de Sergio para decirme el número de su habitación y confirmarme que ya estaba ahí. Llegué muy pronto al motel, me estacioné, me eché un último vistazo en el espejo, retoqué mis labios y salí rumbo a sus brazos.

—Hola —dijo, con una sonrisa.

—Hola… —dije yo—. ¿Sergio?

—Bienvenida —dijo Sergio.

Sus nervios se me contagiaron. Se le veía ansioso, pero no soltaba su sonrisa, que parecía sincera.

—Qué placer conocerte finalmente, Lulú —dijo.

—El placer es mío —contesté, dándole un beso en la mejilla.

Se sonrojó tanto que no supe qué hacer. Estaba nervioso.

—La verdad es que ando nervioso —dijo como si le costara trabajo hilar las palabras. Sonreí.

—Se nota. —respondí.

Me explicó que era, según él, la primera vez que hacía “esto”. Algunos sienten la necesidad de justificar por qué acuden a una profesional para calmarse la calentura.

Le repetí que no había motivos para estar nervioso, que no le iba a doler y que le iba a gustar.

—¿Cómo? —preguntó.

Me acerqué y le dije:

—Ven.

Se puso de pie. Era alto y espigado, un rasgo que lo hacía parecer un joven Quijote con su rostro largo y de mirada inteligente. Entonces comencé a acariciarle la entrepierna por encima de la tela del pantalón. Contuvo una risita nerviosa y simplemente se dejó sobar.

—Así, despacito…—murmuró cerrando los ojos.

De repente despertaba de su letargo. Una macana gruesa y tiesa se formaba en mis manos, pujando bajo su bóxer. Le descorrí rápidamente la cremallera, le desabroché el cinturón y descubrí su paquete. Estaba bien armado y traía sensaciones acumuladas.

—Guau —dije al verlo todito.

Volvió a ponerse colorado como jitomate, pero esta vez era más su excitación que su nerviosismo. Agarré un preservativo, lo desempaqué con los dientes y se lo coloqué en la puntita del pito.

—Ahora déjate llevar —dije antes de bajarle la goma con la lengua y el paladar.

—Ven —dijo él tomando de repente la iniciativa.

Se acostó bocarriba y en diagonal. Por poco los pies se le salían de la cama. Me monté a horcajadas sobre su cadera y me despaché solita, inyectándome su miembro con mis manos. Entró de lleno. Lo sentí hasta la médula, estrujando sus bolas jugosas contra mis labios inferiores.

Comencé a menearme, gimiendo y pellizcándome los pezones. Sergio estampó sus manotas en mis nalgas y las apretó muy rico, conteniendo el temblor que emitía por todo mi cuerpo con cada una de sus arremetidas. Arqueé la espalda y me aferré a su pecho para seguir batiendo mis caderas.

—Ay, no pares —gemí mordiéndome los labios.

De los nervios pasó a la locura plena en cuestión de segundos. Me arponeó una última vez y desató su furia seminal, con los ojos torcidos de placer.

—¡Wow! —volví a decir cuando se sacó el condón y vi todo lo que había en él. Aparentemente había pasado tanto tiempo, que había sumado combustible extra.

Hasta el martes, Lulú Petite

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