¿Cogerá rico?

Sexo 31/08/2017 05:00 Lulú Petite Actualizada 05:00
 

Querido diario: El martes me habló un cliente nuevo. Su nombre era José. Un cliente nuevo siempre es un misterio. ¿Quién abrirá la puerta? ¿Cómo será su trato? Me subo al carro sabiendo que voy a entregarme. Me desnudaré, besará mis labios, sus manos tocarán mi piel, sus labios humedecerán mi cuello. ¿La tendrá grande? ¿Cogerá rico? ¿Cómo será? 

Trato de no pensar en ello, pero las dudas allí están. Voy a tirarme a un absoluto desconocido. Él, al menos, ya vio mis fotos. Yo sólo sé que me pagará. Nos pusimos de acuerdo sobre cuándo y dónde podíamos vernos. 

A la hora indicada me envió un mensaje con el número de su habitación, cuya puerta se abrió cuando llegué, mostrándome el rostro achinado de José. Bien pudo llamarse José Petite, porque casi me iguala en estatura. 

Iba trajeado, pero sin corbata. Su ropa era fina, como hecha especialmente para él por un buen sastre. Mientras nos conocíamos un poco más se sirvió un vaso de agua. Bebió un par de sorbitos y se quitó el saco. Bebió otro sorbo y se quitó los zapatos. Bebía como esos que lo hacen más para darse valor que para quitarse la sed. Acto seguido se sentó a mi lado. 

Entonces hubo un silencio. No había mucho más que añadir. Estiró su mano y tocó mi rostro como si no confiara en la realidad. Su dedo extendido fue una señal que no pude desaprovechar. Le lamí la puntita. Se sonrojó aún más y sonrió complacido. Alguien con tan buen ánimo no podía ser otra cosa que un juguetón. Se acercó más y me tomó por los hombros, yo me incliné hacia él y lo besé en los labios. 

Los tenía húmedos y le sabían muy rico, como a yerbabuena. También dejé posar mi mano en su entrepierna. Leí en su expresión corporal que empezaba a dejarse llevar. Quería tocarme poco a poco, descubrir pequeños detalles en mi cuerpo, en mi rostro, mirarme y  fantasear. Como si viéndome así registrara para siempre cada detalle de mi cuerpo en su memoria. Le sonreí y entonces fue él quien se inclinó para besarme.

Nuestras lenguas se unieron como dos fuegos que se avivan. Cada vez con más desenvoltura y pasión, nos acoplamos. A medida que nos aproximábamos, sentíamos el calor que nuestros cuerpos irradiaban, la electricidad que generaban y cómo se imantaban. 

Me fui corriendo hacia atrás, acomodándome en la cama e incitándolo a que se acostara conmigo. Se colocó encima, entre mis piernas abiertas. Me recostó su miembro hinchado y palpitante. Lo percibí a través de la tela, creciendo más y más, buscando el camino prometido.

Nos desvestimos mientras nos comíamos a besos, acariciándonos abajo con las piernas. 

—Me gusta la suavidad de tu piel —susurró. 

—Es toda tuya —respondí como si conjurara un encanto. 

Escondió su rostro entre mis pechos descubiertos y besó mis tetas con  deleite, chupando su cúpula y lamiendo mis pezones duros y dispuestos para ser lamidos. Alcanzó uno de los  preservativos que yo había dispuesto en su buró y se lo colocó mientras yo le besaba el pecho y el cuello y lo chaqueteaba ansiosa. 

Se arrimó lenta pero seguramente, enfilando hacia mi umbral su palo erecto. Me miró a los ojos antes de penetrarme sin más contemplaciones. Lo sentí en el fondo de mis nervios. Con todo el placer empezando a desbordarse, estiré el cuello hacia atrás mientras él por su cuenta empezaba a gozar de verdad y a moverse despacito, enterrando su pieza hasta la base. 

Abrazados y fundidos en la pasión, nos dimos un banquete, susurrándonos al oído cositas sucias y picantes. Entonces comenzamos a despellejarnos de verdaderas ansias. Me agité siguiéndole el ritmo. Él apretó el paso, yo comprimí mi cuerpo para hacerlo disfrutar más cuando empujó por última vez, aferrando el orgasmo en el mero centro de su frente. Se tragó su grito mientras disparaba dentro de mí.

Nos vamos a llevar muy bien. 

 Hasta el martes, Lulú Petite

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