“Por la puerta de atrás” Por Lulú Petite

30/09/2014 03:00 Lulú Petite Actualizada 08:49
 

Querido diario: 

 Te contaba el jueves que a Carmen le iba muy bien en la agencia de El Hada. Qué te digo, además de guapa, la negrita tenía la sangre ligera y, en el relajo, se dejaba querer. No sé, algo había en su forma de ser, de hablar, de reír y de picarte el ombligo, que siempre sentías que era más tu cómplice que tu colega.

Ya sabes, era de esas personas con propensión a la diablura y vocación de secuaz para cualquier cosa que pareciera divertida. Sexo, chupe, reventón, cumbia, salsa o rock and roll, lo que le pusieras, Carmen era el alma de la fiesta. Además contaba los chistes más cotorros que te puedes imaginar, claro, todos colorados y con más groserías que los de Polo Polo, pero los decía con tanta gracia que, si no hubiera sido tan buena puta, igual la habría armado dando shows de cuenta chistes.

Te lo juro, a veces en la agencia las noches eran largas. Cuando había clientes, el tiempo se iba rápido: cogías, te divertías y, sobre todo, cobrabas. Pero cuando la chamba andaba a la baja no nos quedaba más que hablar de los clientes, de los amores o contar chistes. Carmen era la reina de la tercera opción. Ya te imaginarás que también se los contaba a los clientes, tenía ángel y, como además de hacerles el amor, los hacía reír, no faltaba quien quisiera contratarla. Sus carcajadas eran parte del sonido ambiental del congal, como si estuvieran mezcladas en la música.

Además, tenía un cuerpazo riquísimo. De esos con estructura perfecta, chichis respetables, talle muy delgado, vientre plano y una cinturita de avispa que le hacía lucir unas nalgas francamente espectaculares. De esas que parecen tobogán: redondas y respingadas, atrevidas, seductoras, amplias, muy duras y bien paraditas. Desde luego, eran su principal atractivo.

No sólo por su belleza, sino porque además fue de las primeras de la agencia en dar servicios especiales. Ya sabes a qué me refiero, fue de las primeras que se dejaban ponchar por el asterisco, que atendían por la puerta de atrás, que ofrecían sexo anal.

Te digo que cogía rico. ¿Cómo lo sé? En aquella época, además de los servicios íntimos, esos de encuentros exclusivamente entre el cliente y la chica, trabajábamos en muchas fiestas. Allí no había privacidad, era una batalla campal, donde volaban máscaras y cabelleras, a muchas más de tres caídas y sin límite de tiempo. Un cogedero que daba gusto. Allí todas conocimos los estilos, fortalezas, gustos, disgustos y mañas de nuestras colegas.

A Carmen la llegué a ver varias veces ejerciendo sus artes. Después de un buen cachondeo, untaba una generosa cantidad de gel lubricante a la erección del cliente, se ponía un poco entre sus pompis y se acomodaba boca abajo, con las nalguitas bien levantadas, luego tomaba el pene y con su mano lo llevaba hasta poner la punta justo en su hoyito, entonces se movía despacio hacia atrás haciendo que aquello penetrara poco a poco. Por su expresión era evidente que, al menos al principio, le dolía, pero una vez que entraba parecía potranca desbocada, moviéndose y dejándose clavar hasta las tripas de una forma entre lo sexy, lo escandaloso y lo desagradable.

A la clientela le gustaba la novedad y es que, al menos en la agencia, ese servicio no estaba tan de moda. A decir verdad, los clientes casi no lo pedían y eran muy pocas las que lo hacían. Como que eso comenzó a hacerse más habitual en años recientes con el crecimiento de la competencia, los anuncios de internet y la llegada de extranjeras. Pero en ese tiempo pocas despachaban por la retaguardia y no era algo que la clientela exigiera.

Hoy sí, no es que lo exijan, pero muchos preguntan, otros lo piden y algunos insisten. Eso sí me choca, que insistan. En la prostitución hay que tener muy claro qué estás dispuesta a hacer. Yo no sé si duela, si se sienta rico, si sea un suplicio o la octava maravilla del mundo moderno. Simplemente nunca he querido tener sexo anal, por negocio ni por placer, es zona prohibida, no se toca, no juega, no participa, así, sin más explicaciones.

El caso es que cuando El Hada corrió la voz de que Carmen ofrecía el servicio, le llovieron los clientes con ese apetito.

En realidad había muchas cosas en el mundo del sexo que yo no conocía y que seguramente no habría conocido de no ser por mi trabajo como prostituta. Principalmente fue en orgías donde vi de todo. No me enorgullezco de aquellos días, pero francamente tampoco me arrepiento, son experiencias.

Creo que la vida es así, nos pone dónde nos toca, para que cada quien resolvamos nuestros propios rompecabezas. Cada persona debe domar a la fiera que le toca por destino. A algunos les toca una vida tranquila, sin sobresaltos ni complicaciones, como amaestrar a un french poodle. 

Otras personas se las ven más canijas, les toca domesticar tigres. Yo siempre pensé que a mí me había tocado aprender a nadar con tiburones y, hasta la fecha, sigo tratando de buscarlos chimuelos.

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