Llegó a lo más hondo

Sexo 28/11/2017 05:18 Lulú Petite Actualizada 08:38
 

Querido diario: Me gustan los hombres viriles. La forma en que se imponen con su presencia, cómo destacan entre multitudes, el modo en que miran. Moisés tiene ese algo que me pone cachonda. Su cuerpo es macizo, pero no tipo gimnasio, sino correoso. Además tiene una cara chula. No bonita, sino salvaje, es tosco, varonil.

Quedamos en el motel de siempre y, aprovechando que era temprano y tenía tiempo de sobra para llegar, me di una ducha caliente.

Saliendo del baño, atravesando una nube de vapor y rocío tibio, me acordé de que hace unos meses soñé con él. No fue gran sueño. Simplemente uno de esos en los que aparecen personas que conoces, pero no sabes bien qué hacen allí. Recuerdo que en el sueño, él me había llamado para trabajar, pero en vez del motel, terminábamos viéndonos en mi casa, y en lugar de coger, queríamos ver una película, la buscamos en Netflix, pero nunca la conseguimos. Salí de casa con la idea de comentárselo.

En su habitación se oía música. Algo en la tele. Toqué la puerta y abrió con velocidad de látigo. Dispuesto, nervioso y medio hiperactivo. Me dio un beso en la boca y me abrazó con fuerza.

—Qué bueno volver a encontrarte, Lulú —dijo con la calma que a veces le falta.

Hablamos un poco de ésto, otro tanto de aquello y algo más de lo otro. Entre historia e historia, olvidé contarle lo de mi sueño. Total, ya habíamos pasado a soñar en vida. Lo ayudé a quitarse la camisa, blanquísima, y lo despojé del cinturón sonriéndole con picardía, mientras me ponía de rodillas.

Sus dedos fríos y suaves rozaron mis hombros. Lentamente, mientras  yo metía mi mano debajo de su bóxer, me iba descubriendo. Desabrochó mi sostén y, con delicadeza, lo colocó sobre un sillón junto a la cama. En ese momento saqué su pieza a la luz. Estaba más que listo. Tieso, tenso, prensado. En mi mano se sentía como un bastón de policía, que además se sentía como si vibrara.

Empecé a chaquetearlo, al mismo tiempo que le besaba el abdomen. No tardó en entregarse. Sus leves gemidos y el gesto de rendición: su rostro hacia el techo, su cuello hacia atrás, como si implorara o agradeciera. Entonces tomé un condón, lo abrí con los dientes y se lo coloqué en la corona. Cuando empecé a bajárselo con la boca, Moi se estremeció por dentro, pero se mantuvo incólume, disfrutando cada sensación. Sus manos se tensaron sobre mi espalda y sentí su cálido agarre en mis hombros.

Se lo chupé por un buen rato, a ratos lento y sensual, lamiéndole el palo y las bolas, y a ratos rápido, metiéndomelo casi entero en lo más hondo de mi garganta, sintiéndolo pulsar entre mi lengua y mi paladar.

Me acosté bocarriba y le di la bienvenida. Se colocó encima y me tomó por la cintura, con firmeza. Ni siquiera usó las manos. Enterró su ricura de hombre como una estaca. Mi entrepierna húmeda lo recibió gustosa.

Moi comenzó a moverse, atrás y adelante, encajando su cadera en la mía, hundiendo su miembro prensado y venoso una y otra vez, cada vez más rápido y más duro. Lo agarré por las nalgas y, clavando mis dedos en sus músculos, lo atraje más hacia mí.

Él me besaba el cuello, me lamía las tetas, se regodeaba en mis pezones, rígidos y sensibles, mientras mi cuerpo mandaba señales y la piel se me ponía chinita. Podía percibir cada tramo de su anatomía, cada centímetro de su robusta dureza, rozando las paredes internas de mi umbral, generándome un calor riquísimo por dentro, avivando una llama que no tardaría en quemarnos a ambos. Llegado a cierto punto, las piernas empezaron a temblarme. Moi seguía imparable, revolcándome por la cama, dándome y dándome, empujando su virilidad enterita en mí. Entonces ocurrió. Apretamos nuestros cuerpos y lo dejamos fluir todo, como chorro a presión. Disparamos nuestro placer y sentí el bombeo de su pene en mí, el pálpito de su explosión húmeda. Divino. Exhaustos y desorientados, yacimos acoplados un par de minutos. 

—El otro día te soñé — Me dijo cuando nos despedíamos —Ibas a venir a mi casa, ya sé que no vas a casas, pero se vale en sueños ¿No?.

Me reí muy sorprendida, pensando en el sueño que tuve con él, pero no se lo conté. Pensé que creería que estaba loca o mintiendo, luego decidí contarle por aquí. Dos personas con el mismo sueño ¿Será coincidencia?

Besos, Lulú Petite

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