A un principiante

26/08/2014 03:00 Lulú Petite Actualizada 17:43
 

Querido diario: 

No pocas veces me contratan hombres con poca experiencia (no juzgo) que, cansados de darse amor a mano, reúnen ahorros y coraje para llamarme e intercambiar bienes por servicios.

Casi todos averiguan o preguntan y más o menos parece que saben manejar lo que traigo entre manos (o piernas), pero de vez en cuando me toca un alma pura, de esas que provocan ternura cuando de los nervios no saben ni por dónde comenzar.

Hoy me tocó uno de estos. Era muy alto y delgado, de piel blanca y pelo rubio muy rizado, como si tuviera la cabeza llena de caracolas. Al reunirnos en la habitación me saludó con un intento de abrazo y beso en la mejilla, que acabó con un "pomulazo" mal dado que me hizo reír.

Él debió de avergonzarse, porque bajó la mirada y me invitó a pasar con un gesto mudo y rígido. Lo agarré del cuello de la camisa para bajarlo a mi nivel y le planté un beso de esos que te dejan medio ido unos segundos.

—¿Nervioso? pregunté con suavidad quitándome la chaquetita que llevaba puesta. El chico se encogió de hombros, desviando la vista. Le volví a agarrar y vuelta al beso. Sabía rico, como si acabara de tomarse un dulce de uva. Aprendía a buen ritmo. Le ardía el rostro bajo mis manos. Las suyas seguían tensas, inertes a los lados, así que las cogí y guie. Le gustó que las pusiera alrededor de mi cintura, así que las dejé ahí y le incité a besarme el cuello, cosa que hizo encantado.

Poco a poco, fue tomando el mando. Pasé de estar besándolo de pie a tumbada en medio de la cama, con él encima y teniendo demasiado cuidado de no molestarme con su peso. Así y todo, parecía darle miedo ir más allá, así que le hice levantarse un momento y empecé a desabrocharle la camisa, cosa que le inquietó un poco.

—Hay cosas muy bonitas que nos estamos perdiendo por culpa de la ropa, expliqué, levantándome el vestido hasta la cintura e incitándole a sacármelo. Lo hizo dudando y se sonrojó tremendamente cuando descubrió mis pechos.

—Perdón. Me gusta verte los senos por Tuiter  —dijo— desviando enseguida la mirada.

—¿Perdón por qué? Muchos pueden verlos en Tuiter, pero ahora mismo tú eres el que tiene la oportunidad de tenerlos un ratito sólo para ti, tragó saliva y sus ojos recorrieron de manera fugaz mi cuerpo semidesnudo. ¿La vas a aprovechar?

—¿Puedo?

Por toda respuesta, le cogí por los hombros y le metí la cabeza entre ellos. Besó mi escote con los ojos cerrados y contorneó con la lengua el borde superior, cosa que me pareció bastante innovadora. Gemí y le encantó, y le animé a quitarme lo que me quedaba de ropa.

—Los zapatos no —me pidió cuando se estiró hacia mis tobillos para sacarme del todo los calzones—, los zapatos déjatelos.

—Son bonitos, admití.

—Tus pies se ven bien con ellos.

—Ay, ven aquí, le atraje y le besé otra vez, sintiendo cómo una mano subía y me buscaba el pezón con cuidado. ¡Por fin tomaba un poco la iniciativa!

Me pregunté si una mamadita sería mucho para mi cliente, pero él decidió antes y me tumbó otra vez boca arriba.

—Dime qué tengo que hacer, me pidió.

—Lo que quieras amor, reí, enternecida. ¿Qué tal te guste aprender una nueva habilidad con los dedos? Se puso rojo mientras llevé su mano a mi entrepierna. Con cuidado, le cogí los dedos índice y pulgar y empecé a acariciar con movimientos circulares mi clítoris, soltándole poco a poco para que lo hiciera él. Agarró la onda de volada, y se inclinó para lamerme con su afilada lengua uno de los pezones hasta dejarlo rugoso y erecto, pidiendo más mimos. Le iba susurrando para que acelerara o ralentizara el ritmo, y entonces volví a cogerle la mano.

—¿Qué, lo hago mal? se asustó.

—No, lo haces tan bien que toca lo siguiente. Haz así —le invité a meter su dedo índice con precaución dentro de mí, la puntita solamente. Me acarició el borde y me fue penetrando despacito con el dedo, sacándome diversos sonidos que alentaban más su erección. 

Incorporó otro dedo y palpó las paredes de mi vagina, continuando la estimulación del clítoris con el pulgar por iniciativa propia, algo que me sorprendió. Tenía unos dedos muy largos y hábiles, casi hechos para dar placer. Tanto, que yo ya estaba más que lista. Me estiré para coger un condón.

—¿Ya? se sorprendió. Sin darle tiempo a pensar, me doblé sobre él y me aseguré de que su miembro, de largo medio y más bien fino, estuviera a punto. No le hacía falta nada más, así que le puse rápido la gomita y le llevé hasta la misma entrada, y a partir de ahí fue él solo.

Me había puesto tan caliente, que desde el principio le dimos duro, intentando aliviar ese picor que nos molestaba a los dos. El muchacho perdía un poco el ritmo a veces, pero yo le ayudaba a retomarlo y me colocaba de forma que los dos sintiéramos un chispazo de placer con cada penetración. Se vino en poco tiempo, y las últimas arremetidas con que le exprimí me hicieron venirme a mí, jadeante entre sus brazos.

Qué rico esto de guiar a un principiante.

 

Hasta el jueves

Lulú Petite 

 

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