“Cincuenta sombras ¿más oscuras?”, por Lulú Petite

24/02/2015 03:00 Lulú Petite Actualizada 09:02
 

Querido diario:  He de confesar que, hasta el momento, no he visto las Cincuenta sombras de Grey. Había quedado de ir ayer con César, pero no sucedió. Llegó a mi casa temprano y en lo que daba la hora de la función nos quedamos platicando.

Compré el libro hace mucho sin saber que era un fenómeno mundial que estaba mojando pantaletas en cinco continentes, me llamó la atención ver en una prestigiada librería una enorme pirámide de un libro que se anunciaba como el éxito editorial para adultos de la década. Caliente como soy y aficionada a la lectura erótica, de inmediato pedí el mío.

La novela cuenta la historia de Anastasia Steel, una estudiante de literatura inglesa, a mi gusto más tarada que ingenua que, casi por casualidad, conoce a Christian Grey, un joven, guapo, perturbado y multimillonario empresario que se encapricha con hacerle el amor entre nalgadas a la candorosa protagonista.

Para no hacértela larga (la historia), Ana se enamora del millonario, pero como él no cree en el romance y sólo le gusta el sexo a guamazos, comienzan una relación de amo y esclava que, durante tres gordos libros, narra un estira y afloja entre amor, sexo, regalos costosos y sadomasoquismo. Eso sí, es menos una historia de sexo despiadado y más la de una cenicienta lujuriosa.

Al final, después de darse por cuanto agujero y recetarse algunos clichés del sexo rudo, llega un colorín más “vainilla” que colorado.

El caso es que, desde el estreno de la versión cinematográfica, han cundido noticias que están para morirse  de risa y han inspirado una divertida colección de anécdotas, notas y memes:

Primero, porque por alguna razón, a las funciones van mucho más damas que caballeros. El libro se ha publicitado principalmente como porno ligero para amas de casa, algo como para que las que crecieron con Crepúsculo tengan una nueva trilogía que haga volar su imaginación y ponga a trabajar sus dedos. Ves desde adorables abuelitas, hasta postadolescentes que deben probar, credencial de elector en mano, si pueden pasar o deben mandarlas a Bob Esponja.

En un cine del Distrito Federal un adorable dulcero, portaba un letrero que decía “No soy Cristian Grey, pero te puedo hacer lo mismo ¿Te animas?”. Algunas se tomaron fotos con él para compartirlas en redes sociales. Dice la leyenda que incluso una le tomó la palabra.

El fin de semana del estreno, en un cine de Sinaloa, fue detenida una mujer que, entusiasmada por la película, desabotonó su pantalón, metió los deditos mágicos y comenzó a masturbarse.

Como iba más caliente que penosa, el sonido de alta fidelidad no fue suficiente para disimular su orgasmo y provocar que los recatados cinéfilos que abarrotaban la sala, presentaran la denuncia que llevó a la adorable masturbadora a salir del cine escoltada por honorables guardianes del orden.

Según la ley, en Culiacán, realizar actos sexuales en lugares públicos es una falta a la moral, las buenas costumbres y el decoro, y puede castigarse con multa de 5 a 20 salarios, así que el chistecito le habrá salido a dedos traviesos entre 350 y 1,400 pesos, además, de no haber terminado la película.

Para poner la cereza en el pastel de notas chuscas, en la semana se hizo viral un divertido video en el que tres estrellas porno Mercedes Carrera, Nadia Styles y Nina Elle explican con mucha puntería, las cinco razones por las que ellas, dignas representantes de la industria del entretenimiento para adultos, odian la película:

Uno. Porque es un cliché del hombre dominador y la mujer sumisa. Aburre; es lenta, misógina y anticuada.

Dos. Porque los boletos de cine son caros. ¿Por qué pagar por ver sexo fingido cuando en internet puedes ver sexo real gratis? (Probablemente con mejores diálogos).

Tres. El libro está mal escrito e insulta a la pornografía.

Cuatro: No es sexy. No enseñan. Es un porno tan light y falso que ni siquiera ves el pene del actor. “Si estás avergonzada de ver porno, y no lo estás por hacer fila para ver las Cincuenta sombras de Grey es una locura ¡Ve porno!” Reclaman.

Cinco: Sugieren apoyar el cine independiente.

No sé, no he visto la película, pero si se parece al libro ciertamente puede ser más cachondo ver porno en casa. De cualquier modo, cuando llegó la hora de irnos al cine César y yo estábamos a la mitad de un beso delicioso.

Puso su mano en mis piernas y con sus labios rozando los míos me preguntó si nos íbamos. Entonces deslizó su mano y la metió entre mis muslos, sobre los jeans y apretó, con cierta violencia juguetona mi entrepierna, provocando que una lujuria morbosa me dominara.

—Al diablo la película— respondí. Me monté en él y mientras me apretaba las nalgas con una mano y buscaba mis pechos con la otra comencé a desabotonar su camisa.

—Espera un momento— Le dije de pronto. Fui a mi recámara y saqué de mi cajón unas esposas, una mascada, cuerdas y un dildo.

¿Para qué ir al cine? Si podía tener mis sombras en casa.

Hasta el jueves

Lulú Petite

 

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