Me lo masajeó

Sexo 23/05/2017 05:00 Lulú Petite Actualizada 05:00
 

Querido diario: A veces una anda con buena suerte. El acento del cliente era norteño, cosa que me pareció de lo más normal, pues estaba de gira en Monterrey.

Le expliqué al teléfono los detalles del negocio: besitos, caricias, sexo oral, vaginal, todo lo que quisiera en una hora, siempre con condón.

Escuchó atentamente antes de quedar conmigo. Agendamos en el motel Mirador, a eso de las 4:30. Llegué puntualita y de buen ánimo, la habitación estaba abierta y él me esperaba desnudo, en el jacuzzi, tomándose una Tecate.

Verlo me sorprendió un poco, quien por teléfono sonaba como un hombre más maduro, en realidad era mucho más joven y atractivo. Alto, blanco, delgado, bonita figura, duro sin llegar a mamado, cabello castaño, mirada profunda, ceja poblada y sonrisa seductora. Tenía las manos más seductoras que puedas imaginar, pero de eso me di cuenta después.

Tras hacerme pasar, empezó a preguntarme cosas de mi vida, así como si nada, mientras yo me ponía cómoda. Cuando volteé a verlo me di cuenta de lo atractivo que es. Entonces me aclaró que no es de Monterrey, es del país más bonito de Europa, pero lleva tanto tiempo viviendo allá que ya es tan regio como una carne asada.

Luego me contó un poco de él. Se acercó a mí con cautela y me abrazó bordeándome lentamente por la cintura. Lo miré a los ojos y sonreí. Tenía algo distintivo, una especie de encanto.

Me pidió que me tumbara desnuda en la cama boca abajo y puso en el buró una botellita con aceite para masajes. Entonces me regaló el don de sus manos. Dejó caer un poco del aceite sobre mi espalda, el frío refrescante me provocó un espasmo que se calmó de inmediato cuando él comenzó a esparcirlo con sus manos por mi cuerpo.

Tocaba mi espalda, pero luego bajaba a mis muslos, a mis pantorrillas, a mis brazos, en el paseo de sus manos por mi anatomía, en los momentos más inesperados sus dedos rozaban mi vulva que estaba empapada por las caricias de ese hombre tan hermoso. Fue un buen rato de masaje, pero se me fue en un segundo. Cuando terminó, yo deseaba tremendamente que me cogiera.

Nos besamos sin mediar más frases, concretando el objetivo de nuestro encuentro. Sus labios eran deliciosos, me encantó besarlos y pasarles la lengua. Su aliento era fresco y su técnica para besar exquisita. Me apretó por la cadera y me atrapó así. Con la punta de su lengua fue recorriendo mi cuello y mi pecho.

Nos tumbamos sobre la cama y empezó el ruedo. Mi cuerpo se rindió ante sus avanzadas decididas. Apreté su torso contra el mío y sentí su pecho aplastar suavemente mis tetas. Alcé las rodillas y lo rodeé por la cintura. Rodamos entre las sábanas acariciándonos, estudiándonos y descubriendo la tersura húmeda de nuestras pieles erizadas. El deseo nos envolvía.

Enterré las uñas en las sábanas cuando, tras colocarse el preservativo, me atravesó con su pene duro y palpitante. Rodamos nuevamente agitándome al ritmo de sus esfuerzos forajidos. Su sexo era rosado y hermoso. Sus dedos se marcaron en mis nalgas, que se estremecían con cada movimiento que realizaba, dándole vueltas a mi cadera y restregando mi clítoris contra su ingle.

Mis tetas ahogaron sus gemidos y él las besó con dulzura, lamiéndome los pezones. Gemí, gruñí y empujé mi pelvis contra la suya para mejor placer. El deseo se chorreaba entre mis piernas. Él se aferró a mi cadera con ambas manos y estiró su torso para levantarme, penetrándome hasta lo más hondo de mi ser.

Después de recuperar un poco las fuerzas, me fui al baño. De buena gana me habría quedado otro rato, pero el tiempo había corrido y tenía más compromisos que atender en Monterrey. Me despedí de él con un beso en su boca. Se siente tan bien decirle hasta pronto a alguien que te acaba de provocar un orgasmo delicioso.

De vuelta a mi habitación, leyendo los mensajes que tenía en mi celular, todavía sentía sus manos acariciando mi cuerpo, ese tacto europeo que supo ponerme a mil. Seguí caminando y alcé los hombros sonriendo. Aún no me iba y ya estaba pensando en volver pronto a Monterrey ¿Quién sabe? Con suerte el europeo llama de nuevo y me vuelve a poner una cogida tan rica como la que me llevó a escribir estos recuerdos.

Hasta el jueves, Lulú Petite

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