¿Tu bulto es benigno?

Sexo 23/03/2017 05:00 Lulú Petite Actualizada 05:00
 

Querido diario: José Luis tenía un pequeño tumor en el cuello.

 —Es benigno —me explicó.

De cualquier modo, la noticia me sobresaltó. Es un buen cliente y lo aprecio. La primera cita que tuvimos fue hace casi tres años, lo del tumor me lo contó hace poquito más de un mes.

Le sobé el cuello y hundí el índice. Él me pidió que lo hiciera. Supuestamente, así podría sentir el tumor. Una bolita, me decía, pero la verdad, sentí escalofríos y preferí no seguir hurgando.

—¿Te duele? —pregunté.

Alzó los hombros. Luego me explicó que no sentía nada, salvo que estaba eso ahí, como una pelotita que su cuerpo había absorbido. También me contó que su médico quiere operarlo dentro de unas semanas y que por eso quería verme, pues después venían días de reposo. Algo en la forma que lo dijo me enterneció mucho y se me antojó darle un fuerte abrazo.

Me recosté encima de él, dejando que mi cabeza descansara sobre su pecho. Oí sus pulmones botando y tragando aire, su corazón palpitando como un reloj suizo. Me acarició el cabello y la espalda. Sus dedos, que son gruesos, se sentían como esponjas secas, una sensación extraña que me daba esa grima rica que a veces dan algunas cosas.

Mi piel se erizó y sentí una brisa divina recorrer todo mi cuerpo. Cuando su otra mano se incorporó al toqueteo cachondo, me olvidé por completo de lo que estábamos hablando. Alcé la cara y lo miré como cuando ya no hay palabras que expliquen mejor la situación que nuestras propias miradas. Me devolvió el gesto con sus ojos almendrados. Fue como si le brillara el iris con un destello. Iba a quitarme los zapatos para acomodarme mejor en la cama junto a él, pero me pidió que no me los quitara. Lo miré sorprendida con una sonrisa pícara.

—Por si no salgo vivo del quirófano —dijo entonces en tono mamón.

Le pellizqué una tetilla, pero con cariño, para que dejara de decir tonterías y no llamara a la mala suerte. En realidad, la operación a la que va a someterse es de mera rutina, nada por lo cual preocuparse. 

Entonces me tomó las manos delicadamente  y me llevó hacia él. Quedamos ambos de costado, mirándonos fijamente, muy cerca, irradiando un magnetismo desde nuestros pechos, desde nuestros labios a punto de colisión.

Nos besamos sin más preámbulos ni dilaciones. Su bigote acariciaba el borde de mi boca cuando nos besamos. Sus manos descubrían las curvas de mi cadera, mis nalgas, mis piernas. Entonces juntamos las entrepiernas para reconocernos ante la acción que vendría.

—¿Y esto también es benigno? —pregunté en un susurro, tocando su paquete tieso.

Se carcajeó y dijo que ese era el más benigno de todos. Me aferré a su espalda cuando se acercó más y se puso encima. Abrí las piernas y sentí el talle de su miembro, dureza y temperatura.

José Luis empezó a besarme el cuello, los hombros, las tetas. Sus dedos ágilmente iban al ras de mi piel, generando oleadas de sensaciones. Se me enchinó todo el cuerpo y no me quedó más remedio que entregarme por entero.

Me mordisqueó el borde de la oreja y me susurró frases cachondas que me pusieron más a tope. Pronto me humedecí y me fui a ese lugar de la mente en el que el placer se siente mejor y más rico, donde nada importa y el tiempo es distinto, pues parece correr más rápido, aunque da la impresión de que está detenido y de que va a durar por siempre.

El peso de su cuerpo sobre el mío, su pecho desnudo sobre mis tetas, sus ruidos guturales, su sudor mezclándose con el mío, era demasiado encantador. Eché la cara hacia un lado, entre confusa y al borde del clímax, y mordí la cobija que se arremolinaba a nuestro rededor. Clavé mis uñas en sus hombros y empecé a repetir su nombre, gimiendo y gruñendo de goce. Él apretó el ritmo y echó un último empujón, dejándolo todo, echándolo todo afuera. Se enterró lo más que pudo en mí y exhaló como si tuviera frío o le estuviera arrancando la vida.

Cuando nos despedimos él se estaba acariciando el cuello, como que agarró la costumbre de tocarse   aquella bolita que le salió.

Ayer me habló, sólo para saludar.

—¿Cómo te fue en la operación? —  pregunté.

—Pues, ¿qué te digo Lú? No era benigno, dijo, y yo sentí un agujero en la barriga. Me contó que está en quimio y radiación, que tiene muy buenas posibilidades de remisión. Lo oí esperanzado, pero distinto. Sin duda hay noticias que te cambian. ¿Verdad?

Un beso, Lulú Petite

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