Se chorreó a borbotones

Sexo 23/02/2017 05:00 Lulú Petite Actualizada 05:04
 

Querido diario: Alfredo es un cliente de unos 50 años que se divorció hace tiempo y me llama de vez en cuando. El jueves lo hizo. Quería terapia ese mismo día. Yo estaba comiendo cuando sonó el teléfono. Había mucho ruido de su lado del teléfono.

—Estoy en mi coche —dijo.

Se escuchaba atronador el tráfico chilango: bocinazos, gritos y motores. La ciudad loca.

Unos minutos después, en la habitación todo estaba más tranquilo.

—¿Desde cuándo no nos veíamos, Lulú?

Me puse un índice en la quijada, con histrionismo y traté de recordar. Lo miré directo a los ojos y le sonreí:

—Demasiado tiempo, Alfredo —dije pícaramente—. ¿Por qué no me habías llamado?

—Bueno… —empezó a hablar como si le faltaran palabras—. He estado ocupado y por si fuera poco falleció uno de mis mejores amigos.

Me acerqué a él y le di un abrazo.

—No lo sabía. Lo siento.

Me contó que era su amigo de toda la vida. Era un colega del trabajo con el que además había ido a la escuela desde la secundaria hasta la universidad. Alfredo cayó en una profunda depresión. Esas cosas pegan fuerte. Es difícil llevar ciertos duelos, pero el de los amigos es distinto, porque la gente no lo entiende igual. Cuando fallece un familiar, te dan días para recuperarte y consuelo de todos, aunque no fuera un familiar a quien quisieras demasiado, pero cuando muere un amigo, algunos lo toman a la ligera, sin entender el vacío que su ausencia deja.

Alfredo ha ido superando tanto el divorcio como el luto, supongo que, por eso, por estar mejor, hoy amaneció con tantas ganas de coger.

Definitivamente, no puede hacer en terapia lo que viene a hacer conmigo, así que punto para mí. Cierra un ciclo.

Lo ayudé a desanudarse la corbata y acaricié sus hombros dándole besitos en el cuello. Se había afeitado y olía a loción. Su cabello canoso era ondulado y grueso, y se sentía muy viril cuando pasé mis dedos entre ellos.

Estábamos de pie, al lado de la cama. Alfredo apoyó su espalda sobre mi pecho y estiró hacia atrás sus brazos para acariciarme las nalgas. Escurrí mi mano hacia adelante y la deslicé hacia su entrepierna. Toqué por encima del pantalón y sentí su erección en proceso.

—Ya estás aquí —susurré a su oído—. Yo te voy a hacer olvidar todo.

Se volteó con seguridad. Tomó mi rostro con ambas manos y se inclinó para besarme.

Sus labios carnosos invadieron los míos. Lamí su lengua y nos fundimos en un abrazo que más bien parecía un intento desesperado por salvarnos de un hundimiento, de un fuego, de un volcán en erupción. Su pene estaba duro, podía sentirle pulsando, aún a través de las capas de tela que aún nos cubrían.

Como si nos leyéramos los pensamientos, empezamos a desnudarnos. Me volteé para que me ayudara con la cremallera del vestido y arrimó aquella pieza hirviente y portentosa. Su aliento en mi nuca hizo que se me erizaran todos los poros. Íbamos sin frenos, a punto de chocar, pero no nos importaba. Terminamos de despojarnos de nuestras ataduras  formales y ahí mismo, de pie y contra la cómoda al lado de la cama, le ofrecí mi ángulo inverso, me acomodé con los codos sobre la madera y Alfredo se colocó el condón. Lo miré por el espejo, deseosa. Él, justo antes de penetrarme, me miró y sonrió.

Su miembro atravesó la puerta grande y llegó hasta mis entrañas. Lo sentí causar estragos dentro de mí. Lubriqué y sudamos muchísimo. Las manos de Alfredo recorrían mi cuerpo, al que se aferraba a medida que me hacía tambalear. Gemí su nombre y le pedí que no parara, mientras mis tetas rebotaban al ritmo de sus arremetidas. Elevé mis nalgas y arqueé la espalda, empujé a contracorriente para encajarme su garrote hinchado y palpitante. Estaba tan excitado que me excité al borde del delirio.

Me tomó por la cintura. Sentí que sus dedos robustos apretaban suavemente la curvatura de mi figura y me halaba hacía sí, hacia su ingle empapada y cálida. 

—Vente —gemí—, dámelo todo.

Se chorreó a borbotones, arrugando la cara.

Exhaustos, nos abrazamos pegaditos y  me dijo que se sentía bien ahora. 

Hasta el martes,

Lulú Petite

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