“Experimento”, por Lulú Petite

21/04/2015 03:00 Lulú Petite Actualizada 09:19
 

Querido diario: El jueves te conté la historia de Alberto y que comencé con él un experimento. Lo conocí hace unos meses, con 33 años y seguía siendo virgen, más por falta de suerte que de ganas. Era tan tímido que nunca había logrado tener una relación amorosa.

Lo más sorprendente es que es un hombre encantador. La primera vez que hicimos el amor fue un reto. Estaba muy nervioso.

Cuando un cliente está así, lo más importante para poder comenzar, es calmarlo. Primero platicamos. En estos casos hay que buscar un tema que lo haga sentir en su zona de confort. Cosas inofensivas como el clima o el tráfico, luego su trabajo y por fin, sus aficiones. A él no le gusta el futbol, los antros o los deportes, pero es bueno leyendo y le gusta el cine. Conforme fuimos conversando, el sudor de sus manos y el temblor de la voz se calmaron, para cuando me acerqué a él y le di un beso en los labios, supo devolverlo.

El beso fue bueno y las caricias sabrosas. Se dejó desnudar, le desabotoné la camisa y fui recorriendo su cuerpo con besitos. Eso sí, como te conté el jueves, apenas le di tres jalones y ¡zas!, se me vino casi en seco.

Le ayudé a limpiarse y hubo que empezar de nuevo. Apenado por su precocidad y porque, según él, le inspiré confianza, me confesó que era virgen, que tenía la ilusión de que su primera vez no fuera con una prostituta, pero dominado por una calentura, decidió llamarme.

Cuando pregunté si alguna vez se había enamorado, me dijo que sí, pero que tenía mala suerte. Según yo, el amor no es cuestión de suerte sino de ‘colmillo’, ‘pura labia’, como diría mi abuela.

Después de un rato reconoció que siempre tuvo miedo. Al ridículo y, sobre todo, al rechazo. Por eso no se atrevió. Si el amor, como hemos dicho, es una de las fuerzas más poderosas e inspiradoras que existen, una más potente es el miedo.

Miedo a ser heridos, despechados, rechazados, traicionados. Es un temor que nos hace perder las mejores oportunidades.

En la Universidad, Alberto conoció a quien le pareció la mujer más hermosa del mundo. Se hicieron amigos y confidentes. Él se enamoró perdidamente, pero ella no sentía lo mismo por él y, como sucede casi siempre en estas situaciones, las cosas terminaron mal.

Me contó que ya no se hablaban aunque él seguía pensando en ella, espiando su perfil en Facebook y retorciéndosele las ‘tripas’ cuando la veía haciendo su vida.

Después de la charla volvimos a intentar hacer el amor. Sus besos de nuevo fueron deliciosos. Tuvo una buena erección, le puse el condón sin problemas y se vino después de un rato. Quedó muy contento.

Después seguimos platicando. Le conté mi teoría de que todas las cosas relacionadas con el amor y el romance se deben enseñar y se pueden aprender. Él, como hombre de ciencia, dijo que sería interesantísimo comprobarlo, se ofreció de conejillo de indias y comenzamos a trabajar.

Desde entonces tuvimos varias sesiones, viéndonos una vez por semana. Al principio, desde luego, era pagando. Luego dejó de haber sexo entre nosotros y nos seguimos viendo gratis, como amigos detrás del mismo experimento.

Hoy Alberto es otro. Se atrevió a hacer contacto con ella, “la más hermosa del mundo”, decidieron reencontrarse. Supo que ella se casó, tuvo a una niña preciosa y ahora está divorciada. Empezaron a salir, están comenzando una relación y él está muy contento. Se ven tan bien juntos y él se ve tan feliz que mi tarea está terminada.

La última vez que nos vimos acordamos comenzar a publicar los resultados de nuestro experimento: Cómo pasó de ser un solitario a conquistar a la mujer que siempre quiso, pero me advirtió que para que un experimento sea confiable y sus resultados puedan ser considerados serios es necesario estar en condiciones de replicarlo. Si al hacerlo los resultados se repiten, ¡voilà!, querrá decir que lo logramos.

Es por eso que, como dije el jueves, me veo obligada a buscar voluntarios. Sólo necesito dos. Quisiera tener más, pero no podría dedicarles el tiempo necesario.

Un par de personas, hombre o mujer, no importa su edad, apariencia u orientación sexual, sólo necesito que:

1. Le sea difícil encontrar pareja.

2. Sea mayor de edad.

3. Esté enamorado y mal correspondido.

4. Esté dispuesto a recibir consejos y a hacer cambios.

5. Tenga tiempo para dedicarse a sí mismo y a conquistar a alguien.

6. Sepa usar internet.

Si estás interesado envíame un correo a [email protected] en el que me cuentes por qué quieres participar y a quién quieres que te ayude a enamorar. De los correos recibidos elegiré a dos personas. Ojo, esto no se trata de sexo, sino de romance, así que no estoy ofreciendo una cita gratis, ni un curso práctico de cómo coger con especialidad en chivito al precipicio, patitas al hombro y changuito pidiendo pan, sino algo mucho mejor, ayudarte a conquistar a la persona que te gusta. 

¿Cómo ves?.

 

Un beso

Lulú Petite

 

Google News - Elgrafico

Comentarios