Relájate y goza

Sexo 20/07/2017 05:00 Lulú Petite Actualizada 05:09
 

Querido diario: Estos episodios de iniciación ya ni sé cómo contarlos. Contarlos en cantidad, quiero decir. Se llama Alfonso y es sobrino de Manuel. Manuel es cliente. Su esposa es mucho más joven que él, pero casi no cogen. Al menos eso dice él. En esta profesión nosotras siempre nos quedamos solo con una versión y nunca es la de ellas. Manuel dice que a su esposa no le gusta el sexo, por eso él lo busca fuera de casa.

El asunto es que ahora decidió pasar la batuta puteril a su sobrino. Ponchito es un joven tierno, pero tan tímido, que a sus casi treinta no había probado labios femeninos.

De toda la logística se encargó su tío. Muchos hombres maduros ayudan a iniciar a los más jóvenes. Manuel se quejaba de la virginidad de su sobrino como fuera una enfermedad grave y yo la cura.

Yo me lo podía coger, pero la bronca de Poncho es su timidez, no su virginidad y la personalidad de un muchacho no se cambia en una hora ni por acostarte con una mujer. Lo más que podía hacer era procurar que se sintiera cómodo.

Alfonso no es feo. Es delgado, algo pálido y desgarbado, pero lindo. Silencioso, eso sí. Lucía emocionado. Tenía ganas de coger conmigo, pero estaba muy nervioso. Sus manitas temblaban y estaban heladas como témpanos.

Poco a poco lo fui llevando. Nos desnudamos. Todo normal hasta que le quité los calzones ¿Cómo explicarlo? La verdad es que estaba impresionada. No hice ninguna alharaca. Simplemente arqueé la ceja y medio sonreí, saboreando mentalmente aquella pieza respetable y monumental que el destino me había puesto en el camino.

Le extendí la mano a Alfonso, quien tembloroso y entre curioso y comedido, empezó a respirar más agitadamente, observando mis tetas, mis piernas, la curvatura de mi cintura.

Abrí las piernas y lo hice pararse frente a mí. Alcé la mirada y le susurré:

—Relájate. Te va a encantar.

Acaricié su miembro, un digno ejemplar de sus genes de hombres altos y de proporciones largas. Lo vi cerrar sus ojos y echar su rostro hacia atrás, como si saludara al sol o se despidiera apaciblemente de este mundo dejando escapar pedacitos de su alma con cada exhalación y gemido.

—¿Estás listo? —pregunté.

—Sí —respondió con tono tembloroso pero decidido.

Lo ayudé a colocarse el preservativo y lo jalé hacia la cama como si lo llevara a bautizarse en una laguna. Hice que se acostara boca arriba y me monté encima de él, acariciando su pecho y minándolo de besos y pequeños mordisquitos en las orejas y el cuello.

Su pene, una estaca dura y palpitante, tanteaba el terreno, rozando con su corona mi vulva húmeda y cálida.

—Ahora relájate y deja que yo me encargue —le susurré al oído.

Fijó su vista, sus ojos grandes y almendrados, en mis pechos. Cuando me encaramé y acomodé con ambas su pieza enhiesta, dirigiéndolo por el camino que debía seguir, tensó su cuerpo y me apretó por la cintura.

Descendí lentamente, cubriendo cada centímetro de su herramienta.

—Muy bien —dije bajito, como un murmullo—. Me gusta. Tienes talento nato para esto.

Noté que sus ojos permanecían clausurados y que su expresión cambiaba a medida que me movía, meneándome en cámara lenta. De pronto sentí sus manos sobre mi cuerpo. Sus dedos enterrándose en mi piel, en mis nalgas, en el pliego cóncavo de mi cadera. Empujó su garrote jugoso una, dos, tres veces. Sus bolas rebotaron en mi entrepierna cuando empezaron los embates. Para ser su debut, aguantó bastante.

Lo vi morderse los labios, arrugar la frente y morderse los labios. Elevó su torso cuando la adrenalina fue demasiada. Hundió su rostro entre mis tetas y empezó a ahogar los suspiros y los gemidos. Se vació enterito, chorreando su pasión plena dentro de mí.

—¿Te gustó? —le pregunté.

Su respuesta fue tímida, pero tan clara como las ganas de volver a hacerlo. Fogoso como todo novato, aprovechamos la hora, regalo especial de su tío.

Creo que la sexualidad es un derecho. Y cuando una persona tiene dificultades para desarrollarla sanamente, se está perdiendo de mucho. Alfonso es inteligente y creo que, agarrando confianza, sabrá superar su timidez, conquistar a una chica y coger por amor, mientras, me encantará tenerlo como cliente.

Hasta la próxima, Lulú Petite

 

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