Se lo hago gozosa

Sexo 19/07/2016 05:00 Lulú Petite Actualizada 05:00
 

Querido diario: Habitación 406. La tercera del lado derecho del pasillo saliendo del elevador en el cuarto piso. Camino, la alfombra de siempre, el corredor con la media luz pecaminosa, el ruido sutil del pecado dentro de las habitaciones cerradas. 401… 402… 403… 404… 405… ¡Listo! 406. Respiro profundo. Acomodo mi cabello, paso las manos sobre mi vestido hasta tocar mis muslos, cierro el puño de la mano derecha y golpeo con mis nudillos la puerta. Toc, toc.

Me había llamado temprano un tal Nico y dijo que, en una conversación entre amigos, le habían hablado de mí, me buscó en internet y, después de pensarlo un poco, decidió contratarme.

Se abre la puerta. Nico es un hombre con cara de decente, me recibe con una media sonrisa, viste una camisa tipo polo, un pantalón beige y mocasines color café. Su piel es blanca, sus ojos pequeños y, al parecer azules, tendrá más de sesenta años y muy poco pelo blanco, al menos en la azotea. 

—Pasa —dice con voz susurrante—, ponte cómoda.

Coloco la bolsa en el tocador, saco los condones y el lubricante y los dejo en el buró, a la mano para cuando sean necesarios. Si los dejo en la bolsa, a veces en lo que voy a buscarlos se rompe la magia, se pierde el momento y adiós a la calentura. Con hombres mayores el riesgo, a veces, es que tardas mucho en lograr que se les pare y, si se les baja, hay que empezar de nuevo. Es mejor tener el hule a la mano. Siempre disponible para cuando se necesite.

Lo miro y le doy la mano. Es la primera vez que nos vemos. Al parecer no tiene prisa, quiere platicar un poco antes de que nos metamos a la cama.

—A ver —dice—. Cuéntame un poco de ti.

No me gustan esas preguntas. Es raro hablar de mí con alguien que, aunque me pague para hacerle el amor, es más bien un extraño. Así que, en automático, empiezo a recordarle mis reglas, lo que podremos y no podremos hacer, pero él me detiene y me dice que eso lo tiene claro y está de acuerdo. Quiere saber de mí. Le invento cosas. Nada que revelara demasiados detalles de mi vida privada, pero tampoco nada que no se sepa en mi vida pública. En el intercambio de preguntas y respuestas voy cambiando la conversación para que el tema sea más alrededor de él que de mí. Muchos clientes quieren eso: ser escuchados. A mí me gusta escuchar. Hay chicas que llegan y ¡zaz! Directo a lo que van. Siempre he pensado que para coger hay muchas opciones y hasta más baratas. Yo no sólo vendo sexo, prefiero creer que rento la fantasía de un romance. Nico parece complacido.

De pronto se pone de pie y, con cierta elegancia y modales de hombre maduro, comienza a desnudarse. Tararea mientras se estira y me mira sonriendo con cierta lujuria. Yo empiezo a desnudarme también. Nicolás tiene sus añitos entrados y se nota que va a menudo a la playa. El bronceado color fanta contrasta con las canas que cubren sus hombros, sus antebrazos, su pecho. Cabello tiene poco, pero le luce bien el corte bajo, sucinto y pulcro. Completamente desnudo, con su pene flácido colgándole entre las piernas se acerca a mí. Se truena los dedos, me toma de la mano y me acompaña a la cama. Antes de tumbarnos en ella me besa intensamente. Su lengua atrevida acaricia mi boca por dentro. Sus labios carnosos envuelven los míos. Me toma por la cadera, me alza brevemente y me coloca debajo de él. Abro las piernas y siento su pene, aún en preparación, acariciando mi abdomen, sobrevolando mis pechos. La cabeza de su miembro comienza a hacerse gorda, a endurecerse, y el tallo se hace más largo. Puedo percibir sus palpitaciones en mi pecho.

Él se apoya en la cama y se inclina para ponérmelo en la cara. Le pongo el condón como puedo, pues aún no está completamente erecto, y empiezo a chupárselo. Lo siento crecer en mi boca.

Ahora sí está listo. Más que largo, se hace gordo. Tan gordo que me es difícil mamarlo más allá de la mitad. Se lo lamo gozosa desde la base hasta la punta, gimiendo y pidiéndole que me lo meta hasta el fondo.

Me coloco de a perrito, aprieto las sábanas en mis puños y recibo su pieza viril en mi vagina chorreando fluidos cálidos. No sé qué me ha entrado, pero también estoy excitadísima. Nico me agarra por la cintura y empuja su cadera una, dos, tres, miles de veces. Mis tetas tiemblan con cada una de sus embestidas. Me aprieta las nalgas antes de correrse oprimiendo su pecho contra mi espalda, boqueando como loco y gruñendo para exprimirse hasta la última gota.

Yacemos boca abajo algunos minutos. Algo me impulsa a preguntarle más sobre él. Me dice algunas cosas que suenan a mentira mientras besa y lame mi espalda. Los minutos pasan.

Me levanto y camino hacia la ducha. Abro el agua caliente y dejo que el chorro me caiga sobre la espalda. Me enjabono el cuerpo, me limpio bien. Me seco frente a él, desnuda. Charlando sobre cosas sin importancia mientras me visto. Él me ve, desnudo, acostado en la cama con las manos en la nuca. Le lanzo un beso al despedirme.

Abro la puerta. Vuelvo al pasillo de tantas veces y lo camino de vuelta. 405… 404… 403… 402… 401… Elevador.

Hasta el jueves

Lulú Petite

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