Israel: Por Lulú Petite

18/06/2015 03:00 Lulú Petite Actualizada 10:26
 

QUERIDO DIARIO:Te voy a decir una cosa con la condición de que no se lo cuentes a nadie. ¿Lo prometes? que quede nomás entre tú y yo. La verdad es que me daría pena que se supiera, sobre todo que él se enterara. No sé por qué, supongo que le daría gusto, pero ya ves, así soy, me gana lo tímida. Así que hagamos ese trato, no se lo cuentes a nadie, que sea ping-pong sin retas.

El asunto es que, por azares del destino, recientemente la casualidad me reencontró con Israel. Un cliente que no veía desde hace tanto tiempo que, en principio, no lo reconocí.

Cuando comenzamos a hacernos el amor, me acerqué a él respirando su aroma masculino, con el dorso de su mano en mi mentón levantó mi cara y me dio un delicioso beso, devorándome los labios. Su beso era tierno, nuestras bocas reencontrándose, sincronizando la respiración y las caricias. Cada movimiento era amoroso, dulce, apasionado.

Fue un cliente de tiempos del hada, de otra época, cuando trabajaba usando otro nombre de batalla y usaba un ‘look’ muy distinto al de ahora. El caso es que me llamó. Él tampoco sabía que era yo, ni siquiera lo sospechaba. Te digo que me veía distinta y si a eso le agregas que no muestro mi rostro, ni cómo atinarle, ¿verdad?

Según él, reconoció mi voz al teléfono y le di informes del servicio. No lo dudo, mi voz es muy peculiar, supongo que es fácil identificarla. Igual no dijo que creía conocerme, simplemente acordamos lugar y hora para vernos.

Pero te digo que el destino cuando tiene un capricho, aunque quieras quitarte, te pone donde te toca. Siempre he tenido la firme convicción de que en la vida estamos predestinados a encontrarnos con determinadas personas; algunas serán efímeras, como estrellas fugaces, otras echarán raíces y se quedarán.

Israel es amoroso. Besándonos, empezó a recorrer mi cuerpo son sus manos. Lo hace bien. Me acaricia la espalda, me come a besos, pasa sus dedos por mis nalgas. Yo le desabotono la camisa y siento la piel de su pecho, siento sus tetillas pequeñas, duras y las pellizco, él sonríe, jadeando y me acerca a su cuerpo agarrándome con firmeza de la cintura. El beso es más apasionado, retiene entre sus dientes mi labio inferior, mientras me aprieta las nalgas con una lujuria tan perfecta, tan invasiva que me hace desearlo profundamente. Nos desnudamos.

Pero te digo que el destino es terco y, cuando te toca, te pone. Una persona puede pasar desapercibida, mientras otra por pequeño que sea el tiempo que compartas con ella, puede dejarte alguna huella profunda. Algo que te hará recordarle.

Cuando Israel me habló estaba ocupada, así que la llamada fue apresurada. A la hora en que quedamos de vernos a él se le hizo tarde y cuando llegó al motel ya le había ganado turno otro que me llamó antes. Tuve que decirle que, a menos que me esperara, no podría atenderlo.

Supuse que lo dejaría para otra ocasión, pero no. Decidió de todos modos pagar la habitación y esperarme en ella. Cuando llegué me recibió con una deliciosa sonrisa.

Israel es un hombre en la cuarta década de su vida. Tiene en su historial dos divorcios y dos chilpayates a los que adora. Es un tipo trabajador y muy talentoso, además es guapo y tiene encanto. Su personalidad es de esas que llaman la atención.

Nos seguimos besando en la cama, completamente desnudos. Sus manos eficientes me apretaban los senos, mientras sus labios me comían los pezones con un apetito insaciable. Con su lengua hacía círculos amplios, mientras me acariciaba por todos lados. Lo hace bien, me tiene tan excitada, que aún antes de que siquiera saque el condón, apenas pone su mano entre mis piernas, siento cómo la sangre me explota en las venas y la luz cegadora se me convierte en un orgasmo fulminante, mientras lo escucho decirme al oído lo contento que está de haberme encontrado. Que me ama, que lo ha hecho desde entonces. Y el orgasmo sigue, como un océano desbordándome los sentidos.

Su reacción cuando me vio fue lo que más me sorprendió: Se puso muy contento y me juró y perjuró que nos conocíamos de aquellos tiempos, cuando ‘taloneaba’ con otro nombre y otro ‘look’, me enseñó textos que había escrito en esa época sobre cómo la había pasado conmigo y demás. Me dijo después y me sacó completamente de onda, que desde entonces está enamorado de mí. Como si el amor fuera una semillita, que se deja sembrada en no sé dónde y de pronto brota con gigantes matorrales. No sé si ‘neta’ me ama o le gusta cómo cogemos, pero se oía bonito.

Te voy a decir una cosa con la condición de que no se lo cuentes a nadie. ¿Lo prometes? Que quede entre tú y yo. La mera verdad es que me daría pena que él se enterara. Después de ese primer reencuentro, nos volvimos a ver una vez más y, de nuevo, la pasé de maravilla. Me encanta. Hoy, antes de dormir, pensando en escribir esto y recordándolo, no pude evitar la tentación, mojé mis dedos con los labios, los metí entre mis piernas y comencé a tocarme, pensando en él. Me vine riquísimo, pero... porfis… no le vayas a contar.

 

Un beso

Lulú Petite

 

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