De pieza gruesa...

Sexo 17/10/2017 05:00 Lulú Petite Actualizada 09:14
 

Querido diario:Gabriel es piloto. Bueno, está entrenando para serlo. Asegura que va a ser de los buenos. Está estudiando en la Fuerza Aérea para volar. Pudo intentar en una escuela de aviación comercial, pero decidió enlistarse. Es un muchacho de muy buen corazón. Lo conocí hace unos meses y supongo que le gustó mi servicio que quiso repetir. Es joven, alto y guapetón. Tiene la piel blanca y la espalda ancha como un refrigerador, se nota que hace mucho ejercicio. Todos los militares con los que he estado son fuertes. No todos tienen necesariamente cuerpo de modelos, pero todos están curtidos, duros, fornidos. Además cogen riquísimo.

Me habló el sábado en la noche.

—¡Hola! ¿Nos podemos ver en una hora?

Como me la había pasado muy bien la primera vez, le dije que obvio, que sí. Y así quedamos. En la hora acordada estábamos en una habitación con vista a la calle. Nunca se puede prever nada, la verdad. En eso pensaba mientras lo veía hablar por su celular, con los codos apoyados en el marco de la puerta. Llevaba por lo menos 10 minutos hablando con una chica que, por lo que decía, parecía que era una ex novia. Miraba su espalda, su silueta de hombre fornido, de nadador, y pensaba para mis adentros, como si quisiera comunicarme telepáticamente con él, que colgara ya, que el tiempo, al menos conmigo, ya estaba corriendo y que lo estaba desperdiciando.

Al cabo de un minuto, quizá más, colgó. Volteó a verme como apenado. La verdad no tenía que darme explicaciones. Yo estaba ahí para él, para quitarle la necesidad de dar explicaciones a nadie, al mundo, a sí mismo.

Le extendí mi mano y se aproximó aún algo consternado. Me puse de pie y lo abracé.

—¿Estás bien? —le pregunté.

Asintió con la cabeza.

—¿Quieres hablar un rato? —pregunté.

Negó con la cabeza.

Lo besé en la mejilla suavemente, una, dos y hasta tres veces. Lo abracé por el cuello y él me tomó por la cintura, cubriéndome con sus brazos largos como lianas. Sentí su cuerpo cálido, su contextura delgada y vigorosa, su cándido miembro despertando de su letargo. Era evidente, no quería hablar sino actuar.

Nos besamos sin mediar más palabras. Rápidamente escurrió su mano por mi espalda y comenzó a bajarme la cremallera del vestido. Me di media vuelta, arrimando mis nalgas contra su pelvis, mientras él bajaba la cremallera y descubría la piel de mi espalda. El vestido cayó al piso, lo que le permitió concentrarse en mis hombros, que pobló de besos. Mis senos encontraron en sus dedos un placer exquisito, mientras pellizcaba suavemente mis pezones sensibles. De espaldas a él, arqueé la espalda y saqué aún más mis nalgas, rozando su erección con mi vulva húmeda, a través de la tela de su pantalón y de mi calzón. Sentí su aliento en mi nuca, sus caricias en mi espalda. Me dejé tumbar boca abajo sobre el colchón, con la cadera alzada y ofrecida enterita para su deleite. Lo escuché abrir el empaque de un condón y luego sentí el tacto de su corona, haciendo notar su presencia en el mero centro de mi húmeda hendidura. Pude sentir el grosor de su pieza, la textura de sus venas vigorosas, de su pulso sanguíneo. Me atravesó sin contemplaciones, incrustando su pala entera, hundiéndola hasta que sentí sus bolas chocando contra mis labios vaginales. Empezó a moverse divinamente, empujando a gusto, incrustando su madero duro en mis entrañas.

—Así, así —gemí estrujando la sábana con las uñas—. No pares, dame más duro.

Sin parar, nos gozamos como animales. Me tenía al borde. Lo sentí al instante. Ese candor interno que se va acumulando, que se va formando, como si se creara, de la nada, en el interior de su cuerpo. Sentí su energía fluir a través de su cuerpo e ir saliendo a chorro dentro de mí.

Exhaustos y satisfechos, nos desplomamos sobre la cama. Él encima de mí, respirando fatigoso y satisfecho, haciéndome sentir segura y como masajeada por el peso de su cuerpo desnudo sobre mi espalda.

Al final me contó de la llamada. Sí, era su ex. Terminaron porque a ella no le gusta que esté encuartelado. Verlo poco. Volar es su pasión y hacerlo para México es su ilusión. Si alguien que está contigo no sabe estar sin ti para que alcances tus metas, no te merece. Seguramente será buen piloto, pero sin duda hará feliz amorosa y sexualmente a la mujer que escoja estar con él, no importa el tiempo que tengan, el lugar donde vivan, ni sus decisiones de vida.

Besos, Lulú Petite

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