¿Cómo me gustan?

Sexo 17/05/2016 05:00 Lulú Petite Actualizada 17:20
 

Querido diario: Me encanta pedalear con energía. Mi cuerpo se desata, se desentiende de mi mente y siento que me deshago. Estoy bien hidratada y siento que, si no estuviera sobre una bici de spinning, podría pedalear la ciudad entera. Me gusta la bicicleta, fija, de ciudad o de montaña, cualquiera me parece un buen ejercicio, oxigena los pulmones, fortalece los músculos, quema calorías y da paz a la mente. Tengo el rostro ardiente por el esfuerzo y gotitas de sudor cubren mi cuello y pecho como un rocío de vapor. Mis muslos arden rico, como después del buen sexo.

Mi amiga Luisa está a mi izquierda, pedaleando lento como si paseara por un parque, con los codos apoyados en el manubrio. Carolina, a mi derecha, está meramente sentada en la bici, casi recostada y apenas dándole a los pedales. Ninguna está realmente interesada en hacer ejercicio. Luisa tiene la mirada fija en el espejo de enfrente, que refleja el área de pesas, donde algunos tipos hacen ejercicios. A Luisa le encantan este tipo de cuerpos. Carolina, en cambio, parece más interesada en lo que tienen dentro de la cabeza, está meditabunda. En cualquier caso, me parece que a ella le van esos hombres tipo urbano, ese estilo de hípsters treintañeros con barba de leñador, café en mano y costumbres de lo más mamilas. Igual son del tipo que más la entusiasma, pero eso no significa que sólo pruebe con hípsters. Le he conocido toda clase de novios. Creo que, a la hora de la hora, simplemente se deja llevar por las ganas de coger y ya.

Pero entonces me puse a pensar en lo que me gusta a mí, en cómo veo yo a los hombres y cuál es el tipo de hombres que me gustan. Porque, afrontémoslo, obviamente me acuesto con los que pagan y saben tratarme bajo las normas del contrato, pero ¿hay alguna personalidad o prototipo fijo que me atraiga? Me gustan altos, aunque no me molestan los chaparritos. También me gustan bien arreglados, así como educados y complacientes, dulces e intensos, sagaces y voraces en la cama. Algo de intelecto nunca está de más. La inteligencia y el sentido del humor son sumamente atractivos. La verdad, me gustan todos. Con sus estilos, sus complejos, sus historias, sus defectos y sus limitaciones.

—Oigan —dice de pronto Luisa levantando un dedo, como si acabara de descubrir la verdad oculta sobre el origen del Big Bang.

Entonces comienza a decirnos, quedito, que le gusta el chico que está al fondo, haciendo ejercicios en el aparato para tríceps. Pide opiniones sobre la mejor manera de acercarse a él, mientras le dedica desde el espejo una mirada desafiante, como la que le echaría una leona a un cachorro de cebra que aún no sabe que fue elegida para el almuerzo. Yo metí velocidad a la bici. Miro mi reloj. Ya han pasado los 30 minutos. Afinco los pies y pedaleo en una recta final imaginaria. Luego voy bajando la velocidad poco a poco, tomando copiosas bocanadas de aire, y me detengo.

Luisa interrumpe la explicación de su plan y nos pregunta cuál de los mamados nos gusta más a nosotras.

—El moreno —dice Carolina sin pensarlo dos veces. Yo sonrío sin contestar.

Al final Luisa tomó valor. Simplemente la vimos levantarse, caminar hasta allá y sacarle plática, poner cara de inocente y sonreír como edecán de Colgate. Eché un vistazo a todos los fortachones y, ciertamente, ninguno me llamó la atención ¿Cómo me gustan a mí? Volví a preguntarme.

En eso vibró mi cel. Era un cliente que ya conocía. Nos habíamos visto un mes atrás. Le dije que podía atenderlo en cuanto estuviera lista. Me puse de pie y Carolina me preguntó a dónde iba. Sonreí y le dije que tenía que trabajar. Finalmente, no era mentira.

Me duché en el gym, me puse el vestido que cargo en el coche por si surge chamba y manejé al motel. Fui a su habitación y me recibió entusiasmado. Se notaba que estaba deseoso. Se veía atractivo. Entradito en años, con algunas canas en las sienes, antebrazos sólidos, quijada cuadrada, con un poco de sobrepeso (el que llega los años) y con una plática divertida e inteligente (la que llega con la experiencia).

Es un hombre recién divorciado y parece que quiere recuperar el tiempo perdido (O aprovechar el tiempo ganado). En una hora no paramos. Me hizo un masajito, después de unos besos hicimos un 69 que casi me hace estallar.

De pronto, me levantó en vilo tomándome de la cintura con sus brazos fortachones y me puso de a perrito. Untó mis propios jugos con sus dedos índice y medio a lo largo de mi sexo y me la dejó ir con la fuerza de un relámpago. Lo sentí entrar fulminante, pero me tenía tan caliente que una descarga de energía se apoderó de mis sentidos. La sangre me palpitaba tan fuerte que la sentía latir en mis sienes, mientras él, con sus manos tiernas y fuertes, que me sostenían por la cintura y me apretaban como me gusta. Podía sentir su herramienta prensada golpear dentro de mí. Lo podía ver por el espejo, como a los tipos del gym. El pecho se le enrojecía y su expresión se iba transformando en un poema al acercarse el momento en el que se derramaba. Me vine unos segundos antes que él. Divino.

Creo que así es que me gustan a mí. Mi hombre ideal vive la vida y sabe coger.

Hasta el jueves

Lulú Petite

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