“Mi doc” Por Lulú Petite

16/12/2014 03:00 Lulú Petite Actualizada 07:09
 

QUERIDO DIARIO: Te decía el jueves que, después de la pésima experiencia con el médico de La Raza, hoy te contaría de mi Doc, un hombre adorable que, vino a restablecer en mi corazón el buen nombre de tan noble profesión.

Es un tipo que sabe escuchar. Tiene vocación de confidente, oídos de psicólogo y corazón de monje tibetano. Es enorme, como un cerro. No gordo, más bien es robusto como ahuehuete, él dice que es de huesos anchos, yo creo que más bien es un ropero.

Su trabajo como médico es de los más necesarios y también de los más frustrantes, es cirujano, trabaja en urgencias y terapia intensiva. A su quirófano llegan casos imposibles, de esos que requieren más de milagro que de ciencia. Me ha contado cosas dramáticas y otras hasta chuscas.

Yo no sabía, por ejemplo, que mucha gente llega a urgencias con fractura de pene. Ahora sí que roto a sentones. Yo creí que era cotorreo:

—Pero si el pene no tiene huesos.

—Es una lesión en un tejido que envuelve al pene. Generalmente durante el sexo rudo se escucha un chasquido, el hombre pega un grito y ahí queda el pobre miembro, flácido y amoratado.

—¡No manches! ¿Y cómo se cura?

—Cirugía

—Dudo que muchos quieran que les acerquen un bisturí a su soldadito, por más caído que esté.

—Dudo más que prefieran arriesgarse.

—¿A qué?

—Depende del daño, desde dolores crónicos a disfunción eréctil

—¿No ‘paraguas’?

—¡Ni en chubasco!

Es un hombre inteligente y exageradamente culto, especialmente para la música. Parece un clon de Jaime Almeida. Se las sabe todas. Por artista, álbum, año, productor, tracks, conciertos ¡Todo! Es una enciclopedia.

Es además muy tierno y protector, pero también un salvaje en la cama. No sabes, me ha puesto unas cogidas, es muy rudo, y he terminado fumigada. Imagínate: él tamaño ‘Goliat’ y yo como la hormiga atómica. Te juro que no me coge, me machaca. Digamos que esa ternura que tiene siempre, a la hora de hacer el amor se le transforma, es como si se pusiera máscara, mallitas y capa y ¡órale! En vez de poncharme un tierno doctor, me ejecuta un luchador de la Triple A, listo para ensartarme a dos de tres cogidas con límite de tiempo y es que no es lo mismo sexo normal, que chutarte en el catre la versión cachonda de ‘la huracarrana’, ‘el martinete’, ‘la desnucadora’, ‘la quebradora’ y ‘la de caballo’. Ahora sí que, honrando su profesión, me da terapia intensiva.

Naturalmente acabo triturada. Una vez, de plano le dije:

—No, no, no, corazón, espérate, es qué me duele…

—¿Cómo? Respondió sacado de onda

—¡Mi colita animalito! Me estás lastimando.

Me dio pena porque se le bajó el ‘pajarito’. No fue mi intención decirlo en mala onda, pero ya aprovechando la pausa le expliqué. No es cuestión de cortarle la inspiración, pero sí de hacer cálculos: ¿Cómo puede un San Bernardo cogerse a una french poodle? Para empezar, y con riesgo de partirla en dos, tendría que ser con mucho cuidado ¿No? Él es muy, muy grande, su espalda es un refrigerador, sus manos como de oso y sus brazos como robles ¿Dónde quieres con mi tamaño de ardilla que me acople al ritmo de semejante toro?

Lo bueno es que agarró la onda, porque desde entonces es el amante más precavido. Me sigue haciendo el amor muy apasionadamente, pero ya teniendo en cuenta que mis huesitos no son de hule.

La última vez que lo vi fue encantador. Me tomó de la cintura con una mano, con la otra me levantó la barbilla y me dio un beso que me entusiasmó de inmediato. Se acostó y, después de que le di unos buenos chupetones a su sexo, dejó que lo atendiera repartiendo en su abdomen, pecho y cuello cientos de besitos de roedora hasta llegar a sus labios y comenzar a comérmelos.

Él acariciaba mi espalda, mis muslos, mis nalgas, de pronto me cargó con mucha mayor delicadeza de la que usaba cuando se sentía luchador y despacito me fue empalando. Estaba yo tan lubricada que entró sin broncas. Entonces comenzamos a movernos a un mismo ritmo, como si fuera una danza erótica, con su miembro dentro y sus manos masajeándome los senos, nuestras caderas se movían como si estuvieran sincronizadas. Sentí de pronto los escalofríos que anuncian un orgasmo, aceleré el ritmo, mi adorable ‘San Bernardo’ lo estaba haciendo de maravilla, yo gemía y seguía moviéndome con entusiasmo hasta que sentí el cielo explotando entre mis piernas. Fue un orgasmo largo, porque él se siguió moviendo como un toro con jinete, hasta que sin que terminara de experimentar mi placer, llegó el suyo llenando el condón con un chorro potente y tibio. Sentí su enorme sexo palpitar fuertemente cuando se vino.

Estuvimos juntos mucho tiempo, te digo que es de los que le gusta platicar y a mí me encanta su conversación, es un hombre tan dulce, tan lleno de ánimo. Es de los que saben escuchar, pero también de los que dan muy buenos consejos. En verdad disfruto estar con él, contarle mis cosas, que me cuente las suyas, hacerle el amor y, desde luego, recuperar el gusto por los médicos.

Sé que me llamará pronto, al menos eso espero, no pueden pasar estas fechas sin que me dé mi ‘Navidad’ y yo le haga su noche buena. Habrá que ver.

Hasta el jueves

Lulú Petite

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