“¿Qué celebramos?” Por Lulú Petite

16/09/2014 03:00 Lulú Petite Actualizada 12:42
 

Querido diario: 

Nada mal para una noche de viernes. Un hombre guapo, de edad incierta, lo suficientemente maduro sin perder ese toque de hombre joven. Es abogado, y además con un trabajo que le deja jugosas ganancias. Es, además, escritor. Ha publicado algunos libros de derecho, otros de historia y de política, una novela y un par de poemarios. Me comentó que escribía con toda la pasión del mundo y él mismo editaba sus libros. No son grandes tirajes, sus principales lectores son sus amigos, familia y clientes, pero disfruta mucho del placer de enfrentar una hoja en blanco y comenzar a redactar. Me gustó su pasión por escribir.

Es alto, así que me paré de puntitas, metí mis manos en su cabellera y le di un beso. Eso lo desató y nos fundimos en un apretado abrazo, sonriendo al anticiparnos al momento que no tardaría demasiado en llegar. Juntos, acostados y con el cien por cien de la atención en el otro, nos besamos y nos tocamos apasionadamente. Me había caído particularmente bien, así que fui la que tomó la iniciativa. Llevé la mano a su entrepierna. Ya la tenía parada, así que la acaricié, bordeando su contorno con las puntas de los dedos a través del pantalón. Su reacción fue muy positiva, así que descendí e hice lo mismo, pero con mis dientes, consiguiendo arrancarle una sarta de sonidos a medio camino entre gemidos y jadeos que me mojó todita.

Mientras le abría y bajaba el pantalón con una mano, la otra descendió serpenteante por mi propio cuerpo para aliviar ese escozor tan característico que ya comenzaba a notar, una necesidad que sólo podía acallarse con una cosa: el orgasmo. Uno sublime, de un minuto completo de éxtasis a ser posible.

Se la mamé una vez que mi mano la ayudó a estar lo bastante firme como para ponerle la gomita. Le gustó, vaya si le gustó y, como es habitual, dediqué ambas manos a acariciar toda la longitud de su miembro y sus joyas de la corona mientras mi lengua se afanaba en la punta, envolviéndola y a veces jugando a dar piquitos en la punta, para éxtasis de mi cliente.

—Quiero terminar en tu boca, me susurró. Aceleré el ritmo, lamiendo primero, chupando después y finalmente acercándome a un “garganta profunda”, acabó siendo él quien movía las caderas para cogerse mi boca, disfrutando del roce de mis labios contra su sensible piel. Cuando se vino, con un sonido ahogado, rápidamente le pajeé con una mano para exprimir bien tanto el orgasmo como el liquidito blanco que se había acumulado en la punta del condón. Le lo quité y, después de limpiarlo con una toalla húmeda, volví a la cama.

No me esperaba que solicitara corresponder haciéndome un oral a mí, pero acepté gustosa y en poco tiempo su lengua ancha y caliente era la encargada de que mi clítoris se hinchara aún más de lo que ya lo estaba. Me comía toda, estimulando con la punta de la nariz mi botoncito. Advertí que la tenía parada de nuevo y adiviné sus intenciones poco antes de que las expresara en voz alta: quería cogerme, y bien duro. Así pues, apenas le pude poner otro condón, me metió aquel miembro hasta el fondo, observándome gemir con una sonrisa traviesa.

Lo habitual es empezar suave, pero yo ya tenía la necesidad de venirme parpadeando en luces rojas por toda mi cabeza, así que al poco rato cambiamos de posición y fui la que lo montó con ímpetu, con todo el ahínco de, por fin, alcanzar el orgasmo que llevaba un largo rato persiguiendo.

Mis pezones, cautivos entre sus dedos, dolían de lo erectos que estaban, y yo no podía evitar gemir con cada penetración, más incluso que él. Todo se me volvió blanco cuando por fin sucedió; me vine, escandalosamente, y los espasmos tomaron el control de mi cuerpo, haciendo asimismo que él se viniera conmigo, aprisionado dentro de mí. Prolongué nuestro placer lo máximo que pude, penetrándome lentamente tanto como me lo permitían mis piernas debilitadas por el tremendo orgasmo, vaciándole y vaciándome hasta que, por fin, caí rendida a su lado, y me besó, loco de pasión.

El abogado escritor me sorprendió regalándome, con cierta timidez, dos libros suyos, uno de poesía y su novela. Los acepté gustosa. A ratos libres terminé el de poesía. Me place informar que me ha encantado y sé que el mensaje le llegará.

El otro, es una novela histórica. Cuenta la vida de una familia durante los últimos años de la Colonia y la Guerra de Independencia. Apenas llevo unas páginas, pero me tiene atrapada, pensando en que probablemente, más allá de la modernidad, los problemas, los retos, los amores, las pasiones y los deseos de quienes habitaban esta tierra en esa época no son tan distintos a los de quienes la habitamos ahora. Después de todo, México es un país maravilloso, con una población hermosa y diversa en costumbres, artes, gastronomía, paisajes, tradiciones, creencias y actitudes. ¿Qué celebramos el 16 de septiembre? Creo que no celebramos el inicio de una guerra, sino el nacimiento de una nación ¡Qué viva México!

Hasta el jueves

Lulú Petite

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