Ruco, pero rico

Sexo 15/02/2018 05:18 Lulú Petite Actualizada 05:28
 

Querido diario: A menudo los problemas de mis clientes se filtran en nuestros encuentros. Es parte del trabajo, gajes del oficio, escucharlos, comprenderlos, si se puede dar malos consejos y, sobre todo, apaciguarlos un poco más allá de lo físico. Con Rogelio siempre pasa que quiere buscar consuelo para no sentirse tan viejito. El tema es que ni siquiera está viejo. Yo diría que tiene 60 años y cachito, además se ve bien, guapo, entero. Creo yo que el asunto que le preocupa no es su edad, sino las edades de quienes lo rodean.

Es maestro, un veterano de la docencia, con unas cuatro décadas de experiencia y un montón de generaciones de alumnos y exalumnos. La mayoría lo recuerdan con cariño y como un personaje importante en su formación. Cuando empezó como maestro, era joven y guapo. Las alumnas lo admiraban y querían con él. Después de un tiempo se casó con una. Mucho más tiempo después, se divorció. Ahora las alumnas lo ven con ternura, como a un abuelito y, no es que quiera enamorarlas, pero le cala ver cómo ha pasado el tiempo.

—Soy un viejo —me dijo el martes.

Estábamos desnuditos, haciéndonos cariñitos y rozándonos las piernas frías por este bendito clima invernal. O infernal, como suele decir una vecina. En fin, que Rogelio se siente viejo porque sus alumnos ya no lo ven como antes, pero no se entera de que luce muy bien para su edad, de que está saludable, cuerdo y que además conserva esa chispa pícara y juguetona del galán que fue. Por si fuera poco, aún le funciona todo allá abajo, te lo garantizo yo.

Sentía el entusiasmo de Rogelio en mi entrepierna, pujando ansioso.

—Date la vuelta —me susurró al oído.

Me coloqué bocabajo y alcé la cadera con las piernas abiertas para ofrecerle mi mejor  ángulo. Él se acomodó detrás de mí y apoyó un pie sobre la cama para metérmelo. Posó sus manos sobre mis nalgas y hundió su garrote entero. 

Comenzó a agitarse, balanceándose rítmicamente sin parar, empujando una y otra vez, haciéndome convulsionar con cada arremetida. Sentía su respiración en mi espalda, el temblor de su cuerpo a medida que arremetía con su andanada cachonda.

—¿Te gusta? —preguntó como gruñendo de placer.

—Me encanta, no pares —repetí entrando en trance, sintiendo que su pene se hacía más grande y más duro dentro de mí.

Nos desatamos. Empujé con mi cadera hacia atrás, clavándome su estaca hasta la espina, gozándome el grosor de su miembro completito. Él me agarró por la cintura y me hizo arquear la espalda. Mis nalgas brincaban sobre su ingle y emitían un sonido ensordecedor de cuero contra cuero.

De pronto me agarró las tetas, que vibraban y se mecían al ritmo de sus arremetidas, y me pellizcó suavemente los pezones. Ese fue el toque que faltaba para mí. Empecé a delirar, a tragarme los gritos. Rogelio se excitó más al verme tan encendida y comenzó a acribillarme. No se detuvo hasta que su madero empezó a palpitar y a botar todo a chorros, al mismo tiempo que yo me deshacía en un orgasmo. Como congelados permanecimos bien apretaditos, comprimidos en nuestra unión compartiendo esa humedad lascerante y placentera. 

—A veces me gustaría ser joven, quizá así se enamora de mí una chica como tú.

—¿Amor? —Le dije —Si lo que quieres es sexo, aquí estoy ¿Para que te complicas?

Sonrió cuando le acaricié el muslo, acercando mi mano a su pene y le dije jalándoselo —Además ¿De qué te quejas? Tú estás más rico que ruco — Soltó una carcajada.

Hasta el martes, Lulú Petite

Google News - Elgrafico
Temas Relacionados
ruco sexo rico Deseo besos caricias lujuria

Comentarios