‘Tócame, me ordenó’

Sexo 13/10/2016 05:00 Lulú Petite Actualizada 13:50
 

Querido diario: La primera vez que Gustavo y yo nos acostamos, él solamente sabía del sexo, gracias a los favores chaqueteros de su mano derecha.

Estaba recién graduado de un doctorado y a punto de meterse en  los negocios, como su padre. Era un hombre tímido de treinta y pocos años, no feo ni guapo, con sobrepeso, pero tan inseguro y tan introvertido que a esa edad seguía virgen. 

La pasamos de maravilla. Lo hizo muy bien, sin la torpeza de los primerizos. Se dejó llevar y sacó en mi cuerpo los besos, las caricias y la pasión de un hombre más experimentado. Me gustó.

Nos vimos varias veces en esa época. Tenía un estilo gracioso: cabello desordenado con una incipiente calvicie, de esas que no sabes si está un poquito pelón o tiene la frente muy grande, siempre usaba playeras de súper héroes que hacían destacar su barriguita y hablaba de películas raras y videojuegos. Era un nerd encantador. Nos dejamos de ver cuando se enamoró y consiguió novia.

Volvió a llamarme algún tiempo después. Su novia lo había terminado y estaba con el corazón maltratado, pidiéndome primeros auxilios. Esa noche, Gustavo estaba cambiado, ya metido de lleno en los negocios, con otro peinado, otra manera de hablar. En el sexo fue más apasionado. Se notaba que ya sabía lo que tenía y lo que quería hacer. Lo hicimos salvajemente.

Había pasado mucho tiempo desde esa última vez que lo vi, pero me llamó la semana pasada. Los cambios han sido impresionantes. Decidió ponerse mamado y se inscribió en un gimnasio. También se hizo un estilo más moderno, trae la cabeza rapada. Sigue con sus aficiones de nerd, pero de manera discreta.  

—¿Tienes novia? —le pregunté con  inocencia.

Se le torció la cara e hizo ese gesto con la mano que quiere decir “más o menos”.

Resultó que la chica que lo había dejado hace unos años, el amor de su vida, como decía él, estaba de nuevo en ella. Él ya la había olvidado. Pero bien se sabe que donde hubo fuego, cenizas quedan. De todos modos, ya no sentía lo mismo. Quería una relación abierta y pasar de ser el más enamorado, al menos enamorado. 

¡Gustavote! Estaba encarpado, con la pala en ángulo, venosa y los aguacates colgando con todo su peso. El gimnasio estaba funcionando. Se le veía más definido y con mejor forma. Yo lo esperé sentada en la cama. Se me acercó desnudo, despampanante, y me pidió las manos. Alcé la vista y entreabrí los labios. Me tomó por los brazos y me acarició lentamente, hasta tomarme por las muñecas. Me besó, una primero, luego la otra. Se concentró en mis manos, en el dorso de mis palmas, en mis dedos y mis nudillos. Me besaba muy tiernamente, como dándoles calor, apaciblemente. Luego, con sus manos, llevó las mías hasta su pecho.

—Tócame —ordenó.

Deslicé mis palmas por su abdomen y su ingle.

—¿Así? —pregunté.

Ni pestañeó.

—Más abajo —dijo.

Era todo un hombre con experiencia, deseos y objetivos claros. Eso es lo bueno de mi profesión. Se dejó llevar por mis ágiles manos. Para hacerlo más fácil, agarré rápidamente el lubricante y lo masturbé. Con una mano le sobaba el sexo, mientras que con la otra me tocaba para su deleite.

—Quiero hacerlo ya —dijo de repente.

Justo a tiempo, pensé. Se colocó el condón y me alzó con sus brazos fornidos. Sus manos se imprimieron en mis nalgas. Abrí las piernas en pleno vuelo y apoyé los talones en su cadera. Me agarró bien por la cintura y empujó lentamente al principio. Yo sentí que me atravesaba palmo a palmo. Mis pezones encontraron en sus labios tibios un punto de contacto. Podía sentir la corriente cosquilleándome sobre la piel cada vez que, con su lengua, me hacía circulitos en los senos.

Se movía con ahínco, enterrando su miembro, cálido, húmedo y duro en mí. Rodamos por la cama y terminé encima de él. Me agarró de nuevo las muñecas y, con una sola mano, las unió detrás de mi espalda. Con la otra atrapó una de mis tetas y empezó ahora sí a darme candela pura. Yo gemí, él también. No queríamos parar. Acabamos al mismo tiempo, exhaustos y en trance.

Quizás la próxima vez que lo vea esté casado y con hijos. O soltero y más cambiado, muy distinto al de ayer y, seguramente, distinto al de mañana.

Hasta la próxima, Lulú Petite

 
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