Gemido a gemido

13/06/2017 05:00 Lulú Petite Actualizada 09:37
 

Querido diario: Mis clientes no terminan de sorprenderme. Como Ricardo. Lo conocí hace dos años. Alguien le había hablado de mí y él estaba intrigado. Recuerdo que me preguntó por mis escritos, pero luego se enfocó en las fotos.

—Conque me andas espiando por redes —dije yo coqueteándole.

Estaba muy nervioso y algo distraído. Por esa época empezaba a superar su divorcio. A menudo los hombres que han estado mucho tiempo casados y vuelven a la soltería se sienten torpes. En fin, desde entonces nos vemos esporádicamente. A veces aparece y reaparece en menos de dos semanas, otras se lo traga la tierra.

Hace unos días, después de unos meses sin saber de él, volvió a hablarme. Se le escuchaba con voz rara. 

—¿Estás bien? —le pregunté.

—Sólo quiero verte —respondió sin que le temblara el tono.

Hora y media después estaba llegando a uno de los moteles donde siempre nos vemos. Me esperaba ya en su habitación.

Toqué la puerta y él abrió como si estuviera escondiéndose de algo maligno. Tenía los ojos rojos y el cabello medio despeinado. Sé que él no bebe mucho, pero parecía que se había hundido en una noche de fiesta.

Ricardo es duro de roer, pero suelta prenda. 

—A ti te pasa algo.

—Se murió El Beto. 

Busqué en mi memoria a ver si recordaba algún familiar suyo del que me hubiera hablado, pero no encontré nada.

—¿El Beto? —pregunté colocando mis manos sobre su pecho. Ricardo fue cediendo y se acostó, abriendo su corazón.

Empecé a desnudarlo mientras resumía el cuento del tal Beto. Resulta que tras el divorcio, su ex se había quedado con una porción de las propiedades que compartían. Se quedó con casi todo, excepto un depa bastante grande, uno de los coches y el Beto, su perro.

¿Cómo juzgar a un hombre que amaba a su perro? ¿Cómo juzgar a un hombre capaz de semejantes sentimientos por otro ser vivo? Si un hombre es bueno con los animales, es bueno en general.

A mi cama se han metido hombres nerviosos, enojados, contentos, asustados, dudosos y tristes, el reto es que salgan satisfechos. 

Mis besos de consuelo fueron expandiéndose por su pecho desnudo y subiendo por su mentón hasta encontrar sus labios. 

El aroma de su colonia impregnó mis fosas nasales y me sentí poseída por su virilidad.

A horcajadas sobre él, empecé a moverme para excitarlo y tentarlo. Sus manos no tardaron en recorrer mi cintura e ir ascendiendo hasta mis tetas. 

Sentí sus manos tibias sosteniendo mis senos como si fueran bolas de algodón.  También sentí su entrepierna acalorada y presurosa, que empezaba a hincharse.

Metí su pene tieso y gordo en mi boca. Se lo chupé con cadencia, dejando deslizar su tallo entero entre mi lengua y paladar. Me coloqué después encima, con las piernas abiertas.

Me agarró por la cintura y me enterró su pala dura y palpitante. Cerré los ojos y me aferré a su pecho. Arqueé la espalda y su miembro se incrustó más hondo en mí.

Comencé a menearme al ritmo incontrolable que dictaban nuestros instintos. Nuestros cuerpos sudorosos se complementaron en la locura que producíamos gemido a gemido, caricia a caricia. Me desbandé a galope sobre él, haciendo rechinar la cama.

Ricardo me tomó por las nalgas y hundió sus dedos en mi piel. Alzó el torso y ahogó su respiración agitada entre mis senos. Lamió mis pezones justo cuando empecé a sentir bullir esa cosquilla divina y apabullante desde adentro, aflorando como un demonio de luz invisible dentro de mí.

Me mordí los labios, apreté todos los músculos y lo sentí bombear dentro de mí al mismo tiempo que se me iba el tiempo, el espacio y toda noción de realidad.

Creo que se sintió mucho mejor 

 y espero que siga así. Al menos tuvimos la decencia de no hacerlo de perrito, ¿no?

Posdata: Cuida a tus mascotas, son la prueba de que el amor incondicional existe.

Hasta el jueves, Lulú Petite

 

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