"Algo que se le parece", por Lulú Petite

12/02/2015 03:00 Lulú Petite Actualizada 10:38
 

Querido diario: Ya viene. Implacable como cada año. Lo que menos me gusta del catorce de febrero es que me jode el negocio.

No creas que porque falta clientela, al contrario, a muchos que no tienen novia les entra la calentura de febrero y lo que quieren es coger.

Yo encantada. Después de todo, me la paso el año entero entrenándome para ser la mejor novia de alquiler para San Valentín: "¿Está usted solo para el día del amor? ¡No se agüite! Se renta novia bonita y de buen cuerpo para encerrona romántica. Muchos besos y una cogidota que lo dejará más chupado que bolsita de Bon Ice después del recreo. Llame ya”. No hombre, si clientela pulula.

El teléfono suena más que otros días. Me pongo de acuerdo con los clientes y, como es costumbre, quedan de confirmarme el número de habitación que les den cuando se instalen en el motel. Allí es donde la puerca tuerce el rabo.

Conseguir una habitación dónde coger en catorce de febrero es como ir por chupe en un concierto del Auditorio. En lo que estás en la fila te pierdes la diversión. Te juro: Los coches hacen cola en los moteles. Ese día son de pisa, corre y el que sigue.

Cuando un cliente ve una fila así, le da una hueva tremenda y cancelan. Quien ya lleva pareja no se puede rajar, especialmente porque la mayoría de los que buscan la clandestinidad de un cinco letras es porque no pueden hacerlo en casa. Digamos que están haciendo la travesura, algunos son casados, otros demasiado jóvenes para tener un lugar propio. El caso es que no tienen dónde y no pueden dejar pasar ese día sin demostrarse físicamente el amor que se profesan o, para decirlo de otro modo, sin ponerle como conejitos y aflojarle los resortes al catre. Ese día gana el sexo amateur y nos la pelamos las profesionales.

Y ahí verás, filas interminables de tortolitos con ganas de hacerse el amor (Como si el amor fuera algo que “se hace”). Siempre he dicho que el amor está hecho desde siempre. Una pareja construye una relación y, sobre la relación, van desarrollándose detalles, empatía, proyectos y todas esas cosas que mueven algo en el alma y que llamamos amor. No es que lo hagamos, sólo lo reconocemos y nos dejamos llevar por él.

Cuando se trata de coger, eso de hacer el amor puede parecer una cursilería, un eufemismo o una manera de matizar un acto puramente fisiológico. En principio pensaba que vincular el sexo y el amor, era una manera cursi y eficaz de rentar habitaciones en moteles y vender flores y chocolates. Supongo que de tanto oírlo, por eso pensamos que el amor se hace en la cama.

Un día, sin embargo, me di cuenta de que aunque sexo y amor no es lo mismo, llamarle al sexo “hacer el amor” tampoco es una chifladura.

El amor es sublime y va mucho más allá de lo carnal; pero aun así, el sexo, por efímero que parezca deja de ser amoroso. Aunque sólo resista el paso de un beso, cuando alguien toma mi cuerpo, me acaricia, me besa y me penetra, prefiero pensar que hacemos el amor.

Aunque sepa que el amor ya esté hecho y aunque nosotros no nos amemos, lo que hacemos al acariciarnos y sentirnos en nuestra mayor intimidad, es un acto de amor, así sea tan egoísta como el amor propio, la búsqueda de nuestro placer.

Lo descubrí hace tiempo, justamente un catorce de febrero, en la cama de un cliente que aguantó la fila y que, después de un rato de esperar turno, llamó para confirmar que estaba en la habitación. Una suite, que fue lo primero que se desocupó.

Decidimos relajarnos un rato en el jacuzzi. Nos metimos y por un rato me quedé en sus brazos, acurrucada entre sus piernas, con mi cabeza en su pecho.

Charlamos. A veces me acariciaba la espalda y me besaba el cuello, pero principalmente, hablamos largamente.

No sé en qué momento empezamos a besarnos. Puso sus manos alrededor de mi cintura, las bajó hacia mi pubis y me acercó a él. Metió la nariz en mi pelo, oliéndome y diciendo palabras dulces.

Me estremecí cuando acarició mis senos, y buscó mi boca para un beso torcido y delicioso. Nos salimos del jacuzzi y empapando la habitación nos metimos en la cama. Los besos eran apasionados y sinceros, las caricias deliciosas.

Cuando al fin puso su miembro en la hendidura entre mis piernas, supe que iba a sentir algo delicioso. Me penetró.

Algunos dirían que cogimos. Yo sé que estábamos haciendo el amor.

Ya habíamos estado juntos antes y lo estuvimos de nuevo muchas veces después. Con el tiempo, él se convirtió en mi gran amigo, mi confidente, después en mi amante y en mi novio. Nos amamos y sé que todo lo que con él hice fue amoroso. Aunque al principio no lo supiera y fuera simplemente otro cliente, sé que desde el principio lo nuestro no fue sólo sexo. Aquel catorce de febrero celebramos, sin saber, el amor y la amistad que nos estábamos fabricando.

Si así pasó con Mat, quién quita. Sea por placer o por negocio, haya sentimientos o no, siempre que doy un beso y luego me desnudo, prefiero pensar que lo que voy a hacer es amor o, al menos, algo que se le parece.

Feliz San Valentín

Lulú Petite

 

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