Una mexicana

10/06/2014 03:00 Lulú Petite Actualizada 09:32
 

Querido diario: 

Llegaste muy temprano para atender asuntos de negocios en México. Cruzar el Atlántico es cansado, así lo hagas en primera clase. Es una visita relámpago, aún así traes una elegante maleta con todo lo necesario para lucir como el alto ejecutivo que eres, de empresa internacional con sede en Madrid. Te acompaña una asistente, encargada de tu agenda y de que todo salga perfectamente. Ella se encargará de todo, tu trabajo es llegar a tiempo y firmar los acuerdos. Nada puede salir mal, hoy todo es protocolo, apretones de manos, sonrisas, discursos.

Tu itinerario es simple: registrarte en un hotel de cinco estrellas, tomar una siesta para recuperar el jet lag. A las siete te recoge un chofer, a las ocho cenas, a las nueve firmas contratos y a descansar para tomar un vuelo de regreso el día siguiente. Tienes libres las horas de la tarde. Podrías aprovechar el tiempo para entrar en conferencia con España o reunirte con tu asistente para tomar acuerdos. Prefieres tomar la tarde para ti.

Te has quitado el saco, no lo quieres arrugar. Bajas al lobby del hotel y te atreves a salir a la calle. La avenida Reforma te parece bonita. El Ángel de la Independencia tiene su encanto, hay   menos coches de los que te habían contado y, a diferencia de lo que se dice sobre México, no hay la menor señal de que pueda aparecer un capo con un cuerno de chivo paseándose por la calle descaradamente. Te queda claro que la mayoría de las veces las noticias exageran la realidad, México no te parece peligroso, por el contrario, según lo que has visto, el Distrito Federal es una ciudad moderna y tranquila. Quieres dar una caminata, pero el cielo está nublado. Llovió temprano y, a como ves el cielo, es muy probable que vuelva a llover.

Después de andar pocas calles, caminas de regreso al hotel y, accidentalmente pisas un charco. No es gran cosa, tu pantalón no se mojó, pero no puedes permitirte llegar a las reuniones sin los zapatos impecables. En la esquina ves a un lustrador de calzado y vas a su silla.

En España, la noticia más importante de la semana fue la abdicación del rey Juan Carlos, así que coges el periódico que te ofrece el bolero esperando ver noticias de tu país. Es El Gráfico. Te gusta lo que lees y, aunque no encuentras gran cosa sobre la monarquía española, te topas con un beso con labial impreso en la hoja y mis fotos en poses provocativas. Empiezas a leer, sabiendo que la sección está muy lejos de ser una noticia.

Cuando acabas la lectura, casi te avergüenza reconocerte excitado, le pagas al bolero y regresas al hotel caminando y pensando: ¿Será verdad lo de esta muchacha? Y si lo es… ¿podría...? No sería la primera vez que llamas a una puta, hacerlo es algo que disfrutas en este tipo de viajes relámpago por el mundo, pero si es la primera vez que la encuentras así, leyendo de casualidad.

Buscas “Lulú Petite” en internet y te alegra al comprobar que de verdad existo, y —lo más importante— que hay un teléfono para encontrarme. Lo piensas mucho antes de presionar el icono de llamada de tu iPhone.

Te respondo afectuosamente, lista para dar informes. Me explicas, con tu español acentuadamente madrileño, que me acabas de leer en el periódico, que tienes curiosidad. Preguntas si es cierto lo de mis servicios, y cuál es la tarifa, te explico todo con tranquilidad para que te quede clarito. Te propongo ir a un motel, pero me convences de visitarte en tu hotel de cinco estrellas. Se te nota la curiosidad en la voz, pero de algún modo despiertas también mi curiosidad.

Media hora después llego a tu habitación. Sonrío complacida cuando te saludo. Te ves muy guapo. Mantenemos una breve, pero entretenida conversación, mientras haces acopio de valor y me tomas por la cintura para darme un beso.

Cuando me besas te recibo en mis brazos, te reconforto, me entrego. Sin estas distracciones, los viajes de negocios son cansados y aburridos. Me desvistes despacio, dándome besos aquí y allá, apreciando ese sabor diferente, ese olor desconocido de hembra mexicana. Se te pone bien dura cuando me besas los senos. Siento brincar tu pantalón y te la agarro por encima.

Desabrocho la hebilla de tu cinturón y comienzo a desnudarte. Creo que disfrutas cuando te llevo a la cama y me inclino sobre ti para mamártela. Me detengo en el momento justo, volvemos a los besos y caricias, rodamos entre las blancas sábanas, gozosos del placer de la piel en nuestra ingenua desnudez.

El ritmo se acelera, tus manos recorren mi cuerpo, me parecen más de dos. Te recibo por completo, con brazos y piernas abiertos, acogiéndote, meciéndote en mi perfume. Quedo con la espalda contra el colchón y las piernas entreabiertas, me miras fíjamente a los ojos, con la mano diriges la punta de tu miembro a la entrada de mi vagina, sin meterla sientes cómo embonan los pliegues de mis labios mayores. Sonríes como si un pensamiento te rondara la cabeza, un trofeo, un sello más en el pasaporte, una colección, una misión cumplida, entonces lo dices: “Voy a follar a una mexicana” y me la metes.

Un beso

Lulú Petite

 

Continuará…

Lulú Petite 

www.midiariosexy.blogspot.com

 

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