El que calza grande

Sexo 09/01/2018 05:18 Lulú Petite Actualizada 05:25
 

Querido diario: Víctor es enorme. Tiene tamaño de refrigerador, espalda ancha, alto como el precio de la gasolina, brazos colosales, manos enormes, pies inmensos y, desde luego, calza grande (que no es lo mismo), pero lo que más impresiona es el tamaño de su corazón.

Era muy joven cuando se casó con una mujer más grande que él. Ella tenía un hijo, cuyo padre no estaba presente. La adoraba y, como Víctor es Víctor, adoptó a al niño como si fuera suyo. La vida es extraña: Antes de que tuvieran hijos propios, una enfermedad se llevó a su esposa y quedó a cargo del niño. Hoy es papá soltero de un hermoso jovencito y como Víctor se siente con poco tiempo y ánimo para complicarse en relaciones. Ahí entro yo. 

Nos vemos más o menos una vez al mes, y me cuenta cómo es lidiar con un hijo adolescente. Se llevan bien. Tienen una relación de complicidad y confianza que, al parecer, está llevando al chavo por buen rumbo. Ayer, cuando nos vimos, nos pusimos al día. Había tenido unos días pesados y le urgía relajarse.

Lo ayudé a quitarse la camisa mientras él me tomaba por la cadera y me hacía acercarme más a él. Miré hacia arriba y me topé con sus ojos oscuros y su mirar tierno. Nos besamos a medida que me iba bajando la cremallera, descubriendo mi espalda y desabrochando mi sostén. Su cuerpo robusto, de pecho ancho y hombros amplios me cubrieron en un abrazo muy cálido. Nos besamos apasionadamente. 

Poco a poco nos íbamos emocionando con la cercanía y con esa forma tan especial de reencontrarnos. Me tomó por la cintura, me alzó como si nada y me llevó a la cama. Nos desplomamos juntos, fusionando nuestros cuerpos desnudos. Sentía su pene tieso pujando contra la piel desnuda de mis muslos y fue como si me encendiera o terminara de convencerme de algo que igual estaba más que dispuesta a hacer. 

Cuando le puse el condón con los labios Víctor se transformó rápidamente en una bestia insaciable. Tomó mis tetas con sus manos robustas y las apreció como si se trataran de una señal divina. Se llevó mis pezones erizados a la boca y los mordisqueó con suavidad, lamiéndoles la puntita con soltura y estilo. Toda mi piel reaccionó de inmediato, colmándose de una sensación generalizada de electricidad. Me aferré a su espalda y clavé mis uñas en su carne. Entonces me penetró. 

Sentí su pene vigoroso entrando en mí, su tallo duro y grueso abriéndome una brecha profunda. Empezó a moverse, meneándose hacia atrás y hacia delante, clavándome su fierro intenso, venoso y pulsante. Mis entrañas se prendían en llamas cada vez que empujaba aquella cosa monumental, haciendo rebotar sus bolas en mis labios, hincando su cadera en la mía y llegando hasta lo más hondo. 

Rodamos por la cama, creando un torbellino de sábanas. Me mordisqueó el cuello, gruñendo suavecito cada vez que apretaba el ritmo y tensaba los músculos. Entrelazamos los dedos y nos agarramos el uno del otro. 

Bien agarrada, clavada bocarriba, con las piernas abiertas y entornadas en su cintura, me dejé deshacer por su forma particular de coger. Víctor llevó mis manos por encima de mi cabeza y me dominó por completo, hundiendo su pala, haciéndola pedir más. La cama crujía debajo de nosotros, el vapor del momento ascendía como un halo. Víctor llevó entonces sus manos hacia mis nalgas, se arrodilló sin desacoplarse, elevó el torso y me alzó por la cintura, meciéndose de forma tal que parecía no terminar jamás. Vi en su rostro una expresión increíble. Una especie de trance. Estaba concentrado y fajado, como si mirara a su interior. Entreabría la boca y resoplaba como una bestia. Apretó el paso. Lo sentía avecinarse, con potencia. Dentro de mí, cuando se clavó de llenó y se quedó como pasmado, había como un manguerazo, una especie de fiera hidráulica bombeando, mientras él se tragaba su oxígeno y prensaba su cuello. 

Estaba relajado, por fin. Víctor es enorme. Cuerpo, manos, pies, espalda, corazón grande y, claro, muy, pero muy bueno en la cama.

Hasta el jueves, Lulú Petite

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