Me lleva al orgasmo

Sexo 07/12/2017 05:18 Lulú Petite Actualizada 05:23
 

Querido diario: Omar es guapo, viste impecablemente, tiene una mirada verde que hipnotiza y un rostro muy varonil, sería un galán absoluto de no ser por que tiene un ligero sobre peso que, con el paso del tiempo se ha ido incrementando.

El miércoles lo estábamos pasando rico. Me tenía a su disposición, de pie contra una pared. Yo me mordía los labios y me sostenía el gesto apretado con ambas manos, estremecida por su lengua exquisita. Le encanta lamerme y darme besitos en torno del clítoris.

De pronto dio justo en el blanco. Sentí que se me paraba el sistema, que me causaba un cortocircuito con su exquisita manera de comerme.

—Ahí, sí, no pares —supliqué entre gemidos, hundiendo mi mano en sus rizos.

Quería que me empapara completita, que me hiciera derramarme, quería que me penetrara y me diera el placer de sentirlo gozar también.

Apoyé un pie sobre su hombro y me relajé. Él me presionó contra la pared sosteniéndome por las nalgas y, casi alzándome, enterró su rostro en mi entrepierna, disfrutando como si comiera papaya o mango sin usar las manos.

—Oh, qué rico—susurré sin que siquiera me importara si me escuchaba o no.

De repente se colocó de pie, me tomó por la cintura y me dio media vuelta. Estremecida y medio en trance, me dispuse como me quería y le ofrecí mi mejor ángulo, me incliné contra la pared y abrí las piernas poniéndome de puntitas. Arqueé la espalda y alcé las nalgas. Él recostó su pecho sobre mi espalda y me dio besitos en los hombros, mientras se chaqueteaba. Su respiración cálida en mi oreja era un estímulo inquietante. Una cosquilla recorrió todo mi cuerpo y me puso la piel chinita. Se colocó el condón y comenzó a restregarme la cabeza de su pene hinchado en mi abertura húmeda.

—Métemelo ya —supliqué.

Apoyó una mano contra la pared, junto a mi rostro, puso la otra en mi hombro, delicadamente y procedió a empalarme de lleno. Su miembro atravesó mi umbral, que para entonces ya estaba empapado y más dispuesto que una flor.

Lo sentí en la médula, en el corazón, en ese punto exacto del cuerpo que te enciende y te hace perderte. 

Empujó suave, con un temblor de gozo en las piernas. Fue directo al grano y lo dejó clavado ahí, haciéndolo palpitar dentro de mí. Quedito y suave, cerré los ojos y simplemente me dejé llevar.

Me aferré como pude a la pared. Omar escurrió sus manos por mi pecho y sostuvo mis tetas. Entre sus dedos quedaron encajados mis pezones. Sentía la dulce caricia de su respiración mi espalda, su gesto cachondo de tomarme suavamente por el cabello y hundir con toda la soltura de su cadera, su pala hinchada y vibrante dentro de mí, una y otra vez. Abrió las piernas y empezó a moverse rápidamente, sin parar. Mis nalgas rebotaban en su ingle a medida que me batía y gemía y gruñía como un corcel.

—No pares —susurré, agitándome, sin certeza de que me escuchara, aunque sé que me sentía en cuerpo y alma, rendida ante su varonil forma de propinarme semejante placer.

Omar se había desatado, me encajaba su pieza hasta el tuétano, haciéndome empaparme aún más. Alcé el rostro y viré mi cara. Nos besamos como salvajes.

De repente volvió a agarrarme por la cintura y me dirigió hacia la cama, sin soltarme. Me coloqué de perrito. Él permaneció de pie al borde del colchón. Sin perder el ímpetu, empezamos a menearnos al unísono, desatados por las sensaciones. Hundí mi rostro en una almohada y me entregué por completo a sus designios. Ahogué mis gritos de placer apretando mi garganta, comprimiendo los músculos, derritiéndome ante el calor imparable de nuestras entrañas a punto de explotar.

Omar alzó una pierna y apoyó su pie en la cama. El orgasmo era inminente, ya no podíamos más. Me lo empinó enterito y se quedó como pasmado, bombeando y derramándose en vida dentro de mí, tragándose el aire de sus pulmones.

Se desplomó sobre mí cuando ya no le quedó más nada por dentro y me abrazó muy tiernamente, riéndose bajito, contento por el alivio. Lo vi por el espejo y sonreí. Ok, tiene un poco de sobre peso pero ¿Quién necesita cuadritos en el abdomen? Cuando un hombre sabe llevarte a un orgasmo como ese, es un hombre perfecto.

Hasta el martes,

 Lulú Petite

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