“Con permiso”, Por Lulú Petite

04/02/2015 22:53 Lulú Petite Actualizada 09:01
 
Querido diario:
 
Hoy atendí a un caballero que venía muy contento. Un hombre guapo y de muy buena conversación. Impecable, piel blanca, cabello castaño escrupulosamente peinado, barba con recorte perfecto, sonrisa Colgate y mirada pícara. Un perfecto mirrey de pelo en pecho, abdomen plano, brazos fuertes y un pitote bastante respetable.
 
Eso sí, como muchos clientes, en el anular portaba orgulloso la argolla matrimonial. Se justificó de inmediato sin que se lo pidiera:
 
—Soy casado… Pero tengo permiso de mi esposa —agregó.
 
Me explicó que tenía curiosidad de conocerme y platicar, así que su comprensiva mujercita le dijo que me llamara.Después de la explicación me dio un beso delicioso, puso su mano en mi cintura y comenzó a acariciarme las nalgas con arrebato. Me gustó. Me colgué de su cuello y lo seguí besando. Acaricié su cabello, él metió las manos por el borde de mi pantalón. Sentí bajo su ropa como crecía el bulto considerable de su pene.
 
Liberé la hebilla del cinturón, desabotoné su pantalón, bajé su cremallera y metí la mano bajo su bóxer para palpar su miembro hinchado que salió al primer toque como si hubiera despertado a una anaconda furiosa. Nos terminamos de desnudar camino a la cama.
 
Seguimos besándonos. Era hábil, de modo que fue logrando que me pusiera a tono. Justo cuando más caliente estaba y de plano ya quería que me la metiera ¡zaz!, resulta que se le bajó el pajarito y ya ni cantándole el Himno Nacional se lo volví a poner firme.
 
Tratamos con todo. Masaje, respiración de boca a boca, palmaditas, ¡todo!, pero de plano no se levantó. Como si trajera amarre, mal de ojo, enganche, hechizo, trabajo o embruje.
 
No sé por qué, a veces cuando llevan permiso de la esposa, pasa exactamente lo mismo. A la hora de la hora ¡no se les para! De verdad, lo tengo comprobadísimo. Entre más les suelten la rienda, menos mal pueden portarse.
 
No sé si es coincidencia o una estrategia muy inteligente de esposa. Porque igual cuando llevan permiso, menos lo hacen, o menos pueden. No sé si sea algo psicológico, pero a la mera hora no se atreven. Como si su vieja estuviera en la habitación, se friquean y ni modo, nos pasamos la hora platicando.
 
¿Te sorprende que algunas esposas le den a sus maridos permiso de conocerme? Parece descabellado, pero vieras que es más común de lo que piensas. Esposas, novias, amantes, concubinas, amigas. Algunas hasta les disparan el palito, como regalo de cumpleaños o para cumplirle el caprichito.
 
No digo que cada semana me llegue un caballero a quien le hayan dado chance de pasarme por las armas o le hayan pichado el gustito, pero sí es más común de lo que hubiera imaginado.
 
Algunas chicas lo hacen porque el novio o el marido me trae ganas, quiere experimentar, saben que me lee y es su fantasía. Se portan buena onda y les dan permiso de sacarse la espinita. “Ándale ve, cógetela y no me cuentes nada. Date el gusto, pásala rico y a otra cosa, mariposa. Te sacas el veneno y como si nada hubiera pasado”. Después de todo, siempre es mejor que te pongan el cuerno con una que lo hace por negocio que con otra que lo hace por placer. La primera jamás querrá bajarte al marido, es una profesional, la segunda seguramente sí, andará tras sus huesitos y en el primer descuido, te lo baja.
 
También hay las que le entran al juego de manera más activa. Chicas que comparten el gusto por leer mis historias cachondas y que les da curiosidad el tema. Según estudios serios que se han hecho sobre el tema (de la Universidad de no sé dónde diablos, pero serios), es impresionante el número de mujeres que fantasea con la idea de ponerse a putear. Chicas de lo más tranquilas, estudiantes, profesionistas, amas de casa, que se masturban imaginándose que cobran por sexo, que cogen con desconocidos y les pagan por ello. Es una fantasía común que no tienen pensado volver realidad, la mayoría jamás lo haría, pero a muchas las estimula imaginarlo. Supongo que por eso algunas chicas mandan al marido o al novio a ver qué onda. Ellas quieren todos los detalles.
 
¿Cómo soy? ¿Qué tal me lo cogí? ¿Cómo son mis bubis? ¿Qué tanto gimo? ¿En qué posiciones me puso? Exigen un informe pormenorizado del palenque con detalles de cada beso, de cada caricia, de los orgasmos y la conversación.
Hay también parejas que quieren un servicio de trío, pero de esos sí, a menos que sea con guitarra, requinto y maracas, a los tríos no le entro. No me gusta decir “de esta agua no he de beber”, pero soy esencialmente producto para caballeros. Con las chavas me chiveo, no me siento cómoda y no sabría cogerme a una pareja. Ni modo, sería un mercado interesante, pero no está en mi oferta de servicios.
 
El cliente al que no se le paró se fue sin pena ni gloria. Platicamos bien, pero a menos que eche mentiras, no podrá contarle a su mujer cómo estuvo el palito. El ganón fue el cliente que siguió, porque como el primero me dejó caliente, con el otro me desquité. Y ese iba sin permiso. Ni modo, nadie sabe para quién trabaja.
 
Un beso
 
Lulú Petite

 

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