Me lo masajeó

Sexo 03/04/2018 05:18 Lulú Petite Actualizada 15:53
 

Querido diario: ¿Cómo es la vida compartiendo cuerpo y sonrisas con desconocidos? Si cada caricia que ha recorrido mi piel, se midiera en centímetros, serían tantos que podrían dar la vuelta al mundo. ¿Te imaginas? Qué caminos más deliciosos aquellos que son kilómetros de caricias. ¿Qué hay en las manos de cada hombre que decide pasar conmigo un rato de placer? Y aún así, con tantas manos y corazones seducidos, aún hay veces que me llevo sorpresas. Una caricia inesperada, un tacto mágico. Algo nuevo. Esto sucedió en San Luis. Generalmente trabajo en la Ciudad de México, pero de vez en cuando viajo a distintos estados de la República, donde he conocido a hombres maravillosos.

Saludé al chico del estacionamiento, le avisé a qué habitación iba, caminé por el pasillo, busqué la puerta, hice un puñito y toqué tres veces. La puerta se abrió.

Llevaba un vestido negro vaporoso, de esos que son de tela ligera, elegantes y cortos, ideales para temporadas calurosas. Tenía un escote profundo, de modo que se debe usar luciendo piel y no va bien con sostén.

Al llegar a la habitación, me encontré a un chico lindo. Un potosino guapo, pero un poco tímido en una primera impresión. Claro, la timidez se le esfumó en cuanto cerró la puerta, porque se puso cachondísimo.

Apenas pasé y se lanzó sobre mí. Pero no de una manera agresiva ni invasiva, al contrario, fue pacífico y seductor. Supo de inmediato asumir las reglas del juego. Sabía que había contratado a una mujer que estaba allí para hacer el amor, pero me trató como si fuera una novia con la que iba a cumplir una fantasía. Fue cortés al tomarme de la mano, me dijo cosas lindas antes de besarme el cuello y, con una paciencia y delicadeza de neurocirujano, comenzó a desnudarme, con besos y caricias. Fue tan delicioso el tacto de sus besos y sus manos, que no pude evitar provocar que se repitiera.

Como no llevaba puesto sostén, le dije que debía verme con la lencería completa, así que me lo puse. Caminé sensualmente hacia él y le di un beso. Él tuvo que empezar de nuevo el trabajo desde mi cuello y  acariciarme toda, desnudándome poco a poco, como una fruta que quieres comer, pero te esperas a quitarle la piel poco a poco, para sentir después el placer en tu boca.

Entonces volvió a hacerlo. Con besos en mi piel, recorriendo cuello, espalda, piernas, todo, fue poco a poco dejándome completamente desnuda. Si la preparación fue buena, el siguiente paso fue fenomenal. Me puso boca abajo y comenzó a besarme todita. Francamente, no hay mejor cosa que un hombre capaz de hacer que una mujer encuentre el punto de equilibrio entre el deseo y la relajación, con la combinación de un masaje sensual y besos en cada uno de los rincones del cuerpo. Bien dicen que los mejores platos se cocinan a fuego lento. Y así lo hizo él, para seducirme por completo. Cuando ya me tenía a su merced, comenzó a acariciar mi sexo. Poco a poco, primero sus dedos rondaron la parte interna de mis muslos, luego se fueron acercando, tocaron mis labios, los acariciaron, los separaron un poco, cada vez más hasta que fue metiendo sus dedos, despacio. Generalmente, no es algo que permita, pero fue tan sigiloso, que cuando me di cuenta ya estaban dentro, provocándome un placer extraordinario. No podía creer que me gustara tanto la forma en que me acariciaba con dos dedos por adentro y los otros por fuera, en los labios, de una manera tan sutil y delicada que me deje llevar hasta el punto máximo del placer,  llegó un momento en el que sólo pude gemir deliciosamente.

Después me dejó todavía más relajada con un masaje delicioso con sus brazos y para terminar me lo dio con pétalos de flores. ¡Puf! No podía dejarme más noqueada. Era tanto el placer y el descanso, que mi cuerpo era un trapo. Una muñeca muy feliz, pero de trapo. Le pregunté qué cómo sabía dar esos masajes. Dijo que lo había aprendido en internet. ¡Demonios! 

Hasta el jueves, Lulú Petite

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