Fiesta en la cama

Sexo 01/05/2018 05:18 Lulú Petite Actualizada 19:38
 

Querido diario: Con Mariano creo que me identifico. Todos los oficios y profesiones tienen su encanto. Especialmente si los haces con amor. El médico, el abogado, el policía, el constructor, el banquero. Cada quien cumple una función y, si lo hace bien, contribuye a que el mundo funcione.

Mariano, por ejemplo, es coordinador de eventos. Se encarga de hacer que cualquier fiesta o reunión salga perfecta.

—Cualquier evento, tú nómbralo —me explicó—. Fiestas pequeñas, reuniones de trabajo, bodas, bautizos, cumpleaños, eventos políticos. Desde una cena de dos, hasta un evento en el Azteca, no digo que no a nada. Lo que sea, cada cosa necesita de alguien que se asegure de que todo esté en su lugar. Así que, entre fiesta y fiesta, las únicas que de verdad él disfruta, son las que se da en compañía de una dama, a solas, en un motel. Cuando esa calentura le viene al cuerpo, yo soy una de las que está en su lista de proveedoras.

—Ven conmigo, chiquita —me dijo con su voz tersa y seductora, dándole un par de palmaditas al colchón para que me sentara a su lado.

A Mariano le gusta la calma. Me recosté apoyando la cabeza en su hombro y tomé su mano. Entrelazamos los dedos y nos quedamos mirando a los ojos, sin decir nada.

No pasó mucho para que nuestras piernas comenzaran a rozarse. Me sentía como en una primera cita de la prepa. Mi mano y la suya medían el pulso del momento. Su entrepierna se abultaba rápidamente y podía notarlo. Sin embargo, la quietud del momento era increíble. Sensual y tensa al fin, pero muy quieta, como de espera.

De pronto acercó su rostro, levantó levemente el mío con su mano en mi mentón y me besó. Nos desplomamos lentamente sobre la cama, aproximándonos sin prisa, tomándonos el tiempo necesario para entrar en calor. Sus caricias se sentían como destellos de seda sobre mi piel desnuda. Sus besos eran pinceladas cálidas y pausadas, que iban definiendo el paisaje de nuestra pasión.

Me quitó la ropa con delicadeza, con sus movimientos bajo perfecto dominio y pulso firme. Sus dedos rozaban mis poros cada vez que me despojaba de una prenda, lo que me anunciaba un éxtasis, un deseo creciente.

El peso de su cuerpo sobre el mío fue el inicio real de tanta espera, tanto preámbulo. Sin perder la mesura, quieto y seguro, se colocó el condón, me miró a los ojos y me penetró despacito, colocando primero la cab eza de su miembro tieso y prensado. Luego lo fue hundiendo, como por etapas, todo el tallo, acariciándome el rostro y dándome besitos muy tiernos.

Cuando lo introdujo todo, empujó sus nalgas, su cadera y su pieza caliente hacia mí, incrustándola repetidas veces, primero lentamente, luego cada vez más rápido y más duro.

—¿Te gusta? —me preguntó gruñendo en un susurro.

—Sí, sigue así —gemí, aferrándome a sus hombros anchos y escondiendo el rostro en su pecho.

Una cadena de oro colgaba de su cuello y me provocaba una sensación fría en las tetas, pero me gustaba. El vaivén de su cadera se hacía más rítmico, rozando con su ingle mis labios húmedos, dispuestos como flor carnosa para su deleite.

Sus dedos marcaron mis nalgas, a medida que me tomaba y me hacía elevar la pelvis, para agarrarse con más soltura y ángulo, levantando el torso.

En eso sentí el apretón, justo a tiempo. Mis párpados se hicieron blancos y una efervescencia surgió en mis entrañas con una fuerza indetenible. Clavé las uñas en sus hombros mientras él daba las últimas estocadas, bombeando su leche en mí.

Debe ser interesante el negocio de la organización de eventos, aunque a mí me toca vender orgasmos, así que, de algún modo, también estoy en la industria del entretenimiento, aunque la fiesta sea en la cama, también hay globitos y alegría ¿No?

Hasta el jueves, Lulú Petite

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