Crece con su pueblo

Al día 30/08/2016 05:00 Tanya Guerrero Actualizada 05:05
 

L a primera vez que  Cruz García Flores  pisó la escuela con zapatos, maestras y niños le aplaudieron al entrar a clase.

Cursaba el quinto año de primaria y esa mañana la felicitaron porque hasta ese día Cruz todavía tomaba clases descalza.

“Ese día me dio pena, pero la directora me dijo que no me sintiera así porque todos anduvimos sin zapatos en algún momento”, comenta la mujer de 88 años.

Ese pueblo que la vio nacer, poco había cambiado cuando ella cumplió los 13 años.

Educada por su abuelo materno, Cruz fue la única de sus hermanas que quiso estudiar y para hacerlo recorría todas las mañanas el Pueblo de Magdalena Mixhuca, que en 1941 seguía rodeado de chinampas y sembradíos en donde su abuelo y otros lugareños cosechaban rabanitos, zanahorias y betabeles que vendían a las afueras del pueblo.

Cruz nunca se dedicó a sembrar porque la oriunda de la Magdalena Mixhuca estudiaba la primaria, pero un día de regreso a su casa su esposo “la robó”.

“Me engañó y me dijo que íbamos a dar una vuelta pero me llevó y ya no me dejó regresar. Después vino a pedirme, nos juntamos y nos casamos. Él tenía 19 años y yo 13”.

Casada y con hijos, Cruz nunca quiso vivir lejos de esta colonia. El Pueblo de Magdalena Mixhuca tiene un lugar especial en su corazón.

El nacimiento de sus 9 hijos, 5 hombres y 4 mujeres, dan cuenta de la evolución que este pueblo ha tenido en los últimos 70 años.

Cuando en 1944 nació Pancho, los vecinos de la colonia se transportaban en chalupas en medio de las chinampas, y la siembra y cosecha les daba de comer.

En 1948 la primera hija de Cruz, María de las Mercedes nació alumbrada por velas y en manos de la partera del pueblo. Para cuando Aurelia nació en 1950, las chalupas ya solo llegaban hasta la avenida Obregón en donde terminaban las zanjas que en 1954 cuando nace María Violeta se convierten en Calzada de la Viga, antes conocida como Calzada Magdalena.

En 1956 con su segundo hijo, Porfirio, se abren las fábricas de cerveza y de chocolate con nuevas fuentes de trabajo a la colonia. Todavía se mantenían de pie algunas casitas tradicionales, pero no entre calles ni manzanas y las viviendas permanecían abiertas, custodiadas por los tendederos. María Felicitas trajo el servicio de luz bajo el brazo. Cuando ella nació en 1958 sus hermanos mayores tenían que ir a sacar agua del pozo para lavar sus mamilas y la ropa de toda la familia aunque ya no alumbrados con velas.

Cuando Nacho nace, se usaban los lavaderos que doña Cruz alquilaba todo el día  a cambio de 20 centavos. Algo que para cuando Armando nació en 1969 fue quedando en el olvido porque en ese año se instaló el drenaje para los habitantes que antes utilizaban letrinas comunes.

En 1971, cuando nació el último hijo de la familia Quevedo García, el Pueblo de Magdalena Mixhuca ya tenía forma de colonia. Mantenía lo servicios completos de luz, drenaje y agua, con pavimento, avenidas y hospitales cercanos. En uno de ellos nació Gustavo, y eso porque la partera del pueblo ya se había muerto, comenta Cruz.

La familia de esta mujer es una de las cinco tradicionales que sobreviven en este pueblo. Sus hijos nacieron, crecieron y viven aquí.

“Siento alegría y gusto porque los tengo conmigo”, comenta llena de felicidad la abuela de cuatro tataranietos.

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