Fuerte como un roble

Al día 29/03/2016 05:00 Tanya Guerrero Actualizada 05:03
 

Sacarle sangre a Floriberto Ramos de la nariz es como declararle la guerra. Sus puños se tensan, su mirada se agudiza y la búsqueda para encontrar el lugar exacto de noqueo termina con un impacto certero. No te levantas después de eso: “El chiste es saber pegar en el punto”.

Lo que más sorprendía a los entrenadores de Betus era la fuerza sobrenatural con la que tiraba los golpes. La misma que desde chamaco guardaba en los bultos de maíz, frijol, calabazas e higuerillas que él y su familia cosechaban en Ocotlán de Morelos, Oaxaca.

Como hijo de campesinos, le tocaba hacer el trabajo pesado. Arrancar la hierba, levantar la milpa, hacer los surcos de la yunta, con los que hizo condición física. “Era trabajar diario, ir a la escuela y caminar cinco kilómetros de ida y vuelta. Mis papás les decían a los vecinos: –Ahí está mi chamaco– y nos alquilaban por dos pesos la jornada. Así me forjé”, dice  el hombre de 60 años que llegó a la Ciudad de México en los setenta para trabajar en una tienda de abarrotes. 

Cuando salía de ahí comenzaba su pasión. Para Betus, estar en forma y practicar deporte es lo que lo ha alejado de “vicios indebidos como el cigarro y las borracheras”, además de llenarle la cara de juventud y el cuerpo de vida.

Por eso, desde los 14 años se iba a pegarle a la pera loca después de tomar su clase de karate. A los 21 años, un amigo lo invitó a boxear. “No me gustaba que me sangraran. Se me subía la adrenalina muy rápido. Me convertía en otra persona”. En alguien a quien bajaban del ring cada vez que noqueaba al contrincante. 

En el gimnasio Margarita los entrenadores que trabajaban con boxeadores como Pipino Cuevas y Salvador Sánchez, lo invitaron a explotar su potencial. 

Veían que cuando a este joven con poca experiencia le pedían que le ayudara al titular con seis años de experiencia a practicar sus golpes, era el boxeador profesional el que quedaba colgando sobre las cuerdas.

A los seis meses de entrenamiento comenzó su carrera profesional como boxeador. Las 20 peleas de las 22 que hizo, las debutó en la Arena Coliseo. La más memorable fue cuando ni el contrincante de Floriberto ni el de la pelea de peso ligero llegaron, así que decidieron ponerlos a pelear entre ellos. Betus tenía 23 años.

“Entonces me dice: ‘¿Me tienes miedo, carnal? Si no te voy a matar, nada más nos vamos a dar unos trancazos’. No me hubiera dicho eso. Empezó el primer round y cada que me sangraba era la declaración de guerra. En el segundo round lo noquié y fue tan especial que casi lo desvistieron. Lo dejaron nada más con trusa porque no reaccionaba”.

Seis años después, Betus se retiraría del ring para entonces comenzar una brillante carrera como maratonista. La misma que lo ha llevado a correr 70 maratones, 33 en la Ciudad de México, y visitar Francia, Estados Unidos y otros lugares  con la fuerza de sus piernas. 

“Sigo activo en los maratones; el box me encontró a mí y ese fue mi retiro de nostalgia, pero yo seguí nadando, jugando futbol. Mi corazón está con los maratones ahora”.

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