Una estrella de casa

Vida 25/04/2017 05:00 Tanya Guerrero Actualizada 05:00
 

La pasión por el baile es su carta de presentación: “Yo quiero morir en la pista. Ya se los dije a mis hijos: Si muero bailando saben que morí feliz”. Desde niña, Esperanza Aguirre García supo que tenía talento. La facilidad, gracia y elegancia para entregarse al público mediante el baile lo demuestra sin presunción.

Desde kínder, aprendió ballet clásico, hawaiano, flamenco, paso doble y polca en la academia de Gloria Garza, maestra que forjó en Esperanza la dedicación y exigencia que esta disciplina necesita.

“Ella era el tipo de maestra que decía: ‘ustedes váyanse a vender pepitas, no sirven para bailar, son unos costales de papas’. Ahí es cuando te preguntas si avientas la toalla o sigues y aprendes”.

Pero Esperanza nunca dudó. Estar sobre un escenario le llenaba el espíritu, dejando el dolor físico a un lado. Por eso estudió baile profesionalmente en esa academia por cinco años, para  a los doce comenzar con el teatro infantil en la compañía Minsa.

Realizaba funciones en las escuelas primarias caracterizando a Caperucita Roja o a Alicia en el País de las Maravillas. El sueño de su madre de ver a La Güera brillar como artista se vio cumplido en muchas ocasiones. Formó parte de la academia de Andrés Soler de la generación que amadrinó la actriz María Félix. Realizó fotonovelas, obras de teatro experimental y estuvo en el concurso Orquídeas del Cine Nacional, organizado por la Asociación de Periodistas, en donde tuvo una participación destacada.

Salir en revistas y periódicos como Tv Farándula y El Universal Gráfico como Liz Kanzler, la promesa artística del momento, fue una de sus muchas satisfacciones.

Con este nombre artístico alemán, fue como la presentaban en uno de los centros nocturnos de la ciudad más famosos en los sesenta y setenta: el Quid. Ahí, formaba parte del ballet que acompañaba a artistas como Noelia Noel, Ana María de Panamá y otras. De bailar música disco, flamenco y brasileiros con sus compañeras, pasó a abrir el show de las grandes divas, cantando como solista.

“El aplauso del público me alimenta mucho. Significa que diste algo de ti a esas personas y que supieron apreciarlo, que les gustó y que estás preparada para dar más”, comenta La Güera, mientras recuerda los cinco años que trabajó en centros nocturnos. 

Fue la época que disfrutó más. Trabajaba en la Tesorería del DF, ensayaba y salía del centro nocturno a las cuatro de la mañana dormía  unas  horas y al otro día a trabajar. Los horarios  nunca le pesaron porque  el  baile es sinónimo de vida.

“Me da seguridad, libertad y acercamiento a lo más bello. Es una pasión, estar sobre un escenario es una sensación grandiosa, el baile es la vida y es lo que yo quiero seguir haciendo”.

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