Revive con una pancita

Al día 05/08/2016 09:17 Paola Ascencio Actualizada 09:52

 

Hablar de comer pancita es hablar de gustos diferentes; algunos prefieren deleitarse con libro, otros con cuajo y cacarizo o hay quienes piden un plato surtido y bañado con limón.

A otros no les apetece tanto por el abrumante olor que puede emanar de esta preparación.

Pero el olor de la pancita de Antojitos Elsa, no es característico del platillo. Entre humaredas que esconden el sazón de una mezcla de dientes de ajo, cuadritos de cebolla, ramitas de epazote y chile guajillo, el aroma que desprende y el sabor que ofrece es gastronómicamente inigualable.

No cabe duda que si hay algo que destaca de este local —que nació en 1971—, son las largas hileras de platos formados, ornamentados con raciones de rugosa pancita teñida de un color rojizo, esperando a ser rociadas con un provechoso caldo caliente.

Así lo hacen desde el día en que María Elena García, dueña del lugar, decidió incluir este guisado en su establecimiento. Comenzaron sirviendo dos, tres y luego cuatro platos de pancita al día, pero hoy, dentro de un local que podría pasar por restaurante, estos platos son la alta demanda del día a día.

Rafael Huerta, hijo de María, dice que su madre inició con una receta de Michoacán, pero francamente se ha ido modificando con el tiempo. Por eso, la preparación está curtida y guisada a la perfección, lavada y minuciosamente elaborada con el sazón de todos los que han pasado por la cocina, dando como resultado un caldito rojo y grande en porción.

La carne no es dura, tampoco blanda. No sabe a humedad y tampoco es escasa en sal, además se puede elegir un plato surtido o uno con trozos de pancita al gusto de cada cliente; todos servidos en el suculento caldo que yace dentro de una cazuela de barro que se ha convertido en la peculiaridad del local.

Ahora que si estás buscando algo más consistente para acompañar, los tacos de tripa o de longaniza servidos sobre doble tortilla preparada a mano, son algo que no puedes dejar de degustar. Pesan poco más de 250 gramos y se cuecen, y doran, con el mismo jugo de carne que destila la pancita, dándoles un toque de sazón casero.

¿Los imperdibles? Los sopes especiales que te ofrecen una cama de frijoles caseros sobre una tortilla frita, cebolla, queso rallado y una porción de tripa, chicharrón o longaniza sobre cualquiera de sus tres salsas: verde, de pasilla o la de árbol, ¡la más picosa de la casa!

Pancita: un caldo jugoso con sabor a chile guajillo que guarda lo mejor de una pancita en su punto ideal de cocción.

¿Dónde?

Visítalos todos los días, excepto miércoles, de 7:00 a.m. a 3:00 p.m., sobre la calle Esperanza #43, colonia Villa Azcapotzalco, en la delegación Azcapotzalco.

Paladares

“Conozco este lugar desde hace 10 años, nos gusta mucho porque la pancita está justo en su punto. Las salsas son riquísimas, las tortillas al momento y todo es muy limpio”. Míriam Muñoz, comensal.

“Soy asidua a este lugar desde hace 40 años, me encanta la pancita, su sabor, es muy higiénico y no está salado, tiene un excelente sazón”. Socorro Ríos, comensal.

Google News - Elgrafico

Comentarios