Si hay una palabra que define a César Becerril es la de luchador y no sólo por su habilidad en el Karate Do, sino porque ha derribado cada obstáculo que se le ha presentado desde hace diez años que tiene discapacidad.
De una forma absurda, asegura César Ricardo Becerril Pérez, la discapacidad llegó a su vida. Bastaron un par de minutos, un mal movimiento y la vida como la conocía cambió.
César Ricardo tenía 31 años, gozaba de una vida al lado de su esposa y sus hijas gemelas de 10 años, era deportista de alto rendimiento y se dedicaba a impartir clases de karate en escuelas particulares.
Aún recuerda el dolor que sintió cuando su columna chocó contra esa barra de concreto. Fue justo cuando se ponía de pie después de estar agachado acariciando a un perro.
"Fue un dolor tan fuerte que no me podía mover, mi espina pegó justo en el filo de la barra desayunadora, pero al día siguiente retomé mis actividades y me fui a trabajar", comenta el karateka.
Una semana después, el dolor ya era tan insoportable que le impidió caminar y tuvo que ser internado. Un encierro en el hospital que duró tres meses, en los cuales con dos operaciones se eliminó la hernia de disco y se liberó un nervio pinzado por los huesos movidos.
Nadie habló de discapacidad, de dificultad para caminar, de secuelas, de impedimentos. El alta le fue entregada y César Ricardo salió caminando del hospital. Pero, poco tiempo pasó para que una extraña enfermedad arruinara la mejoría y echara para atrás todo el avance.
Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) le dijeron los médicos, una enfermedad crónico degenerativa que perjudica el movimiento de los músculos.
“Se me presentó muy fuerte, dejé de respirar y sufrí varios paros cardiorrespiratorios. Me dieron un tiempo de vida de cinco años, que es el estimado en pacientes con ELA", recuerda.
Su esposa no pudo con el diagnóstico y la nueva condición de César, y la separación fue un duelo más a enfrentar.
Con sólo cinco años de vida, abandonado, sin trabajo y con un futuro devastador, César encendió el coche y salió a apresurar a la muerte, pero no tuvo éxito, esas curvas peligrosas no fueron suficientes.
Fue entonces que César abrió los ojos y decidió luchar para tener una mejor calidad de vida y para aumentar ese tiempo estimado.
Tras una intensa búsqueda que duró años y muchas derrotas, César consiguió el puesto de consejero de empleo en el Servicio Nacional de Empleo, donde ayuda a otras personas a conseguir trabajo de acuerdo con sus capacidades.
Ya han pasado siete años desde el diagnóstico de ELA, y los pronósticos no se cumplieron. En siete años, César ha padecido asma, hipertensión, trombosis venosa y otras complicaciones que han sido superadas con esperanza.
"Sé que hay personas peores que yo, yo estoy en la gloria, tengo trabajo, a mis padres, a mis hijas, a mi novia Guadalupe, puedo practicar karate, la vida es bonita y hay que disfrutarla, a eso venimos, a ser felices".