Ella me engañó con otra

19/10/2015 03:00 Yudi Kravzov Actualizada 12:18
 

Supe que Mónica ‘me puso el cuerno’ en un viaje de amigas. Lo supe y lo sentí de inmediato por la forma en que se apegó a su teléfono celular. Al principio fue absurdo, porque yo siempre me he burlado de los celosos. 

Sentía como si me estuviera deshaciendo por dentro. No sabía si la iba a poder perdonar y cada día que pasábamos juntos la quería cada vez menos cerca de mí. 

Se fue un fin de semana largo a la playa con sus amigas. Festejaban el cumpleaños de dos de ellas. 

Ninguna de esas chicas me cae bien; me parecen superficiales y casi tontas. Por lo mismo, sentí que su viaje estuvo dedicado a ir a ligar en antros. Nunca me ha importado que mi chica se divierta. Me parece que es sano y divertido que ella tenga su mundo y que yo pueda tener el mío. Pero que le cambiara la clave al celular, que lo escondiera cuando estamos juntos, que se levantara a hablar por teléfono de manera misteriosa y que se pusiera loca cuando le decía que lo dejara por la paz mientras estaba conmigo, la verdad es que me molestó bastante. 

Lo primero que se me ocurrió fue ponerme en el mismo plan y tener llamaditas secretas sin importancia que le causaran curiosidad. Por supuesto, no la dejaba tocar mi celular. Empecé a jugar al secreto, a fingir llamadas y también cambié mi clave. Pero después decidí tragarme los celos y observarla con detenimiento, hacerme el tonto y ver de cerca su pendejo romance hasta comprobar qué tanto era para ella tantito. 

Lo primero que llamó mi atención es que antes, cuando yo llegaba tarde a una de nuestras citas, Mónica se ponía furiosa. Desde que decidí espiarla, me daba cuanta de que esos minutos de espera los aprovechaba en el chat. Su constante sentimiento de culpa flotaba en el aire. Yo lo notaba porque cada vez que le reprochaba algo me pedía perdón con tal de dejar de discutir. Cuando le caía de sorpresa a la chamba o a su casa, se enojaba como nunca antes; era como si quisiera tener controlado su espacio y su tiempo. Un día me dijo que odiaba las sorpresas porque le modifican todo su plan. Yo me preguntaba por las noches por dónde iba a andar y canceló la clase de salsa que tomamos juntos. 

Sexualmente, aprendió varias cositas que ni yo me sabía. La veía más suelta y fogosa. Antes era obediente y poco propositiva. Su mirada al hacer el amor se perdía y eso me ponía muy mal porque parecía que estaba pensando en otro, mientras yo la hacía mía. 

Pero todo cambió un sábado que salimos a bailar. Entre chiste y broma, la incité a tomar más de la cuenta y después de un beso largo, sin querer soltó el nombre de “Tania”. Ahí fue cuando me quedé hecho un idiota. Hubiera tomado el pretexto del nombre para armar un drama, darle más a la culpabilidad, coger toda la noche y botarla para el resto de mi vida, pero el hecho de que se haya metido con una mujer me pareció de lo más excitante y no he hecho otra cosa que imaginarla con su amiga, meterla a mi cama y seguir amándola. 

No conozco a un hombre que pueda perdonar la desvergüenza de una mujer que engaña. Siempre he dicho que si vas ‘a poner cuernos’ debes ser listo y por un tiempo corto. Deseo que esta aventura en ella abra en nuestra relación la oportunidad de tríos. 

Mónica no sabe que lo sé y yo le repito varias veces que lo nuestro es lo más valioso que tenemos en la vida. La veo con otros ojos y sé que sus travesuras despiertan a una Mónica que se le había olvidado que existe. Yo ya no la veo tan ingenua ni tan dulce.  Le tengo respeto por atreverse a cruzar fronteras. 

Sus besos son deliciosos y meterme a la cama con ella me gusta más que antes.

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