Euforia futbolera

12/07/2014 04:00 Yudi Kravzov Actualizada 03:21
 
Triste porque se aproximan los últimos partidos del Mundial, comencé a preparar el menú del sábado. Se me antoja que llueva, que no salga el sol y que el día esté gris para ver el partido de Brasil contra Holanda con un rico pozole en la mano.
Mi cuñada, que vive cerca de Coyoacán, ofreció comprarlo en el mercado, pero a mí, cuando me pega la tristeza, me da por cocinar. Así que desde el jueves compré el orégano, las tostadas, la lechuga, las cebollas, los rábanos, los limones y el chilito. 
 
Puse mis granos a cocer, y tempranito hice mi caldo de pollo, para que justo a las tres de la tarde, comencemos con la botana. Quiero que en el medio tiempo, cada uno se prepare su pozolito en la cocina y que cuando pasen los 15 minutos reglamentarios y el árbitro pite, ya estemos todos listos, rodeando la televisión, con un hondo plato pozolero en la mano.
 
Aunque muchos dicen que el fut sólo te embrutece, yo lo entiendo como un verdadero arte de trabajo en equipo. Quienes planean sus jugadas, pueden dirigir un balón y tienen la suficiente fortaleza para retar a un equipo, no son nada pendejos. Hay que ser muy fregón para correr en la cancha 90 minutos y hay que tener valor para levantar los ánimos cuando vas perdiendo. Cuando todo el mundo te está viendo y lo único que quieres es poner en alto el nombre de tu país, no embruteces a nadie.
 
Los que jugamos fut sabemos que hasta en una cascarita, uno tiene que dejar el alma entera. Yo me imagino a Messi, a Ochoa, al Chicharito o a Neymar, jugando cascaritas de niños, cerca de sus casas, así como yo jugaba cuando salía de la escuela. Desde niña me encanta el fut, y aunque al principio creí que yo había nacido para demostrar que no se necesita ser hombre para jugar bien, la verdad es que mi pasión era demostrarme a mí misma que puedo meter goles. 
 
En la cancha me salía un lado masculino que tengo muy oculto. Fui de las delanteras más importantes en la prepa, y tuve oportunidad de competir a nivel nacional. Además, le debo al deporte un cuerpo firme y duro, y una excelente condición física. Gracias al fut sé lo que es el trabajo en equipo y me dio la oportunidad de tirarme a tres futbolistas profesionales, a un entrenador y a dos aficionados.
 
Cuando haces el amor después de una victoria y de dejar todo en la cancha, vamos, no sientes los moretones ni los dolores en músculos. Claro que a veces la euforia y la fiesta hacen que llegues a la cama muerta de cansancio, sin ganas de prender el fuego en la pareja. En cambio, en las derrotas, el silencio reina, el cuerpo llora y uno necesita consuelo y abrazos. Uno no quiere ni hablar, ni pensar, ni sentir nada, así que el fajecito comienza de manera natural. 
 
Después de hacerlo, casi por arte de magia, la derrota comienza a doler menos. Las caricias comienzan a sanar el cuerpo y el corazón, la decepción se cura un poquitito y el ánimo se levanta unos centímetros del suelo. Tu pareja te dice que jugaste bien, y aunque sientes que los decepcionaste a todos y que no sirves para nada, el placer del orgasmo te recuerda que la vida es mucho más que un partido de fut.
 
Cuando ves un partido por televisión en familia, la decepción es diferente porque estás en casa, comiendo sabroso, viendo cómo los otros se rompen el hocico, se lastiman, corren y se mojan, mientras tú estás cómodo y calientito en tu sillón o en la cama. 
 
Puedes ir criticando las jugadas, mentarles la madre a los jugadores y subir o bajar el volumen para escuchar o no las voces de los comentaristas, pero de todas maneras, cuando tu equipo pierde, se acaba la fiesta y los ánimos se quedan tumbados.
 
En fin, ando triste porque este domingo termina el Mundial. Se acabaron las tardes futboleras, las quinielas, las apuestas y los desayunitos largos que me he aventado con las compañeras del trabajo. 
 
Se acabaron las noches de repeticiones en la casa, las cogiditas futboleras que vienen después del partido o en los medios tiempos y los fines de semana nutriéndome de futbol.
 
Se acabaron las tardes, pensando en mis recuerdos, en mis partidos, y sobre todo en Isabel, la arquera de mi equipo, de la que viví muy enamorada en secreto toda la preparatoria.
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