Deseos frustrados

04/01/2016 05:00 Yudi Kravzov Actualizada 09:38
 

En septiembre, mis tíos y mis papás decidieron que pasaríamos juntos el fin de año en Acapulco. Entonces comenzaron los planes. Reservaron un hotelito en la costera y así, el mero 25 de diciembre, las dos familias agarramos carretera y nos fuimos a la playa de Icacos a recibir el Año Nuevo. 

Llegué hambriento de diversión y locura. Mi amigo Manolo dice que Acapulco está tan lleno de amor como de desamor, y que el mar de ahí es muy salado por las lágrimas de las historias que se dan en esas playas. Para mí, cada letra de Acapulco significaba reventón; además, iba con mi prima Geo, que está que se cae de buena. La idea era ir con ella a todos los antros para que el cadenero nos dejara pasar.
 
Las dos familias nos seguimos en la carretera y a medio camino pasamos a comer tacos de cecina. Llegamos a Acapulco justo a ver la puesta del sol y admirar en el cielo esos cambios de color entre azules, dorados y naranjas. De ahí, nos fuimos a comer ceviche de pescado y en el calorcito de la noche estuvimos paseando en las orillas del mar hasta pasadas las doce. Georgina, mis primos chicos y yo, quedamos de bajar al mar al día siguiente antes del mediodía.
 
El desayuno se hizo largo; nos devoramos los chilaquiles, me serví doble ración de huevos a la mexicana y de postre me comí un platote de fruta con limón y chilito. Todo iba perfecto hasta que Georgina y yo llegamos a la playa. Ella se quitó el vestido y se quedó en bikini negro con una banda amarillo fosforescente. Los idiotas que estaban en la palapa de junto comenzaron a sacarle plática. Desde el principio, me cayeron mal. Me puse de pesado, pero es que no es necesario ser un genio para saber cuándo dos pendejos se quieren coger a tu prima. Después de dos horas en las que ella casi no me peló y ellos intercalaron tequilas con micheladas, le dije ya de malas a Geo: “Vámonos”. 
 
Presumida y contenta, me dijo que ya les había dado su teléfono y que nos invitaban a bailar, que ya tenían mesa reservada en un lugar exclusivo. Me sentí traicionado. ¿Cómo es que mi prima no podía reconocer a semejantes pendejos? Me puse furioso. Le pregunté si estaba ciega, si  no se daba cuenta de que la invitaron para meterle mano. Ella se puso a la defensiva y me advirtió que si le decía algo a su mamá para que no la dejaran salir, no volvería a hablarme en su vida. 
 
—Si tanto me quieres cuidar, ven conmigo y no te pases de mamón. Estás insoportable. Bájale 75 rayitas a tu desmadre y ponte de buenas con “nosotros”, que estos chavos también te invitaron y no tenían por qué hacerlo. 
 
A partir de ese “nosotros” las cosas se pusieron tensas. Caminé solo por la costera y me pareció tonto subirme a la banana con mis primos. Ni pensé en atascarme de cocos con limón y salsa Valentina, como lo había planeado antes de llegar. 
 
Por la noche salimos a bailar con “sus amigos”. 
 
—No se separen —nos dijo  su mamá.  —Ay, hija, tienes suerte de tener un primo grande porque solita no te dejo ir a ningún lado. 
 
Yo hice como que no oía. En el camino no hablamos y no me peló en toda la noche. Me cagaba de impotencia ver a mi prima bailando con esos dos imbéciles. Geo acabó vomitando conmigo, antes de que la fuera a dejar a su cuarto. Estaba tan peda, que no pude decirle nada. 
 
Al día siguiente, como a las dos de la tarde, Geo despertó crudísima. Era imposible hacerme el que no ve. Ella se pasó horas chateando en su cel. Cuando se dignó a hablarme, fue para decirme que había chavas muy guapas que "sus amigos" me podían presentar, que no tenía por qué ponerme así de pesado, y que si yo la estaba pasando mal, no era culpa suya. 
 
Al poco rato de que me dijo esa idiotez, llamó mi abuela. Dijo que se puso mala y como se quedó solita, me ofrecí a regresar a la ciudad para cuidarla.
 
Mis papás y mis tíos me lo agradecieron. Geo me vio con ojos de odio. Tomé el camión de regreso a México esa misma tarde y llegué pasadas las doce de la noche a la ciudad.
Ahora estoy en el frío, extrañando la playa y el calor, pero eso sí, mucho más contento.
 
No tengo que ver a Geo con esos pendejos y, además, mi tía no la va a dejar salir de antro, porque no estoy para acompañarla. 

 

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