Lo traiciona hermano

03/05/2014 03:35 Yudi Kravzov Actualizada 21:55
 

TITO

Ahorré para ir en Semana Santa a mi pueblo a ver Estela y decirle que quiero que se venga conmigo a vivir a la capital. Aquí ya tengo un trabajo estable y podemos formar el nidito de amor que siempre soñamos. En el camino, iba planeando decirle a Estelita que estoy ahorrando mucho, que nos podemos casar más tarde, que mientras, en lo que ella encuentra un trabajo, puede vivir con mi prima Catalina. Quería proponerle un noviazgo como Dios manda, estando cerquita, viéndonos seguido, no nada más platicando por teléfono y gastando en crédito de celular. Para mí, no hay mujer en la vida más linda que Estela. Me gusta su sonrisa y la seguridad con la que sueña.

Me agarró la granizada y llegué al pueblo de madrugada, mal dormido, con hambre y con frío. Me fui a mi casa y encontré a Tito, mi medio hermano; yo no sabía que había vuelto pueblo. Platicamos; regresó hace dos meses y dijo que ya no quiere vivir fuera de casa. Nos dejamos de hablar hace tiempo porque tenemos asuntos que no se han podido resolver. Siempre me ha molestado cómo le habla a mi madre. 

Yo le reclamaba cuando le levantaba la voz y él decía que no era asunto mío. Entonces empezaban el pleito, los empujones, las palabras fuertes y hasta los golpes. En cada bronca, él alegaba que nació antes y que yo sólo vine a estropearle la vida y a darle más trabajo a “su” mamá. Un día dijo que nos odiaba al parejo a mi padre y a mí.

Desde que nos encontramos, lo sentí nervioso, raro. Me dormí y no le di importancia. No nos habíamos visto en tres años, y por un momento pensé que nuestras diferencias se habían olvidado. Sin embargo, me dormí sintiendo sospechas bien dentro; como que se sorprendió al verme y varias veces preguntó cuántos días me iba a quedar allí. Cuando me levanté, Tito ya no estaba en la casa.

Me topé con Estela a la vuelta de la iglesia. Emocionado y sonriente, me acerqué a saludarla. No me miró a los ojos. Esquivó mis preguntas y cuando la invité a irse conmigo, ella lloró sin darme una respuesta.

Primero pensé que estaba seria porque no es común tratar esos temas de amor en Jueves Santo. Tardé en darme cuenta de que me estaban escondiendo un secreto. Estela y Tito se están viendo y nadie se había atrevido a decirme nada. No entiendo por qué me lastima así; si me quiere, por qué no me habló con la verdad. Le reclamé a mi madre, quien dijo que Estela estaba haciendo sentar cabeza a mi medio hermano; que como yo soy un tipo mucho menos complicado, a mí las mujeres no me van a faltar. En cambio, Tito es un hombre testarudo y nunca lo habían visto tan tranquilo como ahora. Traté de decirle que, como siempre, él sólo quiere quitarme lo mío, que ahora se está metiendo con la mujer de mi vida, pero mi madre me aseguró que el cariño de Tito es sincero y por eso se ha dedicado a bajarle la luna y las estrellas a mi Estela.

Me desencanté de Estela y regresé a la capital al día siguiente. ¿Para qué quedarme si Estelita ya no es mía? Me sentí un idiota por enamorarme a lo pendejo. Me dio coraje haber hecho planes para pasear con Estela por los rincones escondidos de Chapultepec, donde se me antojó agarrarla a besos. Ahora que el sol se mete tarde, quería llevarla a Xochimilco entre semana, pasear en una trajinera y perdernos solitos entre los canales. Tenía ganas de ir con ella a la Alameda; ya tenía seleccionado un hotelito detrás de la Catedral. Ahí quería jurarle amor eterno y robarme su virginidad. Cuando la palabra “virginidad” llegó a mi mente, entendí por qué Estela lloró al verme, por qué no me dijo una sola palabra, por qué sus ojos llenos de llanto me decían que me quería y por qué Tito se puso tan nervioso.

 

Ese cabrón se la ha de haber robado. Estoy seguro de que ese hijo de la chingada le metió mano. Ahora ando que no me calienta ni el sol, sólo pienso en volver al pueblo y enfrentar a ese güey, romperle su madre y hacerlo arrepentirse con sangre y llanto. Estoy hecho un pendejo desde el viernes que volví. Estela no contesta mis llamadas; ya le llamé a su amiga Laura, a su tía Elena, a mi prima Mónica y a mi mamá... Hay un secreto que nadie me cuenta, por eso el próximo puente me jalo de nuevo para allá.

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