Mis primeros anticonceptivos

Sexo 08/02/2017 05:00 Actualizada 05:05
 

Helena Danae

Hola, mis chulos lectores, como cada miércoles, aquí su querida Helena, calentándoles el día con un poquito de mi vida.

¿Quién no se acuerda de la primera vez que fue a comprar condones o píldoras anticonceptivas? Todo un caos. La gente juzga cuando alguien lo hace, deberían saber que esa persona es consciente y quiere protegerse y no  mirarla de  arriba a abajo, como escaneándola. 

Para tener acceso fácil a los preservativos, yo tomaba los de mis padres, así no  pasaba por la revisión de quienes me atendían en la farmacia. Pero cuando compré mi primera caja de anticonceptivos, la que me atendió no dejaba de mirarme, parecía querer evitar que yo tuviera relaciones sexuales, como si me conociera o pudiera leer mi mente, algo exagerado para una simple caja de pastillas.

 Cuando por fin me cobró y me entregó el cambio, lo hizo de mala gana, entonces entendí que probablemente la pobre no tenía ninguna vida sexual, así que era envidia lo que sentía y por eso tanto odio. 

Poco después, tuve que comprar una prueba de embarazo para una amiga, y las miradas fueron peores, como si hubiera asesinado a alguien;   mientras me cobraban y  examinaban, por mi cabeza no dejaba de pasar la idea de que ellos sólo podían tener relaciones estilo Manuel y Manuela, así que me salía una sonrisita al pagar.

Ya para cuando me atreví a comprar condones, la idea era clara, entraba y a quien tocara que me atendiera, lo imaginaba triste en su sillón iluminado sólo por la luz de la computadora viendo pornografía, mientras se masturbaba y lloraba en ese instante pensando cómo una chica como yo tenía más vida sexual que ellos. Así que comprar preservativos se hizo divertido y  yo  era  la que se ofrecía cuando alguien los necesitaba.

Sucede lo mismo con las pomadas para infecciones, ya que si llegas y las pides, supongo que se imaginan  que estuviste en una orgía, donde varios hombres  te dieron por todos lados, en una casa abandonada y hasta un vagabundo salió ganón en la repartición; cuando la triste y sencilla razón es que olvidaste usar calzones de algodón y necesitas curar esa molesta infección. 

Ya no tenía mayor problema comprando suministros para vaginas y penes, pero luego llegó un momento crítico, enviar a un ex novio mío por toallas femeninas a la tienda, siento que cuando se las pedí,  en su cabeza sonó la canción de Tiburón y contestó sin pensar —¡claro que no!, van a pensar que soy un enfermo—. ¿Qué?,   sólo son unas toallas,  dudo que alguien con la mente más sana que él   lo viera así, pero luego recordé el calvario que pasé las primeras veces que compré pastillas y me dije “es cierto, a veces la gente puede despertar y proponerse ser el mayor estúpido del universo”,  así que no pedí más, usé papel higiénico y tuve que ir yo por las malditas toallas. 

Cuál fue mi sorpresa que cuando comencé a andar con mi chico actual, íbamos camino a su casa y me sentía fatal,  tenía cólicos horribles y necesitaba toallas, pero no quería ni bajarme del coche, le pedí que se parara en  una tienda y le dije: “Cómprame un paquete de papel por favor”, ya estaba imaginando el súper invento que haría para utilizarlo como toalla femenina, me dijo: ¿Qué tienes?, demasiados cólicos, repondí.  Sonrió, bajó del coche y cuando volvió, traía té de manzanilla y toallas de varios tipos y presentaciones,  sobra mencionar que me enamoró, no sé  si no le daba pena pasar por eso, o si se la aguantó, sólo para hacerme feliz. Pero sin duda logró impresionarme.

¿Ustedes, qué detallitos, que por más pequeños que parezcan a nosotras nos parecen enormes, han hecho por sus chicas? También me encantan las anécdotas de amor, así que espero leerlas en mi correo [email protected]. No siempre soy una sexosa, a veces soy una cursi. Les mando linda vibra y mucho amor. Nos leemos el próximo miércoles.

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