Contrarreloj

24/10/2014 03:30 El Hijo del Santo Actualizada 21:29
 

¡Algunas veces lo anterior sucede por distracción, por confiados, por el cambio de horario y muchas otras ocasiones nos pasa porque Dios así lo dispone!

En mis 32 años de carrera profesional, que por cierto cumplí el pasado 18 de octubre —aprovecho este espacio para agradecer las innumerables felicitaciones, muestras de afecto y buenos deseos que recibí de parte de muchos de ustedes a través de las redes sociales—, sólo una vez me pasó.

Ese día me quedé cómodamente en mi cama pensando en que ese domingo era un día de descanso para mí y estaba planeando con mi esposa a dónde iríamos a desayunar con nuestros hijos.

Aproximadamente a las 10 de la mañana sonó el teléfono de mi casa.

—¿Bueno? —contesté amablemente y escuché una voz alterada y nerviosa que reconocí al instante.

—¿En dónde estás que no te veo? —me preguntó.

—Jajajajaja —me reí tranquilamente—. ¡Pues en mi casa!

—¡No, en serio! ¡Ya salió toda la gente que venía en el vuelo menos tú! —me cuestionó el hombre casi llorando—.

Este hombre, Arturo Serna, era el promotor de la ciudad de Reynosa y cuando me dijo que yo no había llegado en el avión entonces sí me preocupe.

Mientras mi esposa escuchaba la conversación, checó en su agenda y hagan de cuenta que se estaba incendiando la casa.

Brincó de la cama y agarrando su cabeza con ambas manos decía: “¡Hoy tienes que luchar en McAllen, Texas, con Arturo Serna! ¡&@&€¥£$%#, se me pasó @&€#%{}$


Entonces por el teléfono le informé al promotor que no había tomado dicho vuelo.

¿Se pueden imaginar la escena?

Mi esposa seguía corriendo y yo detrás de ella, de un lugar a otro y el promotor, con una voz aún más angustiada, me decía: “¡Vete corriendo al aeropuerto y toma otro vuelo, te lo pido por favor. Tengo todo el boletaje vendido! Está agotado! ¡Corre Santito, corre por favor!”.

Jajajaja. ¡Ahora que lo estoy escribiendo me da risa, pero ese día fue sumamente estresante!

Salí velozmente de mi hogar y confieso que jamás había preparado mi maleta, ni me había vestido tan de prisa como aquella vez. Por suerte era domingo y no encontré tráfico en el trayecto al aeropuerto.

Cuando llegué me encontré con la noticia de que ya no había vuelos a Reynosa sino hasta las 8 de la noche y, además, estaba lleno.

Tampoco a McAllen, ni a Matamoros. ¿Se imaginan?

Pero Diosito, que en todo momento me ilumina, me envió un ángel que me dijo con una voz sumamente serena: “No se preocupe señor, hay un vuelo que sale en 40 minutos a Monterrey y aún lo puedo documentar”.

Finalmente logré tomar ese vuelo. La función era a las 2 de la tarde y ya estaba planeando cómo transportarme a Reynosa. Después de poco más de una hora de vuelo llegue a Monterrey, abordé un taxi para que me llevara hasta Reynosa. Todo ese tiempo me mantuve en comunicación con el promotor y no sólo era llegar a Reynosa, además tenía que cruzar el puente y hacer la enorme fila de autos para pasar al otro lado.

Lógicamente el promotor tuvo que decirle al público que la función iniciaría hasta las 3 de la tarde, argumentando que yo había tenido un contratiempo en la Ciudad de México y que venía en camino.

Mi mente se volvió a iluminar y se me ocurrió pasar a pie, lo cual regularmente es más rápido y así lo hice. Ya en McAllen me esperaba Arturo Serna con su auto y nos dirigimos a gran velocidad hacia el lugar.

Una vez más surgió en mi mente otra buena idea y, para ganar tiempo, me cambié en la parte trasera del carro. Parecía un “chícharo en bandeja”, pero logré vestirme y cuando llegué al lugar estaba terminando la tercera caída de la lucha semifinal.

Así que sólo me terminé de vestir, me coloqué mi capa, me encomendé a Dios e intenté concentrarme para estar tranquilo y presentarme ante el nutrido público para dar en el ring el 100 por ciento de rendimiento, como siempre lo he hecho.

Afortunadamente, y ante la algarabía del noble público que pacientemente esperó mi llegada, salí triunfante después de tres emotivas caídas en el ring.

Hoy, hablando sin máscaras, les confieso honestamente que se nos olvidó que ese domingo yo estaba programado en el Salón Texano de aquella ciudad fronteriza. Sí estaba en la agenda, pero nadie la abrió desde el viernes y quedó en el olvido.

En 32 años de carrera es la única vez que me ha pasado algo así. Éstas son las anécdotas que le ponen la sal y la pimienta a nuestras vidas. Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.

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